La homilía estuvo a cargo del provincial de los jesuitas, padre Alberto Luna, quien agradeció a Dios por la vocación sacerdotal de padre Pepe, como se lo conocía.
Indicó que Valpuesta fue una manifestación de Dios Padre porque él fue un verdadero padre para los bañadenses, a quienes acompañó en los momentos difíciles y felices. “Fue un pastor con olor a oveja; en él estaba el Espíritu Santo y lo compartía con su querida gente”, apuntó.
Valpuesta fue carismático y polifacético. Era un jesuita fervoroso, entregado, sacrificado, muy disponible para cualquier misión difícil. Siempre estaba dispuesto a ayudar a otros, a suplir emergencias y a asumir nuevas responsabilidades. Contaba con una buena erudición y una fecunda memoria, su talante de hombre feliz, alegre y realizado se notaba en su origen y herencia sevillana; a pesar de su tendencia extrovertida, era una persona con la que daba gusto estar y a la que las personas que lo trataban querían y por eso lo recuerdan con admiración y cariño.
Valpuesta era español. A mediados de enero de 2015 fue internado en el hospital Samaritano, luego pasó al sanatorio Migone y de ahí al Centro Médico Bautista. El sábado 28 de febrero ingresó a cirugía en el hospital Bautista, tuvo una crisis posoperatoria y falleció en la mañana de martes.
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Sus restos descansan en el cementerio de los jesuitas de Limpio.
