La canasta mecánica

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El optimismo sana.- Salir de la cueva, abandonar la tribu y lanzarse a la aventura de lo desconocido fue posible gracias al optimismo. Es lo que hoy dicen especialistas de la neurociencia. Ese entusiasmo instalado en nuestros genes nos da la certeza de que nada malo nos sucederá. Por eso seguimos firmes con la ilusión de que se descubrirá la vacuna contra el covid-19, que acabará la cuarentena del quedateencasa y el coronavirus no nos contagiará nunca.

Claro que no toda la gente es así, pero sí lo es una gran mayoría. Si no fuésemos optimistas, si no creyéramos que nuestro futuro será mejor, no nos seguiríamos reproduciendo o nos reproduciríamos mucho menos. Experta en la investigación de este tema es la psicóloga Shelley Taylor, quien con su colega Susan Fiske recibió el Premio Fronteras del Conocimiento, por sus estudios sobre cómo influyen nuestros pensamientos e ilusiones positivas en nuestro cuerpo. Según los estudios de Taylor, las ilusiones positivas son mayoritarias en los seres humanos, y aunque no son necesariamente realistas nos ayudan a seguir avanzando. Creemos poseer más talento del que tenemos, suponemos que controlamos lo que nos rodea más de lo que hacemos y pensamos en positivo cuando nos proyectamos hacia el futuro.

Los resultados señalan que podemos ser colectivamente pesimistas sobre la dirección en la que avanza nuestro país o la capacidad de nuestras autoridades para administrarlo, pero el optimismo personal sobre nuestro propio futuro es increíblemente resiliente. Ese optimismo irracional que no se basa en ningún dato cierto ha sido clave para que la humanidad progresara, dice Taylor. Necesitamos imaginar realidades alternativas mejores y creer que podemos alcanzarlas. Que la gente sobrestime su talento hace que se anime a abordar tareas mayores, que si fuera consciente de su capacidad real no abordaría. “La gente optimista se plantea objetivos más complejos y, aunque no los alcance, logra avanzar y llega a metas mayores”.

Shelley Taylor realizó sus estudios sobre ilusiones positivas con mujeres enfermas de cáncer, lo que le motivó a plantear si los pensamientos pueden afectar la salud física. La respuesta es “sí”. Las investigaciones a lo largo de años analizando biomarcadores de sus pacientes demostraron que los pensamientos agradables actúan como reservas que permiten a la gente lidiar mejor con eventos amenazantes. Los pensamientos positivos afectan al sistema endócrino y refuerzan el sistema inmune, sin importar que las ilusiones positivas tuvieran una base real. Bastaba con que esas mujeres pensaran que iban a mejorar para que su sistema inmune se reforzara, aunque ese pensamiento no estuviera cimentado en ninguna evidencia médica. El estudio viene a respaldar la teoría de que el optimismo es una herramienta de enorme utilidad y eso consiguió que se anclase evolutivamente en nuestro cerebro. Otra investigación descubre que el origen genético del optimismo estaría en la oxitocina, conocida como la hormona del amor. Con todos estos datos, estaremos de acuerdo en que el optimismo es el pan diario de la juventud y el pesimismo es el vino diario de la vejez.

carlafabri@abc.com.py

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