Paraguayos que se reinventan en California

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Paraguayos que se reinventan en California
Paraguayos que se reinventan en California

Si la pandemia ha hecho lo suyo en varios puntos del planeta para que la naturaleza se mostrara en todo su esplendor, la mano del hombre no es menos importante, en este caso, para bien. Es lo que se percibe en California, Estados Unidos, sitio que muchos paraguayos han adoptado como su segundo “valle” y donde se reinventan también.

Los paraguayos se han expandido por todo el planeta en busca de mejores horizontes y Norteamérica no es la excepción. Según estimaciones, en los Estados Unidos viven unos cien mil paraguayos, la mayoría en Nueva York y Los Ángeles, California.

Recorriendo por estos lares no es difícil encontrar a gente de sangre guaraní como la familia Pérez-Reyes, afincada en la ciudad portuaria de San Pedro (Los Ángeles), desde hace más de 30 años. Don Tomás y su señora Ester trabajan como operarios en el Puerto, y su casa es una especie de consulado donde los compatriotas, las delegaciones de artistas que pasan por LA, siempre encuentran refugio y el famoso “a buen tiempo”.

Cambio de escenario

Al igual que en el resto del mundo, las ciudades del Estado de California impusieron restricciones severas por el coronavirus a restaurantes, bares y otros negocios desde el 15 de marzo de 2020. Fue el comienzo de un año difícil, de pérdidas, trastornos y adaptación constante.

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Los programas de ayuda trajeron un poco de alivio para algunos, pero fueron totalmente insuficientes para otros. Algunos negocios recortaron horarios, servicios y personal, o terminaron cerrando sus puertas.

En este escenario, valga la redundancia, a su vez, hubo un cambio de escenario para muchos artistas, especialmente para los músicos paraguayos que residen en esta parte de los Estados Unidos.

Los arpistas Ernesto Franco y Daniel López nos comentaron que ahora más del cincuenta por ciento de sus actuaciones ya no las hacen en hoteles ni en escenarios festivaleros sino los realizan en los cementerios. Sí, así tal cual, en los velatorios y en los funerales. Resulta que, en esta región con mucha influencia de la cultura mexicana, a los seres queridos, cuando parten al más allá, se les lleva serenata y así, entre congojas, llantos y lágrimas se les ofrecen los alegres corridos que eran del gusto del finado. De hecho también visten los atuendos de los mariachis para regalar sus canciones a gusto y paladar de quienes los contratan.

Las canciones que interpretan en estos eventos de despedida para un ser querido suelen ser Un día a la vez, Golondrina y la conocida canción de Juan Gabriel, Amor eterno.

Pero cuando los deudos del homenajeado escuchan los sonidos del arpa, siempre sucumben a la tentación de pedir Pájaro Campana. De modo el evento se confunde entre lágrimas y la alegría y vivacidad de la música paraguaya.

En esta región, la misma influencia mexicana (se los llaman chicanos a los de origen mexicano que viven en Estados Unidos) ha hecho que desde hace tiempo se adopten costumbres de celebrar a los difuntos. De hecho, las actuaciones no solo se suceden en los velorios y entierros, sino también y, ya mucho antes de la pandemia, en los aniversarios de los fallecidos cuando los parientes y amigos organizaban una visita, un pícnic para recordar al ser querido ante su lápida en los camposantos. En estos casos, la música suele ser los de ritmo más alegre donde entra hasta el Tren lechero, asegura Ernesto Franco.

Armonía entre naturaleza y el hombre

Recorrer los desiertos de California, que van desde Los Ángeles hasta más allá de Pall Springs por la ruta 110, es un momento ideal para verificar y reflexionar cómo el hombre puede con sus acciones constructivas modificar la naturaleza, en este caso, para bien, para darle vida y color a los áridos arenales que fueron convertidos en bellos huertos llenos de palmas y flores.

En el entorno de la portuaria ciudad de San Pedro se siente ese trato amigable para con el medio ambiente. Las playas y los arroyos limpios, casi todas las casas con techos cubiertos con paneles solares, los valles llenos de molinos para producir electricidad de manera eólica, kilómetros de veredas unificadas. En este paraje hay cero humo y es imposible encontrar basura en el espacio público, pues la disposición final de residuos es un hábito que ha consolidado el reciclaje en origen.

En lo social: cero policías de tránsito en las calles, jamás se ve a una persona con uniforme militar, la policía bien discreta, solo aparece en el instante que es necesario y, por supuesto, tampoco se ve gente armada en la puerta de los bancos o negocios.

En las rutas, nada de “barreras policiales” ni andar con las luces encendidas a plena luz del sol; los autos que llevan dos o más pasajeros tienen un carril preferencial, no existen los famosos controles “registro, habilitación, alcotest, etc.”, como es rutina en nuestro país. En fin, después de ver tantas cosas buenas para copiar, uno no entiende cómo es que nuestras autoridades, que se pasan viajando por el mundo, no traen una sola idea para mejorar el caótico ambiente en que vivimos.

Definitivamente: disfrutar de bellos y saludables paisajes depende mucho de nuestro trato responsable, respetuoso, amigable con la naturaleza, y es grato en tan lejano lugar encontrar el condimento de la hospitalidad paraguaya.

Texto y fotos: catalobogado@gmail.com