Tecla de la música errada

La tasa de interés de las tarjetas de crédito, el precio de la carne en el supermercado, la cotización del dólar respecto al guaraní, la póliza del seguro para el auto, el alquiler de un departamento, la tasa de interés de un crédito de consumo, el precio del tomate en el mercado, la tasa que paga el Banco Central del Paraguay por los IRM, el seguro médico, el precio de una propiedad sobre Aviadores, el costo de la entrada del partido cuando juega la Albirroja.

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En las sociedades democráticas y de mercado en la que vivimos existen cientos de miles de precios. Ante tanta complejidad y tecnicismo, regular los precios no sería una tarea tan sencilla. Las numerosas experiencias de sociedades que intentaron lo confirman. El fracaso está a la vista.

Controlar el precio del dinero o tasa de interés es aún más complejo que la de mantener a raya los precios de los artículos, no solo por tratarse de un bien intangible, sino porque el precio del dinero o tasa de interés surge en la interacción con uno de los actores más importantes de la economía; el sistema financiero. Los bancos cumplen la vital función de un puente que une dos extremos de la economía; los depositantes y los prestatarios o sectores que requieren de fondos para financiar el consumo, la inversión y la necesidad de capital operativo.

Para ponerlos en términos gráficos, el sector financiero actúa como el Puente Remanso, pues conecta dos geografías económicas para que convivan en estrecha armonía. Construir, mantener y vigorizar este puente requiere de un conocimiento técnico muy especializado, razón por la cual en las sociedades modernas y democráticas es delegada enteramente a los bancos centrales.

En Paraguay, nuestro marco legal recoge las mejores prácticas internacionales en esta materia, así como interpreta las distorsiones ocurridas en nuestro peregrinar histórico. Es así que el marco legal del BCP y de la Ley de Bancos, le otorgan a la autoridad monetaria un nivel elevado de autonomía o independencia de las injerencias políticas para orientar su conocimiento técnico y especializado, y así preservar la estabilidad del guaraní respecto al dólar, lograr una inflación baja, y un sistema financiero que pueda vigorizarse, ensancharse y llegar a todos los estratos de la sociedad, logrando que las empresas y personas, que anteriormente no estaban formalizadas y eran sometidas a condiciones crediticias extraordinariamente desfavorables, puedan ingresar al circuito económico formal, y por medio de los instrumentos financieros regulados, sean capaces de ampliar la capacidad productiva de las empresas y mejorar las condiciones de vida de las personas.

¿Qué pasaría en una sociedad que da vía libre para que sus parlamentarios comiencen a modificar o diseñar el puente económico de un país? ¿Qué sucedería con la autonomía del Banco Central del Paraguay en la medida en que el Congreso Nacional le encuentre el gusto a apretar las demás teclas de una música que fue recibida con aplausos por algunos sectores de la sociedad? ¿Por qué no pensarían en apretar las demás teclas? ¿Acaso esto no es ciento de veces más sencillo que emprender las verdaderas reformas que tanto necesita nuestra nación para que deje de ser uno de los países menos competitivos del mundo y más pobres del planeta?

El enrarecido contexto en el que repentinamente está surgiendo, ocurre justo cuando el Banco Central del Paraguay está en proceso de modernizar el marco legal del sistema bancario y fortalecer su nivel de institucionalidad y autonomía por medio de una nueva carta orgánica.

Se presenta como una paradoja infortunada, que por un lado pretende dotar de mayor institucionalidad a la autoridad monetaria y propiciar un marco de mercado para afianzar el proceso de fortalecimiento del sistema bancario nacional y, por el otro lado, se toman medidas anticipadas que vulneran la competitividad de un instrumento que no solo es de crédito sino también de medio de pago.

Cuando dejamos que nuestros ciudadanos sin conocimientos especializados comiencen a edificar el puente de la economía, nos enfrentamos ante un escenario donde todos perdemos; se obstruye el proceso de consolidación de la bancarización que tanto beneficio ha traído, se vulnera la independencia del Banco Central, y se crea una sensación de que el Congreso ya encontró el gusto para tocar la música equivocada.

(*) Economista

jose.cantero@interfisa.com.py

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