Hoy se conmemora el Día Internacional de los Pueblos Indígenas y debido al covid-19 la fecha encuentra a los pueblos indígenas de Paraguay en una situación aún más crítica que la que soportan hace décadas. “Este año es mucho peor, encuentran a las comunidades indígenas evidenciando los años de despojo, de padecimiento, de vulneración que han sufrido y siguen sufriendo”, explica la abogada Adriana Agüero de la organización Tierra Viva, desde donde monitorean la situación de 44 comunidades indígenas de Presidente Hayes, Alto Paraguay y también Boquerón.
Aislados en sus comunidades por el paro sanitario, las mujeres ya no salen a ofrecer sus artesanías y los varones, jornaleros de estancias en muchos casos, dejaron de trabajar. Ahora las mujeres se rebuscan por pescados en unos pocos tajamares que sobreviven a la sequía, pero es insuficiente.
Alimento es la urgencia
“Cuando no hay alimentos la mujer es la que queda afuera de la distribución, si tiene seis hijos siempre se queda atrás porque primero tienen que comer sus hijos y por eso digo que sufren mucho más ellas”, describe Bernarda Pesoa, madre de cinco niños, lideresa de la comunidad Santa Rosa del Pueblo Qom.
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Agüero explica que en la dinámica indígena las mujeres son las encargadas de administrar los alimentos. La mayor urgencia ahora es la comida, dice Angelina Barrientos de la Organización de Mujeres Guaraní de Macharety Laguna Negra. A casi mes y medio del inicio de la cuarentena los kits recién comenzaron a llegar esta semana a unas pocas comunidades. Además son kits de 20 y no de 40 kilos como les habían prometido.
Bernarda Pesoa y Angelina Barrientos cuentan que los indígenas fueron excluidos de la posibilidad de recibir ayuda mediante los programas Ñangareko y Pytyvõ. Las autoridades locales argumentaron que en el Chaco no existen supermercados como en la Región Occidental y que el acceso a celulares e internet es casi nulo.
Gobierno excluye
“Hay un grave problema y es que todas las medidas del Gobierno excluyen a los pueblos indígenas, porque son medidas pensadas desde la occidentalidad, sin tener en cuenta la interculturalidad”, puntualiza Agüero de Tierra Viva. Esto también se traduce en poca información, clave en situaciones como esta. “Por medio de la televisión algunos que otros entienden lo que expresa el Ministro de Salud pero otros no, entonces para ellos no es nada, pero para nosotros es muy peligrosa la enfermedad. Estamos preparados para ver si va a pasar nomas esta pandemia o nos va a liquidar”, dice Pesoa.
La despreocupación del gobierno por los pueblos indígenas es tal que dicen que no saben a cuál hospital deben acudir si se presenta un caso sospechoso. Además saben que los puestos y hospitales de la zona no cuentan con equipos, que los médicos y enfermeras todavía no tienen elementos de bioseguridad. Barrientos resalta que el año pasado varios adultos murieron de neumonía sin tratamiento y sin poder ser trasladados a Asunción.
“Mejorar la accesibilidad y el equipamiento de los puestos de salud para las comunidades indígenas, así como la disponibilidad de medicina”, fue la principal recomendación de la Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay (Codehupy) en su Informe Anual del 2019. Sin embargo, el panorama que se avecina para las comunidades indígenas debido al histórico abandono del Estado, es uno de los más negros que pueda tener la historia de las poblaciones indígenas, afirma Agüero.
Niños lloran porque piden alimentos y no hay
Librada Vera, una madre Avá Guaraní de la Comunidad Yvapovondy de Luque, manifiesta que, “en estos días los niños lloraban porque tenían hambre y nosotros no queremos salir, la enfermedad no es buena y hay que estar tranquilos para que no nos haga más daño”.
En este contexto pone de manifiesto la fragilidad de la vida humana ante la pulsión de muerte que es el covid-19, deja en evidencia el modelo de producción que depreda tierra, territorio, medios de vida haciendo desaparecer pueblos y compañías, situación que vienen denunciando históricamente los pueblos indígenas y organizaciones campesinas.
Relatos
“Antes vendía remedios yuyos, escobas, en el centro mientras mis hijos entraban en la escuela, y mi marido trabajaba, pero ahora ya no. Estamos siempre en nuestras casas cuidando a nuestros hijos, rezando para que esta enfermedad no nos agarre a nosotros y que proteja a todas las familias pobres del Paraguay”, dice María Antonia Martínez, madre Takuapumirî, Villeta.
“Nosotros hacemos escobas, artesanías para vender. Nosotros somos los que peor pasamos, los niños y niñas salen a buscar algo para comer y no consiguen nada, solo con la venta de artesanía logramos algo, pero ahora no se vende nada. Ahora con esta enfermedad estamos peor, porque no podemos salir, nos prohibieron también ir al río para pescar. Está muy difícil nuestra situación”, Ariel Villalba, líder, Takuapumirî, Villeta.
“Antes por lo menos alcanzábamos algo para comer, pero ahora nadie puede salir, nuestros hijos perdieron la escuela. Necesitamos que nos miren, que se den cuenta que estamos mal en nuestra comunidad”, María Antonia Martínez, de Takuapumirî.
