El “Chiqui” Arce tiene el gran mérito de haber conformado un plantel con excelentes jugadores, la mayoría de ellos de la cantera del propio club, y con unos pocos refuerzos de valía. La ventaja que ha tenido Cerro en el campeonato que ganó en forma invicta es que el equipo tiene jugadores que pueden definir en cualquier momento: los mellizos Romero, Beltrán, los mediocampistas Dos Santos y Corujo, además del español Güiza, a pesar del escasísimo tiempo en que el técnico lo pone en el equipo.
Pero el azulgrana tiene dos caras: es un equipo adelante, y otro de medio para atrás. Si la pelota va hacia el área contraria, aparecen los definidores. Pero del medio para atrás el equipo es demasiado previsible. Los mediocampistas y defensores tienen demasiada propensión de mirar para atrás antes que buscar a un compañero adelante, juegan la pelota a rastrón y lateralmente, que en infinidad de casos va a parar nuevamente al arquero Fernández para que este rechace, lógicamente no todas las veces con la eficacia requerida. Un gran jugador como Dos Santos, por ejemplo, cuando recibe la pelota tiene la tendencia de dar vuelta hacia su arco en vez de hacerlo hacia el contrario. Si no lo creen, miren los videos de los partidos.
Cuántas veces se observa que el arquero cerrista le entrega la pelota al defensor del lado derecho, este le devuelve al central, que la pasa al otro central, y este al defensor del lado izquierdo, mediante pelotas lentas, con lo que se le da al equipo contrario tiempo suficiente para armarse en defensa. Realmente, no suelo ver otro equipo que tire tantas pelotas para atrás como el cuadro cerrista.
Pero el esquema de Arce funcionó plenamente en el plano local, beneficiado por la capacidad goleadora de sus delanteros y ante equipos generalmente menos veloces que los que vemos en el exterior. ¿Será que funcionará también contra equipos extranjeros, que generalmente juegan a gran velocidad y la mayoría tienen mayor categoría que los rivales domésticos?
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El “Chiqui” también permaneció fiel a su característica ya demostrada en la selección nacional: no realizar cambios sino cuando el barco ya se está hundiendo. En el partido con Deportivo Cali los mellizos Romero, por ejemplo, parecían jugar sin ganas, sin la explosión conocida en ellos, pese a lo cual uno de ellos fue cambiado solo hacia el final. Los jugadores que ingresan sobre el filo del partido y con el marcador en contra poca chance tienen de mostrar sus cualidades y más bien corren el riesgo de “quemarse” con la hinchada.