Cuando el tenis le ganó a la lisonjería

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En marzo de 1987, hace poco más de 34 años, Paraguay logró uno de los más grandes triunfos deportivos de su historia (según algunos, el mayor) cuando el equipo de Copa Davis de tenis se impuso en casa a Estados Unidos 3-2. La hazaña tuvo un momento clave...

Hugo Chapacú (izq.) y Víctor Pecci fueron protagonistas del gran triunfo contra Estados Unidos en la Copa Davis.
Hugo Chapacú (izq.) y Víctor Pecci fueron protagonistas del gran triunfo contra Estados Unidos en la Copa Davis.

Hugo Chapacú, con calambres en el quinto set contra el as estadounidense en tierra, Jimmy Arias, se repuso milagrosamente de un 1-5 y emparejó el duelo 2-2 para que Víctor Pecci, nuestro crédito máximo, luego sellara la majestuosa victoria. Pero mientras Chapacú sacaba fuerzas, no se sabe de dónde, para evitar la eliminación, al costado del campo, el entonces presidente de la Asociación Paraguaya de Tenis, en su sórdido afán de agradar al dictador Alfredo Stroessner, presente en el court central del Yacht y Golf Club Paraguayo, estuvo a punto de provocar la descalificación del equipo.

Decir que Pecci fue el factor determinante de este gran triunfo sería redundante. Lo fue en el que da pie a esta historia como en todos los demás durante un ciclo maravilloso. Pero particularmente, en el duelo frente a los estadounidenses, el as en la manga del capitán del equipo, Alberto Gross Brown, fue Hugo Chapacú debido a su hazañosa victoria frente a Jimmy Arias en el penúltimo punto (cuarto) de la serie (de cinco).

Hugo Chapacú es un extenista argentino, nacido en Posadas hace 58 años, que se nacionalizó paraguayo a propuesta de Víctor Manuel Pecci, con el objetivo de sumarse al equipo de Copa Davis de nuestro país, que a principios de los años 80 tenía como pilares a nuestro “campeonísimo” y al portorriqueño Francisco González, también nacionalizado, dadas las circunstancias de que entonces no existía otro criollo con el nivel requerido para emprender el objetivo de enfrentar de igual a igual a los mejores de América, primero, y a los del mundo después.

Chapacú era un especialista en tierra batida (arcilla), es decir, canchas lentas, como las que abundan en la Argentina y en la región. Francis González tenía como hábitat las superficies duras o rápidas y mostraba flaquezas en aquellas. Pecci –grande entre otras cosas por esto– funcionaba bien en ambas, aunque los escenarios de sus mayores hitos individuales (Roland Garrós, París 1979 –final– y 1981 –semifinal– y Roma 1981 –final–) hayan estado cubiertos con polvo de ladrillo.

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Paraguay superó la Zona Americana en 1982 (tras vencer a Perú, Uruguay, Ecuador –con Andrés Gómez– y Canadá) e ingresó al Grupo Mundial (los 16 mejores equipos) al año siguiente, impactando desde entonces al mundo con grandes triunfos como los obtenidos ante la Checoslovaquia de Ivan Lendl en 1983 (en Asunción, ¡sobre parquet!), frente a Nueva Zelanda en 1984 (de visita, en césped) y la Francia de Yannick Noah en 1985 (en casa, de nuevo en madera), las cuales sirvieron para mantener a nuestro equipo en la categoría y finalizar estos años siempre entre los ocho más encumbrados.

En 1986, tras caer frente a la Italia de Adriano Panatta, le tocaba a Paraguay defender la permanencia en la división enfrentando a Dinamarca en condición de local. Fue en el CIT (Club Internacional de Tenis), bajo techo, en canchas de tierra, más lentas y ligeramente más húmedas que las de al aire libre. La victoria quedó en casa, pero a costa de un tremendo esfuerzo de Pecci, que ganó sus dos partidos individuales y en pareja con Francis el juego de dobles, mientras el boricua caía en sus dos singles, demostrando su incomodidad con la superficie autóctona, que ya no se podía alterar. Las célebres víctimas del parquet asunceno elevaron su queja y la Federación Internacional de Tenis resolvió que cada país deberá jugar de local en su superficie natural y la de Paraguay, sin duda, es el polvo de ladrillo.

Para 1987, el sorteo de la llave del Grupo Mundial emparejó a Paraguay, como local, con Estados Unidos. La tierra batida caía bien para medir a los visitantes, porque las mejores raquetas norteamericanas, los inefables John McEnroe y Jimmy Connors no eran muy amigos de las superficies lentas y no formarían parte del equipo visitante.

Paraguay un cuco

Paraguay se había convertido en un cuco para los gigantes del tenis. Pecci y González, con saques demoledores y potencia física amparada en el metro noventa y pico de cada uno, más la gran complementación para el juego de dobles, hacían posible lo inimaginable. Y se agregaba Chapacú, un especialista en tierra, con una potente derecha, jugador típico de la escuela argentina, para ampliar el abanico de opciones, de imperiosa necesidad para recibir a los “gringos”.

Estos trajeron un equipo especial para dicha superficie. Jimmy Arias, que tres años antes había sido número 5 del mundo, y el joven Aaron Krickstein, que tres temporadas después fue también top ten (6°) jugarían los singles, en tanto que la mejor pareja del momento en cualquier cancha, Ken Flach y Robert Seguso, prácticamente garantizaban el punto en dobles.

¿Cómo ganarles? El primer día Pecci derrotó a Arias luego de que Chapacú estuviera al borde de vencer a Krickstein, mostrando que la elección de ponerlo como singlista titular había sido la correcta. El partido de dobles, como la lógica lo aventuraba, fue para Estados Unidos y se llegó a la jornada final con la obligación de Paraguay de ganar los dos puntos para adjudicarse la serie.

Chapacú entró a la cancha central del Yacht y Golf Club Paraguayo espléndido y le ganó los dos primeros sets a Arias, moviéndolo de un lado a otro y pegando la derecha con una potencia y exactitud que disimularon muy bien su condición de 282° tenista mundial (su mejor ranking histórico fue 231). Pero Arias se repuso en los sets siguientes, mostrando mejor resto físico frente a un Chapacú que no tenía el hábito de disputar partidos largos a cinco sets.

Al borde del derrumbe

Hugo Chapacú tocó el cielo al vencer al estadounidense Jimmy Arias.
Hugo Chapacú tocó el cielo al vencer al estadounidense Jimmy Arias.

En el quinto capítulo, contracturado hasta en los dientes, Hugo llegó a estar 5-1 abajo. Las esperanzas se derrumbaban ante un público fervoroso, que se excedía en el aliento y cometía desbordes no aceptados por el tenis organizado. Paraguay estaba al borde de la eliminación, ya sea por la vía deportiva o la descalificación debido a la conducta de algunos aficionados y, sobre todo, de la del presidente de la Asociación Paraguaya de Tenis (APT), Alejandro Velázquez Ugarte, sobrino de quien entonces formaba parte del gabinete del dictador Stroessner en la cartera de Industria y Comercio, Delfín Ugarte Centurión.

Chapacú, con la movilidad reducida, jugaba pelotas profundas, apuntando a los flejes (líneas demarcatorias) y prácticamente de cada dos botes uno era cuestionado por uno u otro equipo, principalmente el local, lo cual elevaba la temperatura en el estadio y a la vez le daba tiempo a Chapacú de estirar los músculos, respirar profundo y recargar baterías.

En medio de las discusiones, a Velázquez Ugarte no se le ocurrió mejor manera de meter presión sobre las autoridades del partido y de paso agradar al “Rubio”, que acercarse al árbitro general, la autoridad máxima del match, para expresarle que reprobaba la actuación del juez de silla, que le retiraba a ambos todas las garantías (custodia policial) y que su líder –que estaba en el estadio– quería ver ganar a Paraguay.

El árbitro general, el danés Kurt Nielsen, demoró unos instantes en salir de su asombro y entender que ese tipo de cosas pueden pasar donde los gobiernos tiránicos y personalistas convierten a sus países en republiquetas, pero reaccionó como un caballero digno de su responsabilidad. No transmistió el mensaje a nadie y dejó que el juego continuara hasta su finalización.

Tantas pausas permitieron la milagrosa resurrección de Chapacú ante un desconcertado Arias, que lo tenía a su merced y de pronto contemplaba incrédulo como su rival volvía a tomar el control del juego con poderosas derechas a las que no conseguía dar respuesta. El posadeño ganó 8 de los 10 games siguientes y se llevó el triunfo de una manera increíble (6/4, 6/1, 5/7, 3/6 y 9/7), dejando el camino expedito para que Pecci cerrara de modo magistral, propio en él, ante Krickstein, para el histórico 3-2.

Como castigo, a Caracas

Equipo de la Davis de Paraguay ante USA en 1987: Francis González, Pecci, Alberto Gross Brown (capitán), Chapacú y Víctor Caballero.
Equipo de la Davis de Paraguay ante USA en 1987: Francis González, Pecci, Alberto Gross Brown (capitán), Chapacú y Víctor Caballero.

El siguiente rival era España, en cuartos de final, y ¡de nuevo en condición de locales! Que vengan Emilio Sánchez Vicario y Sergio Casal era la consigna, hasta que a las oficinas de la APF arriba un télex (antecesor del fax, el email y toda la modernidad actual) expresando que la FIT, tras analizar pormenorizadamente el informe de Nielsen (dos veces finalista de Wimbledon en su época de jugador), le aplicaba a Paraguay una sanción consistente en la pérdida de la condición de local para el duelo ante los de la Madre Patria, trasladándolo a Caracas, en esa época la capital sudamericana con la mayor colonia española, es decir, casi de visitantes.

La obsecuente bravuconada de Velázquez Ugarte (el mismo que, en 1983, había intentado evitar aquí la entonación del himno de Checolovaquia por ser una nación con régimen comunista, obteniendo como respuesta de la FIT que si no se cumplía el protocolo no había match y los puntos eran automáticamente para la visita) se facturaba a un altísimo precio, que predestinó la derrota ante los españoles, pese a los triunfos de Pecci y Chapacú sobre Casal, aunque ninguno pudo ante Sánchez Vicario ni la pareja de dobles que estos integraban con enorme suceso.

La lisonjería y la politiquería barata arruinaron las chances deportivas del equipo en su punto culminante y marcaron el comienzo del ocaso (dos años después se produjo el descenso) de esta historia sin igual liderada por un genio como Pecci, justicieramente elegido deportista del bicentenario, al conmemorarse los 200 años de la independencia paraguaya en 2011.

gabriel@abc.com.py