Cubas fue suspendido, básicamente, por sus expresiones agraviantes y procaces contra Riera pero mucho contribuyó para que la mayoría estuviera predispuesta a sancionarlo el hecho que Cubas había hecho lo mismo con ellos.
El extravagante senador de Cruzada Nacional, evidentemente, no aplicó esa máxima que dice que uno puede pelear con algunos todo el tiempo, con todos algún tiempo, pero nunca con todos todo el tiempo. Tampoco tuvo la prudencia de elegir sus batallas sino que se metió en demasiadas, como si quisiera ganar la guerra de un solo golpe y se desgastó y se estrelló.
El motivo por el que Riera fue sancionado es más grave porque pulverizó la imagen que siempre quiso vender de político racional y amplio.
Puede decirse que, ese jueves, al tiempo de atropellar como un toro de lidia todo lo que se le ponía delante, el senador de Honor Colorado hizo lo propio con las eventuales posibilidades políticas que le quedaban.
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Aunque se intentó escudar en la defensa de la familia como causa de su furia desaforada, el hecho de recurrir a la violencia salvaje como instrumento para resolver una disputa hace pensar en el procedimiento de los clanes mafiosos y no en la conducta de un hombre público que aspira a cargos de responsabilidad.
Su rival, Cubas, se encargó de demostrar que Riera también cayó en la agresión verbal contra él por cuestiones de su vida privada y que el reparto de insultos fue mutuo pero la agresión física partió de uno solo de ellos.
La parte risueña, por no decir patética, de la sesión estuvo dada por algunas intervenciones notables, como la de Zulma Gómez, quien dijo que Cubas no se comporta “como una persona decente”. ¡Juaz! Esta es la misma “legisladora” liberal que el 22 de marzo del año pasado, durante un homenaje a las actrices y el director de la premiada película paraguaya “Las Herederas” denigró a los gritos a los homenajeados, porque una de las actrices tuvo el “atrevimiento” de cuestionar la conducta política de los legisladores. El motivo que adujo Gómez para su reacción fue que era “una película de lesbianas”. También de paso se refirió a un legislador, adjudicándole una supuesta preferencia sexual. Asimismo, este año, en una pelea a gritos con Cubas le dijo “Tereho ejapiro, nde tembo, Payo”. Una joyita.
Esas exhibiciones y otras que protagonizó la senadora nunca merecieron amonestación alguna. Tampoco hubo nunca reconocimiento de parte de ella de su inconducta y algún pedido de disculpas, ni siquiera informal.
Aunque Payo Cubas se caracterizó por violar continuamente el reglamento sobre la prohibición de alusiones personales a sus colegas, varios de ellos lo hacen regularmente y nunca fueron ni advertidos.
Previsiblemente, después de lo ocurrido, el presidente del Senado Blas Llano aplicará el reglamento interno con más rigor y algunos legisladores, seguramente, cuidarán un poco más su lenguaje y sus formas. Al menos, por un tiempo.
Sería plausible que además asuman que muchos ciudadanos están de acuerdo con las acciones de Cubas por ser una suerte de castigo simbólico que a ellos les gustaría aplicarles, como insultarlos, arrojarles agua y hasta humillarlos, de ser posible.
Dicha conducta es reprobable pero no se puede negar que tienen cierto respaldo ciudadano por considerar que los parlamentarios, ni por asomo, responden a sus intereses y que son advenedizos, indignos y felones. Tal vez, ni les importe, pero es lo que muchos piensan de ellos.