Crónica de antaño

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Domingo de Ramos, presidido por monseñor Ismael Rolón en 1976, con el Señor de las Palmas frente a la Catedral. Archivo ABC Color.
Domingo de Ramos, presidido por monseñor Ismael Rolón en 1976, con el Señor de las Palmas frente a la Catedral. Archivo ABC Color.Archivo, ABC Color

Desde las palmas hasta la gloria

(Texto extraído del Suplemento Dominical de ABC Color - Domingo 3 de abril de 1977)

Las palmas verdes, algunas hojas aproximándose al amarillo, trenzadas con diseños complicados elaborados no ya de año en año, sino de familia en familia, así por generaciones, en una tradición artesanal tenida, en este caso, muy poco en cuenta, y agitadas en lo alto para saludar al Jesús montado en el burrito, marcan hoy el inicio de la Semana Santa. La procesión, casi siempre jubilosa, se detendrá por último ante las puertas cerradas de la iglesia; alguien llamará de acuerdo a las fórmulas del ritual. Y una vez abiertas las altas y pesadas hojas de madera negra, los fieles, siguiendo a la imagen, entrarán al templo. El largo programa de oficios religiosos a observarse en estos ocho días acaba nada más que de iniciarse.

Religión y tradición

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La Semana, que culminará el próximo domingo con la solemne misa de Gloria, se desenvolverá mezclando los elementos más tradicionales de la religión con los elementos propios del lugar, formando un conglomerado de tradiciones, una serie de actos que recibieron del pueblo su sello propio, característico, y que abarca un campo extenso, desde las comidas hasta los textos de las oraciones y los ritmos utilizados en las canciones que se entonan. Mucho antes que el Concilio Vaticano II lo dispusiera, en este continente los misioneros jesuitas y franciscanos, llegados a mediados del siglo 16, habrán comprendido ya que era necesario renunciar a ciertas formas y que los contenidos debían expresarse de manera diferente en una tierra que no compartía entonces, con Europa, la misma tradición cultural. Recuerdo de aquel aggiornamiento son los “pasioneros” reunidos en congregaciones, versión nacionalizada de los “nazarenos” españoles reunidos en cofradías.

Prohibición de comer carne

(...) La prohibición de comer carne algunos días determinados (como el Viernes Santo) sustituida entonces en la Palestina por carne de pescado, adquirió aquí un nuevo aspecto al tomarse el maíz como el producto apropiado para el día de vigilia. En los pueblos, los niños tendrán prohibido correr, nadie silbará, no se cantarán canciones mundanas y la casa se barrerá por última vez. Por último, el fuego se apagará. Y el silencio caerá en forma pesada y solemne sobre todo el lugar.

El ritual de Viernes Santo

El Viernes Santo es un día dedicado a la oración y se pasará gran parte del día en la iglesia. Ese día no se cocina ni siquiera se enciende el fuego. Para ello se hicieron todas estas tareas el día anterior. Ya hacia el mediodía, los fieles se reunirán en la explanada de la iglesia. En cada pueblo, en cada iglesia, ha sido puesto allí un Calvario. En algunos casos, el Cristo Yacente solo. En otros, acompañado con dos cruces con el buen y el mal ladrón. Antiguos libros saldrán entonces a la luz, con sus hojas amarillentas, que contienen el Sermón de las Siete Palabras. Y los niños adormilados en una silla, arrumbados en el césped a los pies de sus padres se preguntarán por las siete palabras, nada más, ya que el sermón se prolongará por espacio de horas hasta el momento culminante de la ceremonia, al promediar la tarde.

Alrededor de las tres de la tarde, un clarín toca a silencio, mientras los ojos del Cristo Crucificado se cierran antes que caiga la cabeza sobre el pecho. Antiguas imágenes talladas en madera, policromadas luego, vestigios de una antigua tradición, aún quedan en numerosos lugares, de ojos, brazos y piernas articulados. Las viejas de negro manto, viviendo en perpetuo luto, se cubren aun más y se emocionan hasta el llanto (...).