“Pegarle” o criticar a la senadora Bajac ahora es casi un deporte en las redes. Pero habría que indagar un poco cómo esta señora llegó al cargo, a menos que creamos, como ella, que Dios fue el responsable.
Una versión un tanto verosímil, por antecedentes en nuestra política vernácula y por lo que reveló en su momento la diputada liberal Celeste Amarilla de cuánto tuvo que “poner” para ser incluida en la lista de candidatos, es que de por medio hubo una transacción económica.
Con la senadora Bajac, las iglesias evangélicas pentecostales pusieron un pie fuerte en el Senado. Desde hace tiempo, tenían presencia, aunque procuraron hasta ahora no ser tan evidentes. Diputados y senadores de antes y de ahora, como el exsenador Víctor Bogado y el exdiputado y ahora vicepresidente Hugo Velázquez, organizaron en su momento actos y círculos de oración de tinte pentecostal hasta en la misma sala bicameral del Congreso.
No se atrevieron a ir más allá, tal vez, por un resto de sensatez sobre lo que significa la sede del Congreso, asiento de la institución política que representa a la ciudadanía.
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Bajac no es la ingenua ni personaje que algunos de sus colegas consideraban. Desde que llegó al Congreso, siguió un rumbo preciso ultraconservador. Llegó en la lista del senador Salyn Buzarquis, pero inmediatamente “transfugueó” a la bancada del senador Blas Llano al advertir que con ellos tendría la mayoría para concretar sus planes. A cambio le dieron el título de “líder de bancada”, cargo cuyos deberes y obligaciones desconoce totalmente, por lo cual ningún periodista ha tomado en serio que lo sea y nunca le consultaron nada que tenga que ver con su bancada.
Bajac nunca presentó un proyecto dirigido a mejorar las instituciones democráticas o algo favorable a las personas más desprotegidas. Desde el vamos, emprendió una enérgica cruzada para sacralizar el recinto legislativo. Contrariando el carácter laico de la Constitución y recurriendo a un chantaje pseudoemocional, hizo rezar cada principio de año una acción de gracias a Dios, a todos esos “santos varones y mujeres” en sus bancas.
El 21 de marzo de 2019 consiguió que el Senado se declarara “Provida y profamilia”, con el respaldo de la mayoría. En octubre de 2018 ya había hecho un fuerte lobby para mutilar y anular la ley de paridad democrática. Sus acciones le valieron muchos puntos en su congregación que consideraron bien invertido lo que costó su presencia en el Congreso.
En estos casi dos años de gestión, también se anotó en varios viajes con objetivos religiosos para aprovechar su condición de política y pastora. Este último título la inhabilita constitucionalmente a ser senadora, pero sus colegas prefirieron hasta ahora hacer la vista gorda.
Si no hubiera sido por el contagio del covid-19 su último viaje a Perú, utilizando dinero público, mintiendo sobre su destino y comportándose de manera irresponsable, hubiera pasado desapercibido.
Finalmente, ese episodio sirvió para que todos advirtiesen que en la agenda de Bajac no caben las necesidades del país ni de su gente, sino cumplir con los objetivos de un grupo religioso que desea una ciudadanía dócil que obedezcan designios de un Dios, que solo ellos están habilitados a interpretar.
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