Cuando papá es un piloto

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Orgullosos de PAPÁ
Orgullosos de PAPÁSilvio Rojas

Poder pilotar una aeronave es un sueño de muchos y una realidad para este papá que se gana la admiración de sus hijos día a día. Con la pandemia compartieron más tiempo en una profesión que requiere estar mucho tiempo fuera.

Cristian Ayala tiene 38 años y es piloto de línea aérea hace 17 años. Es papá de Mía (7) y Thiago (5) y disfruta pasar el tiempo con ellos jugando a los bloques, con la pelota o la bici. Comenta que sus hijos aprecian mucho su profesión y que les divierte bastante a ellos jugar que son también pilotos; se uniforman como uno verdadero y en la casa puede observarse una gran cantidad de aeronaves de juguete de todos los colores, materiales y tamaños imaginables.

También su padre, y abuelo de los chicos, es piloto. “Él tenía un avión Cessna 206 y lo usaba para ir a la estancia. Desde muy chico iba con él y desde que tengo uso de memoria quise ser piloto y me gustaron los aviones”, confiesa Cristian.

El curso de formación de piloto posee varios tipos de licencia y es una carrera que empieza, pero no termina nunca. Para conseguir un permiso inicial de piloto privado se necesita aproximadamente un año, luego le siguen otras licencias: una de reglas de vuelo por instrumento IFR, la licencia comercial, la de multimotores, de línea aérea, entre otras. La adquisición de cada una de ellas se da de acuerdo a la experiencia, horas de vuelo y tipos de aeronave que uno vaya a volar.

La alegría de pilotar

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“Creo que no hay una sensación más agradable e indescriptible que estar al mando de un avión”, afirma Cristian. Comenta que como piloto pasó por varios “primeros vuelos”, porque cada tipo de avión que voló por primera vez le proporcionó una experiencia diferente. Durante su carrera ha volado el Cessna 150, Cessna 172, Cessna 182, Cessna 206, Cessna 208 Caravan –con el que inició su carrera profesional en la compañía aérea en la que trabaja–, y el Airbus A320 que vuela hace ya 13 años.

“El primer vuelo se podría apenas describir como la sensación de cumplir el sueño de volar, que pareciera imposible de alcanzar y, sin embargo, en ese momento se hace realidad”, recuerda con alegría.

Su mayor satisfacción como piloto –revela– es poder compartir sus horas de trabajo con un equipo de excelentes profesionales cada vez que surcan los cielos y así transportar con seguridad a sus pasajeros en cada vuelo.

Apoyo incondicional

Cristian Ayala cuenta que desde un principio lo apoyaron en la decisión de ser piloto y lo acompañan con mucho orgullo hasta hoy. No solo su progenitor forma parte del mundo de las aeronaves; también su esposa Margarita Bauzá, a quien conoció en el rubro.

“La conocí en un curso en el año 2006, en la compañía en la que trabajo. Ella estaba empezando a volar también como tripulante de cabina. Empezamos a salir y pronto nos pusimos de novios. Estamos casados hace 10 años y medio y tenemos 2 hermosos hijos”.

El rostro más difícil de esta profesión, expresa, es estar ausente muchas veces en momentos importantes para la familia, ya que no existen los fines de semana o feriados para un piloto. Pero ya desde pequeños papá y mamá explicaron esto a sus hijos y ellos lo comprendieron; es así que para dichas ocasiones Cristian cuenta con la valiosa ayuda de los abuelos y padrinos de los chicos.

Para él, lo más valioso de la vida como padre es poder educar a sus hijos y verlos crecer desde cerca e inculcarles valores y mucho amor.

Tiempo de descanso

Cuando no está pilotando un avión le gusta salir a pasear en moto, arreglar el jardín, o estar en casa haciendo trabajos manuales diversos. Por supuesto, compartir en familia es fundamental para él.

Si para muchos niños es un sueño ser piloto, imaginen para Thiago o Mía, quienes con el ejemplo de papá apuntan a ello día a día. Ellos lo suelen hablar, e inclusive van juntos al club de vuelo y están siempre rodeados de aeronaves, lo cual les divierte mucho.

“Lo que más disfruto es pasar tiempo con ellos”, dice Cristian sobre la paternidad, y durante la cuarentena esto se hizo posible a tiempo completo, ya que con los vuelos suspendidos no puede ejercer su profesión. Pero cuando vuelva al trabajo sabe que los chicos lo despedirán con un abrazo y una gran sonrisa, orgullosos de papá.

“Mi familia es mi fuente de alegría y motivación para afrontar todo. Es el pilar que me sostiene”, concluye.

Agradecimientos a Unicentro (Palma esquina Estrella).

alba.acosta@abc.com.py

Fotos: ABC Color/Silvio Rojas/Gentileza.