En medio de la tormenta

“Tras el golpe de Brasil, vienen por Venezuela”. Este es un título que apareció en varios medios luego de conocerse la decisión de suspensión de la presidenta brasileña Dilma Rousseff. Aunque la acusación contra ella tiene que ver con cuestiones relacionadas al manejo del dinero público, la movida tiene como trasfondo la megacorrupción que arrastra a los más encumbrados políticos de ese cuasicontinente, entre ellos al propio expresidente Lula.

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Está claro que los gobiernos de izquierda de la región no están pasando por su mejor momento, así como gobernantes que han dejado el poder. Solo basta con mirar a la Argentina donde se están ventilando día tras día nuevos detalles de numerosos casos de presunta corrupción que están siendo investigados por la justicia y que salpican directamente a la expresidenta Cristina Kirchner y a su hijo.

El caso de Venezuela es tragicómico. Maduro intenta hacer creer al mundo que detrás del quiebre de su país están los intereses capitalistas. Como si los Estados Unidos fueran los culpables de la hiperinflación del 700% que se espera para este año o de los saqueos por la falta de alimentos, medicina y hasta papel higiénico.

El problema de muchos de estos gobiernos pasa por la corrupción galopante que se ha institucionalizado y del prebendarismo extremo financiado con dinero público. Todos han utilizado el mismo esquema: Dinero público para crear fidelidades, con subsidios generosos que se han multiplicado de manera geométrica. Endeudamiento interno y externo o financiación mediante la emisión. Este círculo vicioso tiene sus límites. Todo en medio del saqueo al Estado.

El problema de Brasil en estos momentos es que a consecuencia de estas políticas, el sector público tiene un déficit casi inbancable, la inflación comienza a despegar y el desempleo se multiplica. Los grandes logros en la lucha contra la pobreza tambalean y el futuro es desalentador. En el caso de la Argentina, la nueva administración se ha visto obligada a sincerar los números, lo cual está llevando a una disparada de precios y la fuerte suba de tarifas de servicios y bienes básicos.

Se ha mentido mucho en estos países, con la alharaca de que se redujo la pobreza y se ha acelerado el desarrollado. La inflación es el peor castigo para la ciudadanía, especialmente para los más pobres.

En momentos en que esto ocurre en la región, y principalmente con nuestros dos grandes vecinos, Paraguay mantiene cifras alentadoras en materia económica. Así lo han confirmado las consultoras privadas locales y hasta el propio Fondo Monetario Internacional. La semana pasada la prestigiosa Fundación Getulio Vargas del Brasil nos ubicó como el país con el mejor clima económico en Sudamérica y también lo presenta con uno de los mejores indicadores de expectativa en Latinoamérica.

Esto no significa que se acabó la pobreza, como bien lo reveló también hace unos días la última Encuesta Permanente de Hogares, que muestra una leve reducción durante el 2015. Aún sigue siendo un escándalo que casi 700.000 paraguayos sigan pasando hambre en una de las naciones más productivas en materia agropecuaria.

Hoy, Brasil, Argentina y Venezuela nos ganan por goleada en corrupción y están con sus economías destartaladas. Se debe comprender que aquello que durante tantos años desdeñamos, los tan vilipendiados números macroeconómicos, hoy se constituyen en el pilar que están manteniendo la estabilidad y el crecimiento a pesar del entorno regional e internacional sumamente adverso. Hay que admitir que se han hecho bien muchos de los deberes y que ello debe continuar mediante la presión de la ciudadanía hasta que ningún paraguayo viva en la indigencia.

rsosa@abc.com.py

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