El remedio yuyo

Los romanos, los hindúes, griegos, egipcios, los chinos y los guaraní ya usaban los remedios denominados “caseros” y que nunca se encontraban en la casa. Es como el “huevo casero” de la gallina que debe ser traído de entre los matorrales y el monte muy distante de la casa. Pero eso es “huevo de otro costado”.

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Le dicen “medicina de alternativa” al uso de las plantas medicinales, pero en muchos lugares recurrir a las plantas medicinales constituye, hasta hoy, la única alternativa que se tiene para recuperar la salud o evitar las enfermedades.

El propio padre de la medicina, Hipócrates (460-370 a. C), ya curaba y prevenía los diferentes males que apuraban a la gente y anunciaba: “que la comida sea tu alimento y el alimento tu medicina”. Mucha gente tiene aún el privilegio de enfermarse con la ingesta excesiva de alimentos, de comida chatarra y de tener una especie de supermercado en el cuerpo con su ácido úrico, triglicéridos, agua en la rodilla, arenillas, colesterol, clavos en el tobillo y tornillos en la cadera, cataratas, hipertensión, piedras y azúcar en la sangre.

Muchos científicos criollos y extranjeros entregaron al Paraguay sus trabajos con relación al uso de las plantas medicinales. No hay que olvidarse de un Teodoro Rojas, Emilio Hassler, Benjamín Balansá, Moisés S. Bertoni, Félix de Azara, mi profesor Claudio Pavetti, el médico guaireño Juan Vicente Estigarribia, quien curaba con plantas medicinales a Rodríguez de Francia, a don Carlos Antonio López y a su hijo Francisco.

El francés Aimé Bonpland estuvo 9 años en el Paraguay estudiando las propiedades de las plantas nativas, el médico italiano Domingo Parodi llegó acá en el año 1856 y trabajó durante 30 años sobre las especies curativas. El enfermero español Pedro Montenegro, junto a misioneros jesuitas como José Sánchez Labrador, experimentaron con nuestra flora medicinal. No se le puede olvidar al Dr. Dionisio González Torres, ni al brasileño Joaquín de Miranda Velloso, quien escribió dos grandes volúmenes sobre las plantas medicinales del Paraguay y que el Emperador Pedro II los hizo publicar en París en el año 1825, diez años después de la muerte de Velloso, ocurrida en el año 1815.

El Premio Nacional de Ciencia del 2012 lo ganó el Dr. Esteban Ferro y su equipo de Ciencias Químicas de la UNA con el rescate de 80 especies medicinales. La aromaterapia antidepresiva, energizante, estomacal, antidengue y contra la resaca rescatada por el Ing. Agr. Julio Spinzi merece también una mención especial. En el Paraguay la cadena de las plantas medicinales moviliza diariamente casi mil millones de guaraníes.

Una figura olvidada en esto de la “medicina natural” es la de don Julio Sadot Ayala Gómez, nacido en Concepción el 20 de diciembre de 1923. Vivió desde muy joven en la apacible Natalicio Talavera del Guairá donde falleció el 6 de diciembre de 2005. Hijo de Indalecio Ayala y Victoriana Gómez, se casó en Natalicio con la guaireña Silvina Gómez y nacieron sus hijas: Elizabeth, Silvina, Catalina, Mirna y Beda Raquel.

Don Julio dio vida a una de las primeras y tradicionales marcas medicinales del país conocida con el nombre de “Techemi”. Comenzó a trabajar sobre 12 especies desde el año 1960. Le dio el nombre de “chemi” a su “te” por ser un sitio en Egipto en donde por primera vez se mezclaron algunos componentes medicinales. Trabajó con el jaguarete ka’a, el para para’i, pata de buey, cola de caballo, ka’arê, kokû, toro ka’a, llantén, menta’i, ñangapiry, typycha kuratû y el jate’i ka’a.

Una recordación para don Julio Ayala por su pasión y lucha en favor de las plantas medicinales del Paraguay. Lastimosamente ni él, Velloso, Bertoni, Parodi, Bonpland ni Hassler encontraron una planta que cure la ineptitud y la deshonestidad en el Paraguay, pero don Julio procuró mucho con los “remedios yuyos” en un país donde los corruptos y sinvergüenzas crecen como yuyos.

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