“Hay que estar alertas para enfrentar a los autoritarios”

En pocos días más, el 3 de febrero, el Paraguay celebra 30 años de democracia, con sus luces y sombras, pero en libertad. Miguel Abdón Saguier, uno de los otrora opositores a la dictadura más representativos, analiza el tiempo pasado y observa con optimismo el futuro pero advierte: hay que estar alertas frente a los autoritarios que están siempre al acecho para capturar el poder en el menor descuido.

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–En pocas semanas más se cumplen 30 años de democracia. ¿Cuál es el balance de uno de los hombres más perseguidos por la dictadura? 

–Yo pertenezco a una generación que vivió más tiempo de su vida bajo regímenes dictatoriales. Prácticamente fui concebido bajo dictaduras. Recién conocí lo que es la democracia con la destitución del dictador en 1989. Y por encima de las anécdotas, el principio de sustentación y de actuación de la dictadura fue el estado de sitio permanente. Todos éramos sospechosos de ser subversivos. Cualquiera podía ser apresado sospechoso de incurrir en inconductas desestabilizadoras. Era la desnaturalización de la convivencia pacífica de una sociedad. Y ahí se nota la falacia de la bandera que enarbolaba el “dictador de la paz”… 

–“De la paz y la tranquilidad”… 

–(sonríe melancólico) Sí, “la paz y la tranquilidad”… Rousseau decía que también en los calabozos hay tranquilidad. Y esa era la paz que ofrecía el dictador Stroessner. Al lado de eso estaba el terror, el temor. Se llegó a negarles a los paraguayos, a los que no pertenecían al sector stronista, el derecho elemental de vivir en su tierra. Había exiliados que estuvieron más de un cuarto de siglo fuera del país. Tenían prohibido volver. Es más, inclusive se prohibió a los amigos, parientes y correligionarios a repatriar los restos de paraguayos ilustres, como es el caso de José Asunción Flores o de Eusebio Ayala… 

–O Méndez Fleitas… 

–Era la negación más bárbara que se le puede hacer a un ser humano… 

–El “precio de la paz”, como le decían… 

–No, “el precio de la paz” era la corrupción y el contrabando. En un sistema dictatorial se bastardean, se desnaturalizan todos los principios. En nombre de la libertad de prensa se clausuraban periódicos, radioemisoras. Se perseguía a sus directores, a sus periodistas. En nombre de los derechos humanos se torturaba y se practicaban desapariciones de personas. En nombre del progreso, en 35 años de dictadura no se construyeron más de 1.500 km de ruta asfaltada. Usted cruzaba a la provincia argentina de Misiones y podía ver que en cinco años hacían más de 1.500 km… Recuerdo las últimas elecciones de Stroessner… 

–Febrero de 1988… 

–Ganó por el 88% de los votos. Vivíamos bajo un régimen en el que todos estábamos alienados. Teníamos todos una falsa conciencia y eso ha impedido, y de alguna manera sigue impidiendo un funcionamiento más eficiente de la democracia en el Paraguay. Y la rémora es la corrupción. El régimen stronista era medularmente corrupto. La Corte Suprema de Justicia dependiente del dictador nunca concedió un habeas corpus en 35 años… 

–¿Cuántas veces estuvo preso? 

–Tantas veces…, ya ni me acuerdo. Los detalles deben estar en los Archivos del Terror. Hay paraguayos que estuvieron mucho más tiempo que yo y peor que yo, cientos de paraguayos… 

Yo empecé la escuela bajo la dictadura. Seguí la secundaria y terminé la universidad bajo la dictadura. En esa época, los estudiantes opositores –sobre todo de Derecho– teníamos que estudiar, trabajar y teníamos que escondernos al mismo tiempo de la Policía. El primer cargo público que yo ejercí fue el de convencional nacional constituyente (en 1992) en un contexto absolutamente libre, muy distinto al de la Constitución stronista de 1967.

–La del 67 fue en el Teatro Municipal. Estaban todos los partidos… 

–Sí, llámele como quiera. Pero esa constituyente fue fundamentalmente convocada para la perpetuación de Stroessner, y sesionó bajo el estado de sitio. Se hablaba, se debatía sobre derechos humanos, y ahí, a 50 metros estaba el Departamento de Investigaciones de la Policía atestada de presos políticos en condiciones infrahumanas. Había exiliados, la prensa amordazada… 

–A la gente de hoy le puede parecer un cuento… 

–Es muy distinto el Paraguay de hoy al de la época de Stroessner. Hoy vivimos en plena libertad. El ejercicio del comercio, la economía, el ejercicio de la profesión es mucho más amplio. Eso no significa que no haya retardatarios y nostálgicos de la dictadura que siguen practicando discriminaciones y que siempre están acicateando para volver a esas viejas prácticas, con formas más refinadas adaptadas a los tiempos del siglo XXI. No podemos olvidar lo que quisieron hacer en el 2017 cuando el Gobierno de turno quiso modificar la Constitución para establecer su continuidad a través de una enmienda (del Congreso). Ese es un ejemplo claro de que hay gente que está tratando de volver a esos capítulos oscuros de la perpetuación en el ejercicio del poder. El precio de la democracia es el de estar permanentemente en guardia, siempre alerta para enfrentar los ataques de los autoritarios, como ocurrió en el 2017, en marzo y abril, lo que intentó hacer el señor Cartes. Ahí podemos apreciar también un fenómeno sumamente positivo: la movilización de la sociedad civil para arrancarles la cabeza a los sinvergüenzas que quieren encaramarse en el poder para su propio provecho. Ahora, hay otro aspecto también que tenemos que considerar muy seriamente, el tema social. Sin lugar a dudas, la economía paraguaya creció pero no hay desarrollo. El desarrollo económico significa justicia social… 

–Hay mucha desilusión. El crecimiento no llega, el desempleo aumenta, la lucha contra la corrupción pierde fuerza… 

–Cualquiera se puede dar cuenta cómo creció la agricultura, la ganadería, la industria... Pero ese crecimiento queda concentrado en una pequeñísima proporción de la población paraguaya. De otro lado también, yo creo que un factor muy importante para lograr el desarrollo es superar esa mentalidad entreguista que tenemos a la hora de desarrollar una política energética que apunte a que el Paraguay pueda hacer respetar sus derechos en Itaipú y Yacyretá. Acá tenemos que definitivamente desarrollar una política social y económica que sea para beneficio de la mayoría y sobre todo para un futuro en el que podamos ejercer una plena soberanía energética… 

–La izquierda proclama que el fracaso político no puede separarse del fracaso del modelo económico “neoliberal”… 

–Mire. Eso del “neoliberalismo” es un cliché con la pretensión de invalidar políticas económicas que han dado resultados. ¿O por qué se derrumbó la Unión Soviética? ¿Fue por una invasión exterior que tiró un bombazo para destruir el régimen soviético? No. No pasó nada de eso. Fracasó y vino la libertad. Lo mismo está ocurriendo en China. Deng Xiaoping, cuando presentó su proyecto de reforma y apertura fuera del modelo socialista-marxista le dijo a sus críticos: “A mí no me interesa que sea blanco o sea negro. A mí me interesa que el gato cace ratones, porque tenemos que dar de comer a 400 millones de muertos de hambre”. Acá necesitamos una distribución de la riqueza más amplia y democrática.

–¿Cuáles son los nuevos retos de la democracia? 

–La falta de seguridad. Antes estábamos recluidos para la vida interior porque existía el estado de sitio, y hoy estamos sitiados por la actividad siniestra del crimen: el caso del EPP (autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo), el Comando Capital, el Comando Vermelho que tienen sus tentáculos en la Policía y el Poder Judicial y dentro de la Fiscalía. Si no podemos desmontar eso, claro que nuestra democracia va a ser fácilmente objeto de un asalto de esos que están al acecho siempre… 

–Por lo menos los políticos respetan más las movilizaciones populares… 

–Hay que reconocer que la vanguardia de la democracia hoy día es la prensa para motorizar esas movilizaciones. Todo esto que ha venido ocurriendo en estos dos años ha sido por la presión ciudadana: el fiscal general del Estado preso, senadores, diputados... Existen todavía algunos que están siendo protegidos por el hamponismo, por la solidaridad entre miembros de partidos, cómplices de delitos, cómplices de corrupción...

–¿Cuál es su interpretación de la elección de un presidente que nació en la cuna de la dictadura y fue votado porque justamente fue uno de los que estuvo en la oposición contra la reelección de Cartes? 

–Eso es muy valioso sin lugar a dudas. Hay que reconocerle a Mario Abdo su compromiso, en un momento de riesgo del proceso democrático. No es nuevo en la historia de los procesos políticos la aparición de notables. Hay muchos otros casos. Ocurrió en la Independencia de Estados Unidos. Conste que entre los que querían quebrar nuestro proceso estuvieron connotados representantes de la oposición.

holazar@abc.com.py

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