Se supone que la noche es de la televisión; que sus entretenimientos anulan o ensombrecen cualquier intento radial por competir con ella. Nicolás supo imponer, a puro pulmón y talento, su estilo atractivo, a veces divertido, a veces grave y reflexivo, pero siempre agradable.
Era una compañía amena y acogedora para las muchas personas que estaban o se sentían solas. Era un refugio para el oyente, hombre o mujer, que prendía la radio como quien abre una puerta para acomodarse y ver pasar las madrugadas con sus muchos sucesos, ideas y pensamientos.
No había tema que no tratase con sus oyentes que participaban con interés y entusiasmo con el ritmo marcado por Nicolás. No procuraba, o parecía no procurar, la amenidad de su charla que brotaba del corazón cuando traía alguna anécdota que ponía a prueba la solidaridad de sus oyentes.
Hombre inquieto, se interesaba también por la suerte de los niños desde el deporte. En un barrio de Ñemby mantenía una escuela de fútbol donde se aprendía, antes que nada, a ser ciudadanos. Colaboraba con la escuela vecina con materiales didácticos convencido de que la educación, unida al deporte, redundará en inimaginables beneficios para su comunidad.
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Pero por encima de todo, Nicolás Argüello era un hombre de radio. Rara vez un lugar común tiene el significado de una definición exacta: el Paraguay perdió a un gran profesional de la radio y a una gran persona.
Lleguen para sus deudos nuestras sentidas condolencias.