Por ejemplo, unas 300 mujeres paraguayas sufrieron ultrajes en la noche más oscura de sus vidas, tras la batalla de Avay, durante la Guerra contra la Triple Alianza (1864-1870). José Ignacio Garmendia, pintor y militar argentino, al recordar el trágico episodio formuló esta expresión: “No se cómo no murieron”.
Es apenas un pasaje de violaciones y muertes que padecieron las mujeres durante la Guerra Grande, sin olvidar que históricamente desde la antigüedad hasta nuestros días se produjeron femenicidios.
La historia recuerda que Juliana Insfrán de Martínez, esposa del coronel Francisco Martínez, por orden del mariscal López, primero fue violada y después fusilada por la espalda por ser considerada “traidora de la Patria” porque no quiso negar a su marido, quien capituló en Humaitá.
En realidad, la evolución humana es tan lenta que en esta época pos moderna (contemporánea) continúa la violencia contra las mujeres. No sabemos en qué momento es más trágico, solo podemos señalar que la humanidad aún tiene mucho que aprender y tomar conciencia de sus actos, a la luz de la razón, en favor de los seres indefensos.
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En la IV conferencia de Beijing del año 1995 se adoptaron acciones para la igualdad de derechos de las mujeres y los varones en diversos ámbitos: sociales, políticos, educativos, ambientales y culturales
Además de las desigualdades, se puso énfasis en la violencia contra la mujer, consecuencia de la discriminación en materia de leyes y en la práctica por razones de género. En el Paraguay, este año recrudecieron los casos de femenicidios, ultrajes y embarazos de niñas. La sociedad debe replantear y tomar conciencia a fin de prevenir y evitar los atropellos a los seres más vulnerables como las mujeres y los niños. Es lo que corresponde como seres racionales.
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