Treinta años de un día aciago en Pedro Juan

Eran aproximadamente las 12:30 de aquel 26 de abril de 1991, cuando el auto Nissan Bluebird, modelo 1987, conducido por el periodista Santiago Leguizamón circulaba por la calle doctor Francia de Pedro Juan Caballero, rumbo a un restaurante en el lado brasileño para festejar con un almuerzo el Día del Periodista Paraguayo... Pero sus planes cambiaron.

Treinta años de un día aciago en Pedro Juan
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Santiago –que esa misma mañana había recibido varias amenazas– estaba inquieto, pero en el fondo feliz, porque en minutos más estaría en compañía de otros colegas, festejando el Día del Periodista y, por unas horas, sería solo alegría de un ameno encuentro, donde las discusiones sobre la joven democracia paraguaya era tema principal entre los colegas fronterizos.

Sin embargo, el destino le reservaba otra cosa; a pocos metros para girar y entrar al territorio brasileño, un automóvil de color negro le cerró el paso, de su interior bajaron dos sicarios de la mafia fronteriza, armados con una pistola 9 mm, un revólver calibre 38 Magnun y una escopeta calibre 12. En cuestión de segundos, Santiago se dio cuenta de lo que estaba a punto de suceder y apenas tuvo tiempo de gritar a su acompañante Baldomero “Karape” Cabral para que bajara del auto y huyera.

Los sicarios acribillaron el automóvil de Santiago con 22 impactos de bala, y no contentos, se acercaron al vehículo y uno de ellos le disparó en el rostro con la escopeta calibre 12 para cerciorarse de que realmente el hombre de prensa estaba muerto.

Esos 22 balazos rompían el sueño de un periodista joven que tenía como anhelo ser partícipe de la construcción del país en una naciente democracia en donde aspiraba, a través del periodismo, contribuir en el desarrollo de una nación libre y más justa después de 35 años de dictadura.

Una radio soñada

Santiago siempre soñó con tener su propia emisora de radio. “Algún día lo tendré y nadie podrá censurar mis ideas”, decía y ese sueño se hizo realidad cuando el 15 de diciembre de 1975 salía al éter ZP 38 Radio Mburucuyá.

Desde un primer día, Santiago hizo una radio diferente para la época, le gustaba decir que su radio era la voz de los sin voces, era realmente una emisora al servicio de la ciudadanía y con una amplia participación de los oyentes y en donde se discutía, sin pelos en la lengua, los problemas de la frontera, como el contrabando, el tráfico de drogas y el abandono en que vivían los campesinos e indígenas.

El sueño hecho realidad duró 16 años. Fue un periodo de intensa labor periodística y en ese tiempo se ganó el cariño de la gente más humilde y el respeto, pero también el odio de los poderosos de la frontera.

El hombre de prensa pareciera haber tenido una premonición de lo que le esperaba, intuía que tenía poco tiempo, era inquieto y se involucró de lleno en el quehacer de la sociedad fronteriza, preocupándose especialmente en denunciar los hechos ilegales que a diario veía suceder en la zona del Amambay.

Esto despertó la ira de los mafiosos de la frontera y comenzaron las amenazas contra su vida que a diario llegaban a la emisora de radio, pero lejos de amilanarlo parecía que le daban más ánimo de seguir denunciando la ilegalidad de la frontera y continuar su defensa de los más necesitados.

El día de la tragedia

Unos días antes del atentado una llamada anónima le anunciaba: “Usted ya tiene su día y su hora marcada”. Santiago sabía lo que eso significaba, pero siguió haciendo su trabajo sin mostrar el mínimo temor.

Ese día fue elegido muy bien por el hampa para mandar un mensaje claro para todos los periodistas de la frontera.

En esa jornada, Leguizamón se comunicó al aire, como solía hacerlo a diario, con el periodista Humberto Rubin de radio Ñandutí, quien le pidió que extremara cuidados, tras lo cual pronunció su frase célebre que quedó para la posteridad: “Hay dos clases de muerte, Humberto. Una es la muerte natural, la muerte física. Y otra es la muerte cuando uno abandonó la ética y la voluntad del trabajo”.

Luego de decir estas palabras al aire, se despidió de Rubin, de la audiencia de su programa Puerta Abierta, abordó su vehículo y en menos de 30 minutos caía abatido por las balas asesinas de la mafia fronteriza cuando apenas tenía 41 años.

Mañana se cumplen 30 años de aquel fatídico día, y duele decir que después de tantos años, su asesinato aún sigue impune.

El karma se encargó

Pero a pesar de que la justicia paraguaya nunca se preocupó en dilucidar este horrendo crimen, el karma se encargó de casi la totalidad de los involucrados.

Los cuatro sicarios que perpetraron el crimen fueron asesinados poco después, posiblemente en una típica quema de archivo.

Mientras que de los apuntados como autores morales, Daniel Álvarez Georges fue secuestrado y asesinado por miembros del PCC, y Luis Enrique Georges fue eliminado a tiros en el interior de su vehículo en una calle de Ponta Porã.

El único sobreviviente de esta trágica historia es Fahd Jamil, padrino de la frontera en la época, y quien habría dado el permiso necesario para llevar a cabo la eliminación de Leguizamón.

Sin embargo, el otrora poderoso narco, hoy anciano y enfermo, a pocos días de cumplirse 30 años del asesinato, está preso por la policía brasileña para responder por una serie de delitos, que lastimosamente no incluye el caso de Santiago Leguizamón.

Ante la inacción de las autoridades paraguayas para dilucidar plenamente este luctuoso hecho, sus familiares siguen incansablemente buscando justicia.

El caso Leguizamón será examinado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Ojalá que esa justicia, que le negaron en su país, pueda darse a nivel internacional.

Santiago Máximo Leguizamón Zaván lo merece, así también como su familia que en todos estos años luchó en vano para que se hiciera justicia.

candido@abc.com.py

Fotos: Archivo Familia Leguizamón.

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