A esa “enfermedad” –la de la corrupción– ya la conocemos, llevamos décadas nadando en esa cloaca liderada por sinvergüenzas que por años vienen robándonos un futuro mejor en una alianza “público-privada” insaciable, que menosprecia y expone lo más valioso que tenemos: la vida.
Pero dejemos las vueltas. Ataquemos ya las causas de ese mal endémico. Nos estamos tardando en demasía. Pasemos de la indignación a la reacción.
El combate al covid-19 será largo y a medida que se extiende en el tiempo irá haciendo tambalear a gobiernos, pues esta crisis sanitaria global llegó no solo para enfermarnos, sino también para interpelarnos sobre hacia dónde queremos y debemos ir. El escenario es favorable para el poder popular.
La movilización de masas –aunque por ahora físicamente no es posible– con un objetivo claro siempre obtendrá resultado. Así funciona. Cuando quiere hacerse sentir lo logra, aunque sea en forma telemática.
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No perdamos de vista la errada política de contención sanitaria de Brasil bajo conducción del presidente Jair Bolsonaro; y su efecto sobre la estabilidad política. Tiene un país dividido, con la población muriendo por miles a diario y una economía en picada, cuyo coletazo lo vamos a sentir aún más en breve.
Los números hablan. Actualmente, un 50% de los brasileños califica negativamente la gestión del gobernante para hacer frente a la pandemia. Solo un 27% lo aprueba, según reciente encuesta de DataFolha.
En Brasil, la crisis sanitaria pasará. Pero la inestabilidad política que dejará será de consecuencias impredecibles incluso para la región.
En Paraguay fue a la inversa. La buena estrategia sanitaria generó una extraña cohesión entre el gobierno de Mario Abdo Benítez y la comunidad que acató las medidas anti covid-19. Penosamente, en vez de capitalizar esa reacción popular y lanzarse de lleno a combatir la corrupción, esta lo termina por embarrar.
Gobernar con el poder popular le dará más estabilidad a este país, al gobierno, cuyas autoridades están obligadas a repensar el manejo de la política de la salud, más pública y menos privada. Hoy la pandemia es por un nuevo virus; mañana, cuando todo esto quede atrás, precisamos legar a las futuras generaciones un sistema sanitario listo para análisis simples hasta los más complejos tratamientos.