Las prohibiciones

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(FIRMAS PRESS). Desde siempre las prohibiciones han sido parte de la historia. Una de esas historias es del religioso dominico, predicador y político de Florencia Girolamo Savonarola, a quien se lo conoce no solo como predicador y político sino como el creador de las hogueras de vanidad. Al señor no le gustaban los cosméticos, tampoco los libros y todos esos artefactos que pudiesen ser considerados lujosos o lujuriosos.

El otro cuento de la historia es el de la imprenta. Tremendo invento que ocasionó su prohibición. Era una amenaza y solo habría que preguntarle a Lutero que con el invento logró extender su propaganda y el asunto trajo como consecuencia lo que llaman la Reforma Protestante, el cisma de la Iglesia Católica, dando origen a iglesias con el nombre del protestantismo.

Antes del cura de Florencia y antes del cura Lutero hubo un señor que se llamó Licurgo, el de la Esparta de los griegos. Entre las medidas monetarias prohibió la importación de oro y las fabricó de hierro. Con ello suprimió su valor intrínseco y por tanto el atesoramiento, convirtiendo el mérito y no el dinero en la virtud del hombre, determinó que las comidas debían ser públicas al mismo tiempo y sin diferencias. Por considerarlas como una plaga y temeroso de las influencias externas que pudiesen influir con sus ideas y leyes, decretó la prohibición de los viajes y de las visitas externas.

Por supuesto, después de eso han pasado miles de años y todavía andan por el mundo unos señores que dejan pequeñas a las prohibiciones del pasado.

En la actualidad, en Irán, a las mujeres se les prohíben las uñas largas, los colores brillantes, los tatuajes, las gorras o sombrero sin pañuelo, pantalones jeans ajustados y los cortes de pelo al estilo occidental. A los hombres se les prohíben teñirse el pelo, depilarse las cejas, la ropa estrecha, camisas con mangas muy cortas y joyas. Por casualidad, ¿había jeans en tiempos de Mahoma?

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Además de considerarlo como un comportamiento inmoral, el argumento de estas prohibiciones es para evitar la “invasión cultural”, es decir las influencias culturales del occidente, sobre todo del imperialismo yanqui. ¡Ya lo decía Licurgo, las influencias externas son peligrosas!

En Arabia Saudita, la Asamblea Legislativa emitió un documento en el cual se afirma que dejar conducir a las mujeres supondría el fin de la virginidad, y la Policía para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio dictaminó que una mirada seductora y ojos considerados atractivos deberán cubrirlos para evitar una gran tentación para los hombres. ¡Cuidado con las Evas y las manzanas!

En Indonesia se prohíbe a las mujeres montar a horcajadas en el asiento trasero de pasajero de las motocicletas. “Queremos salvar a las mujeres de cosas que hagan que violen la ‘sharia’. Deseamos honrar a las mujeres con esta prohibición, porque son criaturas delicadas”, ha afirmado el alcalde de la ciudad que ha aclarado que uno de los objetivos de la norma es disuadir a las mujeres del uso de pantalones. ¿La Sharia?

Según cuenta la historia, tampoco había motocicletas en tiempos de Mahoma.

Y en Cuba, no podía faltar, el presidente del Instituto Cubano de Música ha prohibido el reguetón y argumenta que contiene “textos agresivos, sexualmente explícitos y obscenos, que tergiversan la sensualidad consustancial a la mujer cubana”. A propósito, ¿se podría explicar cómo es la sensualidad consustancial de la cubana?

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(*) Periodista y escritora dominicana