Unidas, compañeras, amigas, leales.
Esos lazos y sentimientos perduran hasta hoy en ellas. Formaron parte de la primera camada de la Policía femenina municipal de tránsito local.
Fueron elegidas. Altas y espigadas, gráciles. Dirigieron el tránsito de aquella época para el asombro ciudadano, que por primera vez veía personas del sexo femenino en dicho rol, considerado exclusivamente para varones en ese entonces.
Afirman que con firmeza y profesionalismo se hicieron respetar y cumplieron sus tareas a cabalidad.
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Por aquellos años, solo podían ejercer la profesión si eran solteras y sin hijos.
Llegado el momento de casarse, debían culminar con sus funciones.
Y pese a que la firme amistad es en ellas indoblegable, pasaron muchos años hasta que –recientemente– realizaran su primera merienda, para conversar, reír, soñar y –sobre todo– recordar anécdotas profesionales y personales.
Estela Cáceres, Élida Gallano, Antonia Gullón, Fulvia Ortigoza, Celma Yambay, María Estela Jara, Ángela Gómez y otras más se reunieron a la hora del cocido y compartieron sándwiches de jamón y queso, mbeju, chipa y otras delicias, con lo más importante: lazos fraternos.
Recuerdan que su tarea involucraba brindar educación vial y ayudar a cruzar a los “escueleros”, y guías de turismo. Iniciaron labores el 29 de julio de 1969, al integrar la Policía femenina municipal de tránsito.
Durante la merienda se divirtieron entrañablemente, miraron fotos de antaño, retratadas ellas con los uniformes impecables y elegantes.
¿Pretendientes? Por doquier. “Nos piropeaban los caballeros, y por ejemplo nos decían ‘¡Mi amor, vení sacame el registro!’, resaltan entre risas.
Las jornadas concluían con la formación, siempre con disciplina, aseguran.
¿El sueldo? Era de G. 10.000, ¡una fortuna!
¿Quiénes integraron la Policía femenina municipal de tránsito? Por ejemplo, muchas maestras, quienes previamente fueron capacitadas por seis meses en torno a diversas sapiencias: karate, conducción de motocicleta, primeros auxilios, relaciones públicas, procedimientos de tránsito, cultura general.
Recibían gratis uniforme, calzados y pasaje, lo cual con la mensualidad, era considerado como un doble salario mínimo, importante para aquel entonces.
Este grupo de primeras policías femeninas municipales de tránsito rememoró un pionero tiempo de labores y felicidad.
Todas son muy amigas –sostienen– y se sienten como si jamás se hayan separado.
Acostumbran verse esporádicamente, y conversan asiduamente por teléfono.
Señoras profesionales, madres, tías, abuelas, realizadas, se congratularon reuniéndose por primera vez luego de tantos años, prometiéndose que la experiencia se repetirá lo más pronto posible.
cmedina@abc.com.py Fotos: Arcenio Acuña y colección de las entrevistadas.
