Un chamacoco en Praga

Este artículo tiene 5 años de antigüedad
Un chamacoco en Praga
Un chamacoco en Praga

El oficio de “cortador de hielo” es uno de los trabajos antiguos más raros. Cerwuis, el guerrero chamacoco que hace más de cien años viajó a Europa con el explorador checo Alberto Fric, ayudó en esta tarea en Praga cuando el invierno congeló el río Moldava, quizá a comienzos de 1909.

Las anécdotas y las historias protagonizadas por Cerwuis (se pronuncia “chervuish”) en Europa, y principalmente en la actual República Checa, parecen interminables, pese a que estuvo por esas tierras apenas un año, entre 1908 y 1909, en una misión que podría definirse como sanitaria, pues iban, con Fric, en busca de una cura para un mal que estaba diezmando a su comunidad, la etnia de los chamacocos, en Puerto Pacheco (hoy Bahía Negra, Chaco).

En otras ocasiones ya hemos contado sobre él (no hay más que poner Cerwuis ABC en buscadores de internet para leer esas notas), pero los casos de Cerwuis se han renovado en una reciente visita a la capital checa, donde guiados por descendientes del explorador y etnógrafo, y luego botánico y escritor checo Alberto Vojtech Fric, escuchamos en el lugar de los hechos relatos más detallados de aquella extraña presencia indígena en la vieja y mágica Praga.

El invierno se había puesto más crudo, y aunque la neblina cubría gran parte del paisaje del río Moldava, que atraviesa la ciudad, y la temperatura se acercaba mucho a los cero grados, las aguas esta vez no estaban congeladas aún. ¿Faltaba más invierno para ello? preguntamos.

“No. Después de la construcción de la cadena de represas en el río Vltava (Moldava), y principalmente después de la última represa de Orlík (1966), el río no se congela en absoluto (...). En el siglo XIX, el río Moldava se congelaba habitualmente cada año, y la pista de hielo natural atraía a miles de personas. En el siglo XX, esto sucedió cada vez menos. Además, (...) en los últimos años hay muchos inviernos cálidos y no se congelan más ni los desvíos”, explican nuestros acompañantes descendientes de Fric.

Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

Pero, cuando Cerwuis estuvo por allí tuvo mejor suerte y logró ver el Moldava en estado de congelamiento e, incluso, llegó a ayudar en la tarea de cortar hielos, una actividad muy habitual por aquellos tiempos, pues los de esa tierra siempre tuvieron una muy buena y abundante industria cervecera, y el invierno y el Moldava proporcionaban el elemento necesario para enfriar dicha bebida. El hielo que se “cosechaba” de las gélidas aguas del río era guardado en los depósitos subterráneos de los bares y cervecerías, y quienes se dedicaban a extraerlo recibían una paga por esta tarea.

Parados cerca del Puente Ferroviario de Praga, a unos 2.000 metros aguas arriba del famoso Puente de Carlos y fuera de la Ciudad Vieja, los “guías”, Yvonna Fricová (editora y escritora) y Pavel Fric (fotógrafo especialista en arquitectura), apuntan al otro lado del río, hacia el barrio o distrito de Smíchov, donde a lo lejos se ve la chimenea de una fábrica tirando humo. Justamente esa es una de las fábricas de cervezas más antiguas que aún quedan en la ciudad, Staropramen, fundada en 1869.

Esta cervecería ya llevaba 40 años cuando Cerwuis se metió a cortar hielo en el río. La escena está retratada en el libro de historietas Divosi, de la dibujante, escritora y dramaturga checa Lucie Lomová, quien recoge justamente en su relato ilustrado la imagen del río congelado, los cortadores de hielo, el puente ferroviario (que data de 1872) y la fábrica de cerveza tirando humo.

Cerwuis, que vivía no muy lejos de allí, en casa del explorador Fric, fue invitado –según el relato– a participar del trabajo. Pronto, los demás cortadores se dieron cuenta de que tenía la fuerza de tres hombres, y le dieron una paga simbólica, y fue a contárselo con suceso a Fric.

Sobre Cerwuis hay más de un libro hoy en Chequia, como el escrito por el propio explorador en la primera mitad del siglo pasado reeditado varias veces en los últimos años en dicho país. Allí Fric cuenta lo que le relató el guerrero chaqueño aquel día que descubrió el hielo: “Los ayudé a trabajar. Llevé agua candente a un carro. ¡Lo divertido que fue! Además me pagaron porque los había ayudado. Los observé cómo cortaban el agua con hachas grandes. Después arrastraban con grandes ganchos los bloques a la orilla y las partían en pedazos más chicos. Yo les mostré que era mejor echar de una vez el bloque grande en el carro antes que cargar pedazos pequeños con palas. Lo intentaron, pero no consiguieron levantar ninguna pieza grande. Así que lo hice yo, pero me quemé los dedos. Me quité los guantes, friccioné las manos con sal y corrí a casa. El jefe de ellos me dio una piedra blanca (moneda) y mostró que era porque yo les había ayudado a cargar el agua candente”.

Evidentemente, Cerwuis habla de “agua candente” porque desconocía el hielo y el contacto con el material le había “quemado” los dedos.

Aquel episodio dio lugar a un pensamiento más social, casi filosófico del chamacoco, que pidió ayuda a Fric para calcular cuánto se le paga a los cortadores de hielo en Praga y así comparar si es la misma situación injusta que pasan los miembros de su tribu que cortan leña en el Chaco para los vapores. “Cerwuis calculó con los dedos: tres o cuatro piedras por día, por dos días más o menos siete. Siete piedras cuesta una camisa buena. Pero los indios tienen que trabajar un mes entero por una camisa fina. Talar árboles es un trabajo mucho más pesado que cortar agua dura. Allá (en el Chaco) aprieta el calor y debido al trabajo, uno tiene más calor aún. Aquí aprieta el frío, pero trabajando entras en calor. Aquí puedes caer en el agua, pero sales y uno va a su casa para calentarse. Allá cae sobre vos un árbol y ya no te vas levantar. Mucho tiempo gruñó así...”, dice Fric en su libro al contar la reacción de Cerwuis tras volver del río congelado.

Ya les contaremos más. Cerwuis regresó al Paraguay, junto con su tribu, en 1909, y logró traer, con la ayuda de Fric, el remedio para curar la enfermedad de su gente, que él mismo padecía también.

Texto y fotos: Jorge Benítez Cabral jobenitez@abc.com.py