¿Regreso del bipartidismo?

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Las elecciones generales dieron una victoria clara al Partido Colorado e, inmediatamente, aún antes de comenzar a contarse los votos, cuando las bocas de urna comenzaron a marcar la tendencia, ya hablaban los comentaristas en los medios de comunicación del retorno del bipartidismo.

De hecho el bipartidismo nunca se fue. La composición parlamentaria siempre ha mostrado una clara preeminencia de colorados y liberales inclusive en los momentos en que otras fuerzas emergentes consiguieron mayor proporción de representación en el Poder Legislativo.

Las otras fuerzas políticas siempre han sido minoritarias en el Congreso Nacional, aunque a veces han logrado, de todas maneras, tener bastante poder como bisagra decisoria en los desacuerdos entre los dos grandes partidos.

Desde mi juventud –y de eso hace ya muchos años– uno de los grandes objetivos comunes de quienes nos consideramos independientes, aun teniendo diversas ideologías, ha sido conseguir romper con el bipartidismo.

No es un capricho de “pichados”, como escuché decir a un dirigente colorado, sino un objetivo razonable. El bipartidismo en política, como el monopolio en economía, es una tendencia universal del sistema político actual, la democracia representativa, pero no es en absoluto saludable y es uno de los motivos de que, cada tanto, las democracias padezcan profundas crisis de credibilidad.

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De hecho las gigantes organizaciones del bipartidismo se convierten en sistemas corporativos y dejan de tener contenido ideológico y, lo que es más grave, el poder absorbente de sus internismos y el crecimiento desproporcionado de sus burocracias partidarias termina por aislarlas de la problemática real del país.

Los intentos de romper con el bipartidismo han sido abundantes y casi todos han seguido un ciclo veloz de crecimiento y agotamiento muy similar. Primero fue el Febrerismo, después la Democracia Cristiana, más recientemente Encuentro Nacional y en los últimos tiempos Patria Querida. Conozco bien sus historias porque he colaborado con algunos de ellos.

Conviene aclarar que no incluyo en el recuento al Oviedismo, que también tuvo su momento de auge como fuerza parlamentaria, por tratarse sobre todo, en realidad, de un desprendimiento del Partido Colorado encabezado por un líder disidente.

Cada uno de esos movimientos políticos tuvieron características e historias relativamente diferentes, pero el gran factor común ha sido para todos ellos que, tras un periodo de crecimiento rápido que parecía poder llevarlos a competir de igual a igual con los dos grandes partidos, entraron en un paulatino agotamiento hasta quedar reducidos a minorías apenas significativas y con exigua y a veces inexistente representación parlamentaria.

Sin embargo, el bipartidismo no está nada saludable en Paraguay. Por el contrario, los partidos tradicionales han entrado en una crisis cada vez más profunda hasta el punto que no encuentran figuras convincentes dentro de sus propias filas para proponerlos como candidatos presidenciales.

En el 2008 el candidato con el que ganó la alianza de los liberales y otras fuerzas menores, Fernando Lugo, no era liberal y, ahora, en el 2013, el candidato ganador del Partido Colorado, Horacio Cartes, se afilió al Partido Colorado poco menos que para asumir la candidatura y hasta fue preciso cambiar los estatutos partidarios para que pudiera presentarse a las internas partidarias.

Esa crisis de liderazgo y credibilidad de los grandes partidos políticos que generó la última gran oportunidad desperdiciada de ampliar el espectro político paraguayo y romper el bipartidismo, fue en el 2005. Fue la oportunidad de la izquierda de posicionarse. Fracasó porque su figura principal, Fernando Lugo, fue un mal presidente, pero más aún resultó un mal político.

Ni supo mantener el equilibrio de fuerzas de la Alianza para gobernar, de manera que quedó sin ningún respaldo parlamentario, ni fue capaz de unificar y consolidar las propias fuerzas que lo apoyaban, sino que acabó dividiéndolas y dispersándolas, hasta el punto de que se presentaron a las elecciones en cuatro o cinco listas distintas, algunas de ellas meramente testimoniales.

Lugo afirma que lo traicionaron y es posible que tenga algo de razón si tenemos en cuenta que, en su intento por traicionar y manipular a todos, terminó por traicionarse a sí mismo… En su gobierno perdió el apoyo parlamentario, en las elecciones perdió el apoyo de gran parte de sus seguidores que respaldaron la candidatura de Ferreiro.

En todo caso, el bipartidismo sigue teniendo vigencia en Paraguay porque nunca la ha perdido, pero cada vez está más enfermo, cada vez los grandes partidos tienen menos que ver con los ciudadanos y cada vez les resulta más difícil encontrar candidatos convincentes dentro de sus filas.

rolandoniella@gmail.com