Bahía de Asunción, lugar donde los ojos quieren vivir

La mejor terapia para los ojos solo cuesta G. 3.000. Se trata de un viaje de unos 20 minutos en barquito que sale desde el Puerto de Asunción y llega hasta la bahía de Chaco’i. Una oportunidad para observar la bella cara que tiene Asunción desde el río Paraguay. La historia de quienes cruzan todos los días el cauce hídrico para ir a la escuela.

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Ir y venir en el barquito cuesta G. 6.000 y el recorrido por unos siete kilómetros dura 20 minutos. Es el tiempo suficiente para que una pareja de más de 30 años de casados descubra algunos detalles. “Mi esposa me dijo que ella ya viajó en una lancha, pero al subir me confesó asustada que era la primera vez”, relató entretenido Optasiano Jara, quien vino desde Itauguá.

Mientras tanto, su esposa lo miraba con un miedo que no se cura con solo ponerse el chaleco salvavidas.

En total existen 21 embarcaciones que pueden llevar a dos decenas de personas sentadas. Todas las lanchas que operan en el lugar llevan en el frente una cruz de madera: navegar es un acto de fe.

El viaje

Estas embarcaciones tienen un aspecto rústico, artesanal. Son caprichosas, al igual que las incurables deformaciones de las nubes de este cielo de septiembre. “Es un escape válido. Aparte del paisaje, pudimos visitar Chaco’i y conocer, por ejemplo, la escasa cantidad de doctores en la ciudad”, refirió Rosana Alvarenga, estudiante del tercer año de Medicina en la UNA.

Su compañera de estudios, que también realizó el tour, agregó que se podrían mejorar algunos detalles de la nave. El conductor del navío escuchó los reclamos, pero no hizo caso. Sabemos por Arturo Pérez Reverte que el dueño de una embarcación se atreve a insultar a Dios, a su propia persona y al destino, pero nunca a su barco.

Otros visitantes manifestaron que se podrían rescatar algunas viejas viviendas en la bahía de Chaco’i, para convertirlas en restaurantes o sitios donde pasar el tiempo mientras se espera el viaje de vuelta. En el barco ningún ruido nos pertenece. El motor monopoliza el oído con su continuo taca, taca. Es lo menos que se puede esperar de estos vehículos que tienen nombre y hasta personalidad: Escorpión, María Ángel, San Isidro o Norma son algunas de las naves que viajan sobre el agua.

Medio de transporte

La travesía se inicia de la mano del navegante que debe arrancar el motor del lanchón dando fuertes giros a una manivela. El motor del barco “María Ángel” encendió y la más pequeña de las tripulantes se aferró a su mochila rosada que llevaba impresa la cara de una princesa. Se trata de Melisa, una niña de seis años que vive en Chaco’i y que todos los días cruza el río en estas lanchas para asistir a clases en la Escuela República de Brasil de la capital. “Ella no tiene miedo, creo que ya está acostumbrada”, comentó su madre, Diana Rodríguez.

Al llegar a destino, el tripulante de la lancha ayuda a Melisa y su madre a bajar de la embarcación; la niña lo mira, como aprendiendo que los héroes no necesariamente deben vestir de rosa, como lo hace la princesa de su mochila.

Estas lanchas, que ahora pueden ser utilizadas con fines turísticos, son desde hace décadas el medio de transporte de las familias que viven en Chaco’i, una ciudad con 5.300 habitantes.

En ellas vienen a la escuela, al trabajo o de compras. Anteriormente se cruzaba el río en canoa, pero en 1970 se empezaron a construir las primeras embarcaciones de este tipo y en el año 1976 se creó la Asociación de Lancheros de Chaco’i.

La vida en el río

Tras cada oficio hay una vida. Por ejemplo, está el caso de ña Ernestina, una mujer que cruzaba todos los día el río para traer leche a la capital desde Chaco’i, en pesados recipientes de hasta 40 litros. Hoy día, María Inés, nieta de Ernestina, continúa la tradición de su abuela y está al mando de su propia embarcación.

“Hace diez años que trabajo en esto. Tengo 31 años y por suerte, nunca me pasó nada muy jodido”, expresó por su parte David Martínez, conductor de María Ángel. Los números hablan de una recaudación promedio de G. 80 mil a G. 120 mil. En una jornada se hacen dos redondos.

Por su parte, Celso Gómes, comentó que está reemplazando a su padre que trabaja desde hace años en este tipo de embarcaciones y que en el oficio sucede de todo. “Muchos vienen a mirar el río, pero otros, con muchos problemas, intentan arrojarse al agua, como ya sucedió, y es nuestro deber arrojarnos tras ellos”, relató. A sus espaldas la capital parece un rompecabezas: un trozo de muelle abajo, puntas de edificios arriba, barcos varados, vegetación y basura. Las aves se encargan de llevar la soberbia del agua al cielo. Todo esto, puede apreciarse por tan solo G. 3.000.

jorge.lombardo@abc.com.py

Fotos: Jorge Cañete
jcanete@abc.com.py

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