Cómo divertirse sin disfrazarse de superhéroe

Los juguetes son un catálogo de aquello que ya no asusta al adulto: las pistolas, las espadas, la guerra, los monstruos. Pero ahora un proyecto de la Municipalidad de Asunción propone una nueva perspectiva: recuperar el bullicio en los barrios con chicos que se entretienen con el trompo, las balitas, la goma y la pandorga. Se trata de divertirse sin poderes especiales.

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El mismo vive en la zona baja de la Chacarita y al igual que decenas de niños de Asunción forma parte del proyecto “Rohayhu Che Barrio” de la Comuna, que busca rescatar del olvido a juguetes poco comunes como el trompo, la cuerda, la pandorga y las balitas. “Trabajamos en los barrios, para devolverles la vida social mediante los juegos”, refirió Cira Vergara, encargada del proyecto. Mientras ella habla, Marcelo, hermano menor de Brian, demuestra que tiene la muñeca más resuelta y hace zumbar el trompo sobre las baldosas negras y blancas.

Los trompos, las balitas, la cuerda y la pandorga no tienen botón de encendido ni apagado, por lo que estos juegos no tienen un final sino a una pausa: el tiempo como privilegio. “No digo que el PlayStation sea malo, pero se nota que fomenta el individualismo, aleja a los niños de su entorno y de sus compañeros”, planteó el licenciado Jorge Acosta, docente del Centro Educativo Sagrado Corazón de Jesús, ubicado en Fernando de la Mora. El hombre trabaja desde este año en Asunción para reavivar olvidadas formas de entretenimiento.

“Generalmente, los juguetes son muy caros, por eso, es importante saber que se puede construir un juguete con materiales reciclables y que los niños pueden desarrollar sus facultades creativas en el proceso”, agregó la licenciada Alba Pacheco, que trabaja con Acosta. Por el Mes de la Juventud, la Comuna realizó en el Parque Carlos A. López un taller de confección de pandorgas, donde también se promovió el uso de los otros juguetes tradicionales.

Juguetes rabiosos

En una época en donde los que entretienen a los niños son héroes con superpoderes, más preocupados en derrotar al enemigo que en divertirse, se busca que unos niños choquen las balitas o hagan girar un trompo solo por el gusto de hacerlo. “Estos juguetes, por ejemplo, la pandorga, pueden ser construidos junto a los padres, son baratos, fomentan el diálogo y la integración, ya sea con la familia, así como con los otros niños del barrio”, insistieron los docentes.

Andrés Rivas tiene 13 años y vive en el centro. Aunque adora los videojuegos, admite otros juegos que operan sin baterías. “Te entretiene, cuando te cansás de los videojuegos podés meterle a la pandorga”, comentó. La mejor tecnología es la imaginación.

Trompos

Se debe a Walter Benjamin la tesis que sostiene que los niños definen a los adultos no por su fuerza sino por su incapacidad para la magia. Y no hay mejor magia que ver un trompo girar en la palma de una mano.

“Es una lástima escuchar que los niños ya no saben lo que es un trompo”, comentó Ulises González, de 15 años, uno de los dueños de la fábrica “Don Trompo”, una empresa que nació de la mano de su padre hace ocho años. “Sería muy bueno que los chicos vuelvan a jugar, por lo menos por un breve tiempo, con los juguetes tradicionales”, refirió. Hasta la fecha, Ulises ha construido mil trompos y su padre unos ocho mil. “La intención es alcanzar un millón de trompos y que lleguen a todos los barrios”, dijo. De fondo la escena sucede así: uno, dos, tres, cuatro niños juegan balitas –se divierten– y tienen la rara sensación de que no hace falta disfrazarse de modernos superhéroes para pasar un buen rato.

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