Presunción de inocencia

SALAMANCA. O bien nuestros políticos leen los periódicos españoles o bien la famosa globalización hace que la gente recurra a las mismas palabras, a los mismos argumentos y las mismas explicaciones cuando las papas queman. Hace poco menos de un mes, nueve ediles, de diez, que tenía el Partido Popular (PP) en Valencia, fueron imputados por temas relacionados con un gigantesco caso de corrupción. Mucha gente del partido le pidió a Mariano Rajoy, presidente de Gobierno y secretario general de ese grupo político, que tomara medidas disciplinarias en contra de dichos funcionarios. Pero Rajoy se negó a ello amparándose en el principio de “presunción de inocencia”, en tanto no se manifiesten los tribunales y los declaren inocentes o culpables. Pero una cosa es cómo funcionan los procesos jurídicos, y otra muy distinta los partidos políticos, donde la sola sospecha (y en este caso son muchas y muy serias) constituye una mancha muy grande y una fuga de votos considerable. Las últimas elecciones del pasado 20 de diciembre lo han demostrado.

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Este principio de “presunción de inocencia” es el que enarboló María Elena Wapenka, ministra del Tribunal Superior de Justicia Electoral, cuando se la acusó de corrupción al haber cobrado viáticos por cursos que dijo haber dictado en ciudades del interior cuando en esa misma fecha se encontraba fuera del país. El argumento al que recurrió no deja de ser doblemente llamativo, ya que siendo abogada tendría que saber que nada tiene que ver el hecho de que la justicia le impute un delito con que se presuma que es culpable o no. Hasta el momento, todo indica que la presunción de inocencia está en pleno vigor. Si no fuera así, pues ya se hubiera dictado el veredicto y el juez habría dado a conocer su sentencia. Algo así como sucede en “Alicia en el país de las maravillas” cuando el Rey pide que el tribunal que enjuicia a Alicia dé a conocer su veredicto y la Reina de Corazones grita: “No, el veredicto no. ¡La sentencia!”.

El panorama va perdiendo transparencia en lugar de ir ganándola. La reunión de prensa que convocó Wapenka lo demuestra. Los periodistas que asistieron no podían hacer preguntas, “por estrategia procesal”. Los abogados, de acuerdo a una mala imagen que yo tengo, se caracterizan, mayormente, por escribir mal y con un estilo tan enrevesado que nadie termina entendiendo nada. Pero en el momento de alegar excusas y recurrir a artimañas para defender a sus clientes, se pintan solos. ¿Me podría explicar alguien de qué se trata esto de la “estrategia procesal”? Si tan inocente es su defendida, sin tan claro y transparente está todo, ¿qué problemas podrían surgir de lo que le preguntaran los periodistas? Y a propósito de ello, los periodistas tendrían que negarse a asistir a conferencias de prensa en las que no se les permita preguntar, ya que este es, justamente, uno de los objetivos: poder dialogar con la persona indicada sobre un tema preciso.

En vistas a la “estrategia procesal”, los abogados hicieron bien en no permitir que se preguntara nada, ya que algún despistado podría haber intervenido diciendo: “Usted dice que dictó los cursos por los cuales cobró el viático debido pero que en las planillas se equivocaron las fechas. Al firmar los recibos, ¿no se dio usted cuenta de ese error? ¿Leyó usted lo que estaba firmando? ¿Acostumbra usted a leer los papeles que le dan para firmar o no lo hace nunca?”.

Como era de esperar, la señora Wapenka declaró: “Estos actos han dañado mi imagen; mantengo una trayectoria profesional intachable y ostentando el digno cargo para custodiar la voluntad popular”. No hay lugar a dudas que suena no sé muy bien si a discurso épico o discurso populista, que luego termina con que quienes hicieron las denuncias en su contra “son personas malintencionadas”. Esta es una característica de los políticos: ellos nunca se han apartado un milímetro de lo que dicen las leyes, aunque siempre están expuestos a “persecuciones” o bien a “intrigas” políticas de sus enemigos que tienen interés en dañar sus carreras con fines inconfesables. Lo más llamativo de este caso es que da la extraña casualidad de que sus dos compañeros del TSJE, Jaime Bestard y Alberto Ramírez Zambonini, están enfrentando los mismos problemas con la justicia. Hasta el momento, ninguno de ellos convocó a rueda de prensa sin derecho a preguntar, “por razones de estrategia procesal”. ¿Será que ahora tenemos que callarnos todos en nombre de la “presunción de inocencia”?

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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