Ykua Pytã no se toca

No sé si el Ykua Pytã de Villarrica está atado a mi vida o yo a la de él. Ese parque se cruza conmigo, mis bisabuelos, abuelos, mis padres y mis hijos desde hace muchos decenios. Fue usado por el poeta guaireño Manuel Ortiz Guerrero para escribirle los versos de “Nerendápe aju” a mi bellísima tía abuela Iluminada Arias. Esta historia de un amor imposible siempre incluyó una ventana, una noche de serenata y el rumor del agua del ykua en el parque donde se escribieron los versos.

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Dicen que cuando estaba yo a punto de nacer, los inconscientes de mi padre y mi tío Gardo le hacían subir y bajar a mamá una empinadísima pendiente que bordea el estadio Ykua Pytã. Así que el parque Manuel Ortiz Guerrero forma parte de mi tradición y cultura, como forma parte de las de miles de villarriqueños. Nuestras infancias están marcadas por las carreras en bici por ese empinado camino. El estadio ha albergado cualquier actividad que se preciara de trascendente para nuestra pequeña comunidad: desde festivales hasta fiestas y campeonatos deportivos.

Podría usar todas las páginas de ABC de hoy –incluyendo los clasificados y los avisos fúnebres– para explicar por qué el Ykua Pytã es el pulmón ecológico, social y cultural de los villarriqueños. No hay un solo habitante de esa ciudad –vivo o muerto– cuya vida no haya transcurrido en el parque, su lago y su estadio.

Dicen que en 1970 se arrendaron parte de estas tierras del parque al señor Nery Filemón González, exintendente colorado de Villarrica, hoy concejal y padre del actual titular de Conatel. El objetivo era que pusiera la antena de su radio.

La sorpresa de los villarriqueños llegó cuando nos enteramos de que las tierras que suponíamos públicas fueron tituladas a nombre del señor González. Y el mayor mazazo a la ciudadanía sobrevino cuando nos enteramos de que esas tierras –arrendadas al señor González para que pusiera la antena de su radio– fueron vendidas al grupo empresarial Vierci para construir un supermercado.

Cualquier tipo de intervención destruirá para siempre el paisaje del Ykua Pytã, pero además destruiría unos valiosos humedales sobre los cuales se asienta el parque. Se dice que en 1876, tras una prolongada sequía, fueron estas aguas las que salvaron a los vecinos.

Hemos logrado salvar Cerro León con grandes movilizaciones; “Cerro León no se toca”. Ahora, a punto de consumarse el despojo de un santuario natural que es el pulmón de Villarrica, nuestras autoridades comunales de la mismísima ciudad y todas las que debieran velar por los intereses de la ciudad están haciendo la vista gorda.

Ya no quiero hoy rogar a las autoridades que cumplan con su deber de proteger nuestro patrimonio porque parecen más supermercadistas que el propio dueño. Prefiero rogar al dueño del proyecto, en nombre de la identidad a la que tenemos derecho los villarriqueños y nuestros hijos, que no nos arrebate nuestro parque. La ciudad acogerá con gusto y ansias de progreso todos los supermercados que quiera... pero no nos arranque de un zarpazo esas tierras: Allí está nuestra historia y el lugar más lindo de toda Villarrica.

mabel@abc.com.py

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