El secreto del calzoncillo

El uso de combustibles por parte de las Fuerzas Militares es un secreto. Esta fue la respuesta que dieron al diario ABC Color un mes después de haber pedido los datos usando la Ley de Acceso a la Información Pública, la que tanto cacarea Horacio Cartes.

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El gasoil, las naftas que usan, los litros y kilometrajes son secretos militares. Secretos que de ser divulgados, Paraguay corre el serio riesgo de exponer su política de hidrocarburos y atemorizar el reinado de históricos productores de la OPEP. Secretos que podrían favorecer al EPP para asesinar con mayor crueldad al próximo cocinero que envíen a patrullar.

Cartes y sus militares estiman que dar a conocer cuánto gastamos en naftas y diésel es un secreto estratégico. Y al negar la información pública contribuyen a reforzar las sospechas que tenemos de que están robando a manos llenas aquello que tanto esfuerzo nos cuesta recaudar. Han declarado un carnaval en rubros que no podemos controlar porque dicen que es un “secreto”.

Los militares cartistas –tan generosos ellos– sí permiten que nos enteremos que con nuestro dinero compran costosos perfumes franceses a sus mujeres y delicados calzoncillos para ellos en coquetas tiendas norteamericanas. Generosos con devoción, nos han dejado ver los comprobantes de sus compras con los viáticos.

Uno de ellos se compró en Walmart un boxer (un coqueto calzoncillo “chic” de algodón elastizado); agregó a su canasta bálsamo labial, varios jeans de la marca Levi, algunos de ellos de pierna recta y hasta algunas ropas interiores de franela (pantalones y remeras).

Otro de los militares se compró en el Duty Free del aeropuerto de Washington (EE.UU.) un perfume francés Carolina Herrera de edición limitada de mujer y otro Dolce Gabbana “light blue”, que se comercializa como “de pura sensualidad del mediterráneo para el hombre”.

Un tercero reventó 100 dólares comprando souvenirs en una tienda de la cadena CVS también en Washington DC.

Los militares que nos niegan acceso a cuánto dinero pagamos en combustibles son los mismos que no tuvieron asco en entregar estos comprobantes de viajes. Este dinero es el que tanto sacrificio cuesta recaudar en todas las instancias, el que tanta falta hace para reparar los techos que se caen en puestos de salud y escuelas.

Y quienes lo hacen son los militares que niegan acceso a información pública, espían celulares de periodistas, quienes espían peligrosas manifestaciones estudiantiles y otras más peligrosas convocatorias ciudadanas de protesta. Estos militares que visten el mismo uniforme del Mariscal Estigarribia están convirtiendo sus atribuciones constitucionales de vigilar la soberanía y defender las autoridades electas en letras muertas.

Lo peor es que lo hacen con la bendición del mandamás paraguayo, Horacio Cartes, un empresario que rápidamente va aprendiendo las peores lecciones del peor estilo de caudillaje político: discursear mucho sobre el bien común... y hacer todo lo contrario.

mabel@abc.com.py

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