La plastilina que trae cola

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Una excelente persona fue invitada a tomar interinamente el cargo de intendente municipal de Villarrica el 22 de abril de 1936. Después de hacer mucho por la ciudad, presentó su indeclinable renuncia y, por decreto del Poder Ejecutivo del 1 de marzo de 1937, fue aceptado su retiro. Me refería a don Silvio Codas, heredero de lúcidos cromosomas como los de su padre, don Cosme Codas, primer intendente de Villarrica.   

Tenía como Consejo Municipal, que así se denominaba por entonces a lo que hoy es la Junta Municipal, a caracterizados guaireños como el médico Enrique Domínguez (padre de Ramiro) de presidente y como miembros a Adalberto Friedmann, Lázaro Real, Juan Sommers, Alberto Velázquez, Federico Brixner, José Domingo Ocampos, Emilio Barzzi y Ambrosio Amadeo. Estaban como suplentes Eugenio Friedmann, Constante Guggiari,  Francisco y Emilio Mussi, Vicente Chase Sosa y el presbítero Vicente Mussa. Una constelación de figuras villarriqueñas que más diferencia aún nos revela si la comparamos con la mayoría de  las yuntas que hoy calientan sillas en la Junta  Municipal.   

Tras la renuncia de don Silvio fue nombrado intendente de Villarrica el ciudadano argentino José Scarone, quien en los primeros días de enero de 1938 consiguió un préstamo del Estado paraguayo para pavimentar algunas calles céntricas de la ciudad. Y así se pudo asfaltar algunas de las calles de la ciudad. El monto ascendía a 4 millones de pesos, con amortización trimestral en cuotas de 200 mil, con un interés anual del 8% y en garantía quedaban los bienes inmuebles del municipio de Villarrica.   

Pasaron los años y pasaron los intendentes municipales de graduación variada en materia de corrupción, algunos colorados se hartaron desde el cargo en materia de robar y sin rubor alguno hasta volvieron a candidatarse por esa estéril y enfermiza memoria colectiva que muestra el criollo paraguayo y guaireño. Apareció en escena el abogado liberal Federico Alderete Guggiari para romper la larga y putrefacta hegemonía republicana y con su honesto y decoroso gobierno impulsó en el 2004/5 el asfaltado de 121 cuadras a un costo de 39.000 G./m2 que pagó el frentista. Vale un recordatorio por esta gestión a los señores Erwin Kaatz, Raúl Girala y al concejal municipal David Mussi Melgarejo.   

Ahora se iniciaron los trabajos de asfaltar los 10 kilómetros de bulevares interiores que tiene la ciudad y otras arterias como la que lleva al Hospital Regional bajo un arreglo entre el municipio de Villarrica y el MOPC, sin costo para el frentista. ¿Todos contentos con esta obra? Está usted muy equivocado. Algunos desubicados colorados y opositores ven con  aguda conjuntivitis y como campaña proselitista a estos trabajos y "colman" la paciencia diciendo, hasta a través del Facebook, que el asfaltado no pasa de ser una "plastilina". No escapa que sea una inyección política liberal estratégica pero muchos gobiernos colorados no usaron ni engrudo para reparar las calles aunque fuese durante las campañas y períodos eleccionarios. Usaron mucho dinero exclusivamente para llenar bolsillos.   

No importa si el progreso por fin llegó a estas tierras y que conste que asfaltar calles no significa el progreso total, pero no le pongamos el palo a la rueda que hicieron rodar los liberales de Villarrica. Tampoco, y no por poner la tranca, me olvido que en materia agrícola siguen rodando mecánicos que dirigen la agricultura guaireña e ingenieros agrónomos que manejan los proyectos viales. Cosas del liberalismo guaireño…   

A medida que llega este domingo 7 se evalúan las gestiones municipales y escuchamos desde el "no hizo nada" hasta el "nunca hubo otro como él", dependiendo si es opositor o correligionario el opinante. De lo que casi estoy seguro es que probablemente nunca más le tengamos a un Cosme y Silvio Codas, un Juan Scarone, a un Ataliva Araujo, a un Francisco Ruffinelli, un Gilberto Careaga y a un Federico Alderete Guggiari.
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