Domingo de Pascua ¡El Señor resucitó, aleluya!

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"¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, resucitó". (Lc 24, 5-6) Sin dudas, estas palabras que los Angeles dijeron a aquellas mujeres que fueron a la tumba de Jesús muy tempranito, son la mejor noticia que fue dada en toda la historia de la humanidad.

Desde el inicio de la historia humana, el hombre empezó a experimentar la muerte que se presentaba como un límite trágico e insuperable. Ante la muerte el hombre se sentía impotente, derrotado, destruido y sin palabras. La tristeza y la desesperación son sus compañeras. Se sentían así los que veían acercarse la propia muerte, como también los que vivían la muerte de un ser querido.   

El hombre no sabía cómo resistirla. Casi siempre la muerte llegaba en los momentos más inoportunos. A veces de un modo improviso, en un accidente, con una enfermedad repentina y fulminante, o a causa de una violencia... Y así terminaba la vida de una persona llena de sueños y de proyectos. Ni el dinero, los bienes o la fama podían prolongar o evitar su llegada. La muerte era el signo de cuánto era estúpida la vida humana en esta tierra. El hombre que se daba cuenta de su irremediable destino hacia la muerte, era condenado a la angustia, la tristeza, la depresión. Se decía: Para todo se puede encontrar una solución, menos para la muerte.   
  
La muerte era vista, también, como el más gran de castigo que se podría dar a una persona. Así algunos para vengarse o las sociedades para punir y protegerse, daban la muerte a quien había hecho el mal. Nada podría ser peor para una persona que morir.   

También al inicio de la revelación, en los primeros siglos del pueblo de Dios, así se pensaba. No se hablaba de resurrección. Se pensaba que los muertos sencillamente habitaban en el Sheol, y pertenecían a un mundo completamente olvidado. De hecho el salmo 6,6 nos dice: "Nadie entre los muertos se acuerda de ti. ¿Quién en los infiernos canta tu alabanza?"   

Sólo en los últimos siglos antes de Cristo es que los judíos empezaron a hablar de la resurrección; pero esta ocurriría solamente en el último día, o sea al final de la historia. Hasta allí, los muertos todos estarían esperando en el Sheol.   
 
También los discípulos de Cristo creían en la resurrección, y esperaban que su maestro fuera a resucitar, pero en el último día, al final de la historia. Una vez muerto, él ya no podía más intervenir en sus vidas. Por eso, cada uno tendría que volver a sus cosas. La muerte de Jesús, para ellos significaba el fin de todo aquel sueño.   

La mujeres que van al sepulcro en la mañanita del domingo cuando aún era oscuro, van para dar al cuerpo de Jesús los honores que se hacían a los muertos. Ellas no pudieron hacerlo el viernes por la prisa, ya que tenían que sepultarlo antes del atardecer, pues sería el inicio del sábado, ya que el sábado no se podía hacer nada. Estaban buscando solo un cadáver. Ellas querían colocar los aromas, despedirse más sentidamente, y después entregar a Jesús a la tierra para que se descompusiera. Después de esto, pensaban seguramente en volver cada una a su vida anterior, sabiendo que con Jesús ya no podrían contar más, pues él ahora pertenecía al mundo de los muertos.   

Por eso, cuando escuchan la voz de los ángeles que les dicen: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, resucitó", sus corazones se llenan de alegría, por dos motivos: en primer lugar porque Jesús había vuelto de la muerte. Aunque lo habían asesinado, Dios lo había resucitado, y él podía continuar interviniendo en la historia. Ellas no tenían que retornar a sus vidas de antes, pero sí podían continuar con la propuesta de vida nueva que les había hecho Jesús.   
  
En segundo lugar: porque la Resurrección de Jesús cambiaba completamente la relación del hombre con la muerte. En él, todos podrían vencer a la muerte. Lo que Dios hizo con él, puede hacer con todos los hombres que se unen a él. En Cristo, Dios puede hacer nuevas todas las cosas. La Resurrección de Cristo hacía cambiar toda la perspectiva de futuro. El hombre ya no viviría la angustia de la muerte, ya no se sentiría impotente y ni la temería. Ahora el dicho tenía que ser cambiado: "Para todo en la vida se tiene una solución, hasta para la muerte".

Estaba empezando allí la nueva historia de la humanidad. Los cristianos tenían una buena noticia para dar a todos los hombres: Jesús venció a la muerte. La vida humana en este mundo no es una tragedia. Tiene un sentido, basta saber direccionar. Y los discípulos lo anunciaron por todas partes. Y delante de las amenazas: "¡cállense o les mataremos!", ellos decían: "la muerte no es más un problema para nosotros. Ni la muerte nos puede paralizar".   

Es por eso que la Resurrección de Cristo es el centro más importante de nuestra fe. Pues por un lado confirma y da autoridad a todo lo que Jesús había predicado antes de su muerte; y por otro lado cambia completamente la perspectiva de la vida humana en este mundo.   
  
Ciertamente la pregunta que nos debemos hacer en este día de Pascua es:   

¿De verdad, yo acepto la buena noticia de la Resurrección de Cristo con todas sus implicancias en mi vida? ¿Ante la muerte yo actúo como cristiano o aún como pagano? ¿Vivo sabiendo que también yo puedo con Cristo vencer a la muerte, esto es resucitar? O ¿sólo intento huir de la muerte?

Para vivir bien este día

"No se asusten. Ustedes buscan a Jesús nazareno, el que fue crucificado. Resucitó, no está aquí." (Mc 16, 1-8)   

Después de toda esta semana intensa, cómo no explotar de alegría con esta noticia. Cristo Resucitó. La vida venció a la muerte. Ni la muerte es más fuerte que Dios. La sepultura está vacía. María es toda alegría, no fue defraudada. Como también no lo seremos ninguno de los que en él esperamos.   

La resurrección de Cristo es la comprobación de que su proyecto de amor y de servicio era correcto y que vale la pena asumirlo. Que perdonar a los demás aun cuando nos clavan es lo mejor para no cargar pesos en el corazón. Que dar la otra mejilla no significa ser el perdedor. Que amar y ayudar hasta a los enemigos no es ser tonto. Que el cielo es el mejor lugar para guardar nuestros tesoros. Que no necesitamos pisar a nadie para poder crecer. Que lavar los pies de los demás espontáneamente no es perder la dignidad. Que acoger a los pecadores y a las prostitutas no me contamina. Que no juzgar o condenar a nadie no me hace un despistado.   
   
En fin, que el mal aun siendo fuerte no vencerá. Porque solamente Jesús venció al mundo, y aquellos que están con él pueden participar de su victoria.   

¡Felices Pascuas! Que Cristo Resucitado sea la luz de tu vida.   

¡Paz y bien!

La vida eterna

Desarrollo histórico del Domingo de Pascua   

La celebración de la misa el Domingo de Pascua tuvo inicio solo después que la celebración de la vigilia empezó a ser más corta y terminar antes de la medianoche, pues mientras era costumbre terminarla poco antes del alba, el domingo no se tenía otra celebración. En Roma, hasta el papa Siricio († 399), no había otra celebración  el domingo.   
   
Sin embargo, ya en el siglo V, surgió una misa del alba, que cada vez asumió una mayor solemnidad; y cuando en la edad media ya no existía la vigilia por la noche, la misa de este domingo era la celebración más importante del año litúrgico. Muchas otras devociones populares fueron también surgiendo en torno al alba del Domingo de Pascua, como una procesión hasta el lugar del sepulcro, la conmemoración del encuentro de la Virgen de los Dolores con el Cristo resucitado.   
   
Con la reforma litúrgica el domingo recuperó su dignidad de tercer día del triduo pascual. La liturgia de la palabra de las misas resalta la importancia del Kerigma cristiano, esto es, el anuncio de la buena noticia de la victoria sobre la muerte. La misa de la mañana relata el episodio en que primero María Magdalena va muy temprano al sepulcro y lo encuentra vacío, después vienen también Pedro y el discípulo amado, y al verlo vacío, el discípulo amado cree. En la misa vespertina se puede proclamar el episodio de los discípulos de Emaús, que en la comida del atardecer reconocen al Señor resucitado.   
   
Oración del día

Dios nuestro, que por medio de tu Hijo venciste a la muerte y nos has abierto las puertas de la vida eterna, concede a quienes celebramos hoy la Pascua de Resurrección, resucitar también a una vida nueva, renovados por la gracia del Espíritu Santo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos, amén.

 

Hno. Mariosvaldo Florentino   
hnomario@yahoo.com