Esperando volver a la “normalidad”

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Durante la discusión sobre la suba de impuestos al tabaco, la soja, bebidas alcohólicas y grandes fortunas, que se dio esta semana en el Senado, uno de los argumentos preferidos de quienes se oponían a las diversas iniciativas fue que era “inoportuno” por la crisis económica que instaló la pandemia del Covid 19.

La discusión sobre la estructura impositiva en nuestro país no es nueva. Se viene debatiendo desde hace años y tiene que ver en el fondo con la estructura de país que queremos o imaginamos, como lo admitieron algunos senadores, tanto quienes apoyaban los impuestos como quienes se oponían tenazmente, siendo estos últimos mayoría.

De un lado y de otro estuvieron los mismos que ya tenían esa postura desde hace tiempo. La mayoría o todos quienes se opusieron a la suba de los impuestos hubieran tenido la misma postura con o sin pandemia y lo mismo puede decirse de quienes estaban a favor.

El debate, no obstante, fue muy interesante porque mostró de manera transparente, al menos de quienes hablaron, la ideología y los intereses que mueven a los parlamentarios.

Uno de los temas que se colocaron en el tapete fue cómo se financiará esta crisis sanitaria y económica. Es decir, de qué bolsillos saldrán los fondos para adquirir los miles de implementos sanitarios para atender a los enfermos y también enfrentar las necesidades de miles de familias paraguayas que quedaron sin el sustento diario al no poder trabajar.

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El Gobierno decidió un rumbo: realizar un tímido recorte de gastos públicos, prometer una reestructuración del Estado y, sobre todo, recurrir a grandes préstamos externos que deberán pagar las siguientes generaciones de paraguayos y paraguayas.

La decisión deja en evidencia que ni por asomo se piensa en tocar la estructura económica y política de nuestro país, sostenida en una cultura clientelista, un plantel de funcionarios públicos que en gran número responden a los partidos políticos.

También significa que seguirán los bajos impuestos para quienes quieren emprender negocios, con el cuento nunca realmente cumplido de que eso atrae inversiones. Habrá poca inversión en educación y salud pública, lo cual mantendrá a la gran mayoría sin condiciones para mejorar su situación y la de sus familias. Recurrirán a polladas o a la solidaridad cuando tengan enfermedades graves o, en el peor de los casos, mendigarán a la seccional de su barrio el cajón para enterrar a sus muertos.

Otro argumento que se escuchó de parte de senadores de Patria Querida fue que mientras no mejoren la gestión y la transparencia en la utilización de los recursos no se le debe dar al Gobierno la posibilidad de recaudar más dinero de impuestos, porque lo malgastará y lo malversará, como lo demuestran algunos ejemplos históricos y recientes.

Con esa premisa, jamás el Congreso debió aprobar la contratación de préstamos internacionales por hasta US$ 1.600 millones y tampoco recortar gastos superfluos para redirecccionarlos al Ministerio de Salud.

En realidad, el Gobierno actual y muchos senadores, incluyendo a varios de la oposición, consideran que ni siquiera esta pandemia –que dejó en evidencia profundas carencias para atender de manera eficaz las necesidades de la gente– justifica pensar en un cambio total del sistema económico y político en el que malvivimos.

Ellos creen, por lo que parece, que estamos bien como estamos y que después de que pase el covid-19 volveremos a la “normalidad” en la que muy pocos seguirán teniendo muchísimo dinero, pagando mínimos impuestos y la mayoría de las familias seguirán siendo mal atendidas por el Estado y tratando de sobrevivir como puedan.

mcaceres@abc.com.py