Robo electoral a Argaña en el 92 signó de gran violencia el país

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Dos hombres de mucha influencia en el robo de la victoria de Luis María Argaña en el 92 han asumido su responsabilidad en el evento e involucrado también a Lino Oviedo. Hasta ahora no se abrió proceso judicial alguno. El robo electoral signó tiempos de saqueos, violencia, amenazas golpistas y la tragedia del marzo paraguayo. La década violenta.

Blas N. Riquelme, en una reciente entrevista con el periodista Rubén Velázquez, del diario La Nación, lo dijo de nuevo: en las elecciones internas coloradas de diciembre de 1992 ganó Luis María Argaña. Blas N. admitió, como ya en el 2007 lo había declarado el senador Juan Carlos Galaverna, que ellos, el entonces oficialismo colorado, le robaron la victoria. También como aquella vez en que Galaverna, que entonces se manejaba como pez en el agua dentro del sistema político paraguayo, esta vuelta hubo denuncia ante el Ministerio. Las cosas por el lado judicial parecen un laberinto muerto.   

En ambos casos se alude a la complicidad de Lino Oviedo, que en dicha fecha se desempeñaba como el hombre fuerte del Ejército paraguayo.   

Durante aquellos episodios, Blas N. Riquelme era el presidente del Partido Colorado.   

El 28 de diciembre, el Día de los Inocentes, el extinguido diario Noticias, en su portada completa declaraba ganador inobjetable a Luis María Argaña. ABC color señalaba en titular que Argaña aventajaba en las internas coloradas. El entonces vespertino Ultima Hora, ya con más datos, marcaba una tendencia considerada inexorable con los primeros cómputos del tribunal electoral partidario. Con un alto porcentaje de datos computados, Argaña sacaba entonces unos 15.000 votos de diferencia, con la posibilidad de que pudiera crecer con los próximos números según las tendencias.   

En la cabeza de la dirigencia y del pueblo colorado, en su mayoría, la victoria del ex presidente de la Corte Suprema de Justicia en los últimos años de la dictadura stronista era evidente, inobjetable y por lo tanto inapelable.   

Ya el miércoles 30, Argaña se sumaba a su primer debate presidencial por la televisión con el entonces líder emblemático del PLRA Domingo Laíno y el efervescente Guillermo Caballero Vargas.   

Al conocerse la victoria de Argaña, Domingo Laíno había dicho que en política no todo era dinero, indicando que Argaña le había ganado a Juan Carlos Wasmosy y a todo el aparato económico oficialista.   

"No contaban con mi astucia"

Pero esa victoria evidente, inobjetable en sus primeros días, se iría desdibujando en las semanas venideras, hasta convertirse en voluntad de papel.   

Con una extraordinaria maniobra el oficialismo colorado, liderado entonces por el presidente Andrés Rodríguez, y capitaneado en el Ejército, con fuerte participación en las internas, por Lino César Oviedo, se logra torcer el voto de la gente en el tribunal electoral partidario y se lo declara ganador a Juan Carlos Wasmosy. "Ganó el muerto", titulaba el escritor, también fallecido, Helio Vera, en un comentario en Noticias, recordando aquella leyenda de cuando se le dio ganador al gallo de un comisario, muerto en la riña. En el mismo día, en otro comentario, Marilut Lluis O’Hara recordaba la misma leyenda. Paradójicamente, ese mismo año, pero en sus principios, se había aprobado la nueva Constitución Nacional, que sucediera a la establecida durante el régimen de Alfredo Stroessner en 1967.   

En el marco de este nuevo pacto político que declaraba al Estado paraguayo un estado social de derecho, abrigaba todos los derechos humanos fundamentales, protegía las libertades públicas de manifestación, expresión y organización, se consumaba una gran derrota de la voluntad popular ejercida a través de los votos, establecido en la Constitución la madre de la democracia.   

El oficialismo le respondía de esta manera aquella posición  del argañismo, durante la convención, de bloquear, haciendo mayoría con los liberales y otros sectores, la reelección de Andrés Rodríguez.

De la vuelta de tuerca en el Tribunal Electoral, el Partido Colorado se juega con un candidato debilitado las generales de mayo del 1993. "Naiporãi la jaguerekóva, pero ivaive la ndajaguerekóirõ" (es malo el (candidato) que tenemos, pero es peor no tener candidato), declaró, a días de ungirse a Wasmosy como candidato, el presidente del partido, Blas N. Riquelme. Ya de cara a las generales del 93, declararía: "Ñatrampeáta lo mitã".   

La apertura política había parido su primer muerto, en un episodio que marcaría los años venideros a sangre y fuego.

jbenegas@abc.com.py
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