Iglesia Católica aprende de sus errores e insta a no temer a la ciencia

Galileo Galilei, quien es probablemente el gran padre de la ciencia moderna, era un hombre profundamente creyente y católico, como la mayoría de los sabios occidentales de su tiempo. Sin embargo, sostenía que las Sagradas Escrituras enseñaban cómo llegar al cielo, no cómo es el cielo. Su curiosidad y atrevimiento le valieron tristes persecuciones y una condena en 1633, que solo se conmutó a medias en 1992, más de 350 años después. En parte, la Iglesia ha aprendido de sus errores, aunque no todos sus fieles se dan cuenta de ello.

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Por ejemplo, la Iglesia Católica considera que la teoría de la evolución como motor del desarrollo de la vida y la teoría del Big Bang como explicación de la naturaleza del universo no se contraponen a su idea de un Dios Creador.

Galileo

Pero no siempre fue así (y no siempre es así hoy mismo) como la historia de Galileo no nos debe permitir olvidar.

Galileo era un profesor y gran aficionado a las observaciones a través de un nuevo instrumento desarrollado por él mismo: el telescopio.

Sus observaciones y reflexiones pronto le llevaron a conclusiones que ponían de cabeza la física dominante de la época, que era la filosofía natural aristotélica.

Aristóteles consideraba que solo existían cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua. Y como la tierra era el elemento más pesado, era el que debía estar en el centro de todo. Esta noción fue “cristianizada”, ya que era plenamente compatible con la idea cristiana del hombre como centro del universo.

Pero Galileo miraba las estrellas con su telescopio, la inmensidad y densidad de la Vía Láctea, y se daba cuenta de que la Tierra no podía ser el núcleo de todo aquello.

“No puedo creer que haya quien considere razonable y creíble que la esfera celeste sea la que dé vueltas y que el globo esté en reposo”, se dice en su Dialogus.

Primero lo mandaron callar y, tras la publicación del Diálogo sobre los dos Principales Sistemas del Mundo, en 1632, en medio de un contexto de fuertes presiones políticas y religiosas que afectaban al papado de la época, fue obligado a abjurar de sus opiniones y condenado a prisión domiciliaria perpetua.

Como señala el padre jesuita George Coyne, director emérito del Observatorio Vaticano, el mayor castigo y la peor injusticia fue el haberle prohibido continuar sus investigaciones. “Esto fue una tragedia para Galileo, para la ciencia y para la Iglesia”.

Cambio de actitud

Un símbolo del cambio de actitud se produjo en 1891, cuando el papa León XIII instituyó el Observatorio Vaticano justamente para contrarrestar acusaciones de oscurantismo y declaró que “la Iglesia y sus pastores no se oponen a la ciencia verdadera y sólida, ya sea humana o divina, sino que la abrazan, la impulsan y la promueven con la máxima devoción”.

En una reciente publicación del Observatorio Vaticano (Los cielos proclaman tu gloria, editorial Montecarmelo, Estado de la Ciudad del Vaticano, 2009), los padres jesuitas Christopher Corbally, actual vicedirector del Observatorio, y Guy Consolmagno, uno de sus más prominentes investigadores, señalan que “mientras en el siglo XIX la Iglesia tuvo que recordar a los científicos que no tenían nada que temer de la religión, en la actualidad nuestra misión consiste en recordar a los practicantes que no tienen nada que temer de la ciencia”.

“Demasiado a menudo en la Iglesia, la gente se ha visto obligada a elegir entre ciencia y religión. Las personas que conocen su fe se sienten a gusto con ella y esa es su elección. Como resultado, hay gente que se siente forzada a alejarse de la ciencia, lo cual es una tragedia, ya que el estudio de la creación es un camino maravilloso para avanzar en el conocimiento del Creador”, añaden.

Corbally y Consolmagno advierten que la Iglesia Católica rechaza la “literalidad” bíblica. “La Biblia no es un libro de ciencia (...). La Biblia nos enseña quién creó el universo; la ciencia nos enseña cómo lo hizo”.

Estas palabras recuerdan exactamente a las de Galileo hace cuatro siglos. Muchos católicos hasta hoy lo pierden de vista al rechazar avances científicos como enemigos de su fe.

El Big Bang y la evolución

El físico y sacerdote jesuita William Stoeger explica en su artículo “¿La Cosmología del Big Bang está en Conflicto con la Creación Divina?”, cuál es la posición de la Iglesia sobre la teoría de que el Universo emergió de un estado extremadamente caliente y denso hace 14.000 millones de años y que desde entonces ha estado expandiéndose y enfriándose gradualmente. Subraya que esta teoría, conocida como del Big Bang, no es contradictoria con la idea de un Dios creador, como tampoco lo es la evolución biológica. Ambas, señala, son complementarias a la creación divina entendida como creatio ex nihilo, que sugiere un ser superior que dio inicio y orden a todo a partir de la nada.

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