Salvar al barrio

Supongamos que vivimos en un barrio en el que se van produciendo con frecuencia cada vez más problemas.

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De un día para otro los recolectores de basura ya no pasan por el lugar, las calles cada vez están en peor estado, la basura se va acumulando y los focos del alumbrado público se van quemando sin que nadie los reemplace, mientras que la oscuridad va sirviendo de amparo a traficantes y peajeros, que con el tiempo se transforman en ladrones de las casas del barrio, para mantener en permanente zozobra a toda la vecindad.

Pero en lugar de intentar unirse y enfrentar los problemas, organizados, exigiendo reacción y solución a los responsables, los vecinos solo ven como salida el aislarse en sus casas, colocando rejas, candados y alambres electrificados para tratar de espantar, cada quien a su modo, a los verdugos del barrio.

El desenlace de la historia es previsible, si todo continúa de esa manera los delincuentes seguirán instalados allí, sometiendo a los más débiles sin que nada cambie, mientras rige una especie de sálvese quien pueda entre los vecinos.

Francamente creo que nos hicieron llegar a este punto, en el que cada quien cree que solo puede solucionar los problemas a su modo, sin pensar en que esos peajeros del barrio nos pueden tener todavía aún más cautivos.

Esta semana fuimos testigos de cómo una organización criminal volvió a poner las reglas de juego, al decidir cuándo y cómo liberaría a dos de sus víctimas.

Más triste aún fue el escuchar a don Abrahán Fehr padre, agradecer a esa organización criminal por haberle informado sobre la fecha de muerte de su hijo en cautiverio.

¿En qué nos convertimos? ¿Cómo puede ser que un grupo tan reducido y que actúa en un perímetro bien definido, ponga en zozobra a todo un Estado, mientras la Fuerza de Tarea Conjunta dispone de cada vez más presupuesto para enfrentarlo?

Hay muchas teorías sobre infiltración en las fuerzas públicas, corrupción y complicidad con otros grupos criminales de la zona; pero más allá de ellas lo que no se puede negar es que han pasado presidentes de diferentes signos y grupos políticos, y lejos de debilitarse, esta organización parece haberse fortalecido.

Lo que queda, exigir un gran acuerdo nacional a los principales líderes políticos del país, para que más allá de las mezquindades de la politiquería se establezca una agenda de prioridades nacionales, que esté blindada de las coyunturas, con un compromiso público de respaldarla independientemente de quien esté en posición de gobierno.

Alguno dirá que es una ingenuidad, pero si nos seguimos mirando el ombligo jamás vamos a entender que esto es mucho más que Marito o Efraín, que Cartes o que Lugo. Se trata del futuro de todos nosotros.

Hoy están dadas las condiciones para que quienes aparecen como candidatos de esos grupos políticos, pacten un acuerdo nacional.

Ambos mantienen una buena relación personal, y si son lo suficientemente inteligentes como para que sus entornos no los devoren, podrían establecer ese compromiso de trabajar en temas que beneficien a todos.

Un gran acuerdo que ponga en primer lugar al país, con temas bien definidos y objetivos concretos.

Nada se pierde con intentarlo.

Liderazgo, del que construye. Finalmente, de eso se trata la política.

guille@abc.com.py

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