De más está decir que, aún en algo mucho más pequeño como es una calle, un edificio o un supermercado en los barrios, menos se estudia qué perjuicios ocasionará en la vida de la gente. Nunca se avisa a los pobladores qué se va a hacer y si estamos de acuerdo, cuando lo sabemos ya es demasiado tarde. Donde se talan arboledas, el paisaje se pierde para siempre y con ellos la calidad del aire, la sombra, la energía natural.
El estudio de impacto ambiental es el gran ausente. Recuerdo hace años cuando se construiría el WTC, y yo comenté a una conocida (era invierno), “nos van a tapar el solcito en la parada de colectivo”, una arquitecta me dijo: “Es que no se hizo estudio de impacto ambiental, de hecho no se hace luego acá para nada”. Y vaya que se nota y se siente.
Necesitamos carreteras, pero no a costa de lo sagrado, y sagrada es la naturaleza que nos da la vida. Ciudades llenas de edificios como en EE.UU., India, Europa, Japón, China y otros países, son para muchos paraguayos un sueño, les gustaría que sus ciudades fueran así y no piensan a qué precio. Nuestra ciudad capital, a este paso se convertirá en un bloque de cemento insoportable, con la característica de que aquí no se cumplen las leyes ni existe la planificación, predominan el billete y el amiguismo. La burbuja inmobiliaria, algo que los expertos niegan que exista en Paraguay, es una enfermedad que amenaza a muchos países y se traduce humanamente como el avance irrefrenable de las construcciones sobre la calidad de vida de las personas.
Aún ante la necesidad de progreso, bien interpretado, es decir de los beneficios que precisamos a nivel socioeconómico, se produce siempre una pérdida de riqueza ecológica y con esto un cambio en la forma de vivir y en la salud de la población. Son cuestiones no visibilizadas en nuestro país, donde lamentablemente todo vale si hay dinero, todo es viable, “hacé y después vemos cómo arreglamos”.
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No se divisa nada bueno en la vida de la capital, crece aun ritmo ambicioso pero egoísta, con evasión fiscal, consentimiento y complicidad municipal-gubernamental.
Muchos ya están pensando, tal como ocurrió en grandes urbes del mundo, en mudarse a lugares “atrasados” pero vitales.