Un alto precio por “vivir mejor”

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Grave lo que declaró el concejal Emilio Cantero durante una visita al titular del MOPC, respecto a que la contratista a cargo de la ampliación de la Ruta PY02 ofreció un baño y una cancha de fútbol a los pobladores de Itacurubí, a cambio de arrasar con parte fundamental de la naturaleza de la zona (manantiales y árboles). Después de que se conozca esta “propuesta indecente”, supuestamente el MOPC pidió a la contratista que diseñe otro proyecto salvaguardando las riquezas naturales. Resaltemos que es deber de todo funcionario del gobierno y ciudadano denunciar los crímenes ecológicos. Como el caso del Botánico (ante lo cual sus defensores argumentan lo mismo que en la Ruta PY02: “Hay que hacer un sacrificio”), se pretende acallar las voces de protesta contra una vía que solo en la imaginación de la gente va a solucionar el embotellamiento caótico. Para calmar a los que se oponen a lo del Botánico ofrecieron “plantar arbolitos y trasportar los que estén” -cual paleta ofrecida al niño para que no moleste-.

De más está decir que, aún en algo mucho más pequeño como es una calle, un edificio o un supermercado en los barrios, menos se estudia qué perjuicios ocasionará en la vida de la gente. Nunca se avisa a los pobladores qué se va a hacer y si estamos de acuerdo, cuando lo sabemos ya es demasiado tarde. Donde se talan arboledas, el paisaje se pierde para siempre y con ellos la calidad del aire, la sombra, la energía natural.

El estudio de impacto ambiental es el gran ausente. Recuerdo hace años cuando se construiría el WTC, y yo comenté a una conocida (era invierno), “nos van a tapar el solcito en la parada de colectivo”, una arquitecta me dijo: “Es que no se hizo estudio de impacto ambiental, de hecho no se hace luego acá para nada”. Y vaya que se nota y se siente.

Necesitamos carreteras, pero no a costa de lo sagrado, y sagrada es la naturaleza que nos da la vida. Ciudades llenas de edificios como en EE.UU., India, Europa, Japón, China y otros países, son para muchos paraguayos un sueño, les gustaría que sus ciudades fueran así y no piensan a qué precio. Nuestra ciudad capital, a este paso se convertirá en un bloque de cemento insoportable, con la característica de que aquí no se cumplen las leyes ni existe la planificación, predominan el billete y el amiguismo. La burbuja inmobiliaria, algo que los expertos niegan que exista en Paraguay, es una enfermedad que amenaza a muchos países y se traduce humanamente como el avance irrefrenable de las construcciones sobre la calidad de vida de las personas.

Aún ante la necesidad de progreso, bien interpretado, es decir de los beneficios que precisamos a nivel socioeconómico, se produce siempre una pérdida de riqueza ecológica y con esto un cambio en la forma de vivir y en la salud de la población. Son cuestiones no visibilizadas en nuestro país, donde lamentablemente todo vale si hay dinero, todo es viable, “hacé y después vemos cómo arreglamos”.

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No se divisa nada bueno en la vida de la capital, crece aun ritmo ambicioso pero egoísta, con evasión fiscal, consentimiento y complicidad municipal-gubernamental.

Muchos ya están pensando, tal como ocurrió en grandes urbes del mundo, en mudarse a lugares “atrasados” pero vitales.

lperalta@abc.com.py