Poncho de 60 listas: el arte de hilar el folclore

Cada 22 de agosto se celebra el Día del Folclore Paraguayo. Entre las costumbres y tradiciones de nuestro pueblo se destacan varias artesanías que caracterizan a ciertas regiones del territorio nacional, como el típico Poncho Para’i de 60 Listas, ícono de Piribebuy.

Elaboración del poncho de 60 listas en Piribebuy. Fotografía de Silvio Rojas/ABC Color.
Elaboración del poncho de 60 listas en Piribebuy. Fotografía de Silvio Rojas/ABC Color.SILVIO ROJAS

Cargando...

Días atrás tuvo un histórico reconocimiento; por un lado, se presentó su candidatura “como expresión cultural y técnica emblemática de la República del Paraguay, a ser postulada ante el Consejo de la Unesco, para su declaratoria en el listado de expresiones del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad” y, además, también fue aprobada en la Cámara de Diputados del Congreso Nacional –y consiguió media sanción– el proyecto de ley por medio del cual se declararía al 8 de marzo como Día Nacional del Poncho Para’i de 60 Listas y Día Nacional de las Tejedoras del Poncho Para’i de 60 Listas, informa en sus redes el Instituto Paraguayo de Artesanía. Esta fecha coincide con el aniversario de la fundación de Piribebuy, por lo que es bastante significativa para los lugareños.

Rescate de un tejido de invierno y verano

En una de las tranquilas calles de la frondosa Piribebuy se yergue la escuela de salvaguarda de este oficio de antaño. En este centro trabajan y se forman nuevas tejedoras, quienes propiciarán que esta indumentaria trascienda en el tiempo y no se pierda en los recuerdos. El buen hacer está garantizado; la maestra Rosa Segovia (58) lleva años de experiencia encima, y es quien imparte sus conocimientos día y noche. Ella es oriunda de esta bella ciudad y aprendió este oficio ya a los 7 años; cuenta que trabajaba en el “telar de la fajita”, que es la guarda del poncho y la parte más difícil del mismo. Su madre se encargaba de dicha pieza, por lo que ella empezó pronto a colaborar con eso; ya que “este trabajo fue siempre de un grupo de mujeres”.

La principal diferencia entre el telar para el poncho en sí y el de la pequeña faja es el tamaño del telar. Para tejer el cuerpo del poncho se requiere de unos grandes postes bien puestos, desde los cuales se sujetan los largos hilos que forman la urdimbre, y estos no van sujetos a la cintura en el otro extremo como en el caso de la faja, sino que requieren de una silla con respaldo firme para poder trabajarlos. Este solo elemento necesita aproximadamente ocho días para ser declarado listo para ensamblarse con el resto.

Las tejedoras pasan largas horas en esta actividad, y explican que se trata de un gran esfuerzo físico, de destreza manual y mucha paciencia, capacidad de concentración y, además, requiere de una buena vista; un trabajo minucioso que sin dudas no es para cualquiera. Desde 2019 Rosa se embarcó con mucho entusiasmo a la enseñanza. Cuenta que inicialmente se trató de un curso de seis meses en el que participaron 10 alumnas y tres oyentes, todas mujeres de la ciudad de Piribebuy, pero debido a la pandemia ni el acto de clausura pudieron hacer como esperaban.

Lastimosamente no es sencillo vivir de la venta del poncho, expresa. Es que por el tiempo y el trabajo que lleva, además de los materiales de primer nivel que utilizan, los precios son altos y la venta no siempre se da con demasiada rapidez. Suelen trabajar sobre pedido, pero también los tienen en stock en una amplia variedad de colores y además ofertan algunos productos paralelos en los que utilizan partes del poncho, como por ejemplo la faja –pero esta vez puesta en carteras, billeteras, mochilas y otros productos más accesibles–. Algunos ganaderos le piden un poncho más corto, para poder moverse más cómodamente sobre el caballo; otros clientes asiduos son los músicos que van de gira al exterior; y otros lo compran para un fino regalo. El eslogan del poncho es “En el invierno abriga, y en verano protege del sol”, relata Rosa.

Un producto único

Este diseño existiría desde épocas del doctor Gaspar Rodríguez de Francia, dice la maestra Segovia. Cuenta que las indígenas ya trabajaban antes en el arte del telar, y luego hubo una fusión con enseñanzas de los jesuitas e italianos. Fue durante el periodo francista que cada pueblo recibió una artesanía propia que debía trabajar, relata Rosa, y es así que a Piribebuy y Eusebio Ayala se les asignó la tarea de hilar los ponchos.

Hoy Rosa se declara sucesora de su tía Teotista, maestra que anteriormente ofreció sus conocimientos a la comunidad. Trabajaban entre 18 mujeres, pero era su tía quien guiaba. “Mi tía Teotista se iba a caballo con su hermana casi 20 kilómetros para aprender a hacer la guarda y el flequillo, porque acá en Piribebuy solo hacían el cuerpo del poncho”, cuenta. Luego de capacitarse de esta manera, ya comenzaron a hacer el producto completo en Piribebuy, y con esta técnica no hay otro pueblo en el resto de América que lo haga.

Cinco años atrás la maestra participó de una Feria Internacional de Ponchos, realizada en Catamarca, Argentina, donde tuvo contacto con más de 40 tipos de telares de ponchos, provenientes del Perú, Chile, Uruguay y otros países. Cuenta que entre estos vio ponchos de lana de oveja, de vicuña y de alpaca; el paraguayo de 60 listas se realiza con hilos de algodón 100 %, y son todos importados, lamenta. “Lastimosamente tenemos que traer hilos de Perú –mercerizados y ecológicos–; no usamos nacionales porque no encontramos los que necesitamos, que son los hilos de coser”, lamenta. “Poncho para´i” era como se lo conocía anteriormente; y el apellido de “60 Listas” provendría de una historia que cuenta que en épocas de la guerra se enterraron 60 soldados en la plaza, donde con el tiempo se levantaría la cúpula de la Iglesia, momento en el cual se encontraron los restos de cráneos, fémures y otros huesos; los cuerpos estarían envueltos en los ponchos, uno blanco al lado de uno negro, y en honor a ello se llamaría luego “poncho de 60 listas” a esta vestimenta.

Comunidad de tejedoras

Un grupo de 10 tejedoras se reúne en la casa taller de Rosa para elaborar el poncho. Todas son de la zona y, en gran parte, hasta familia. Maximina Paredes es una de las mujeres que trabajan día a día en el taller de su tía, desde 2006. Aprendió este oficio ya de grande, y de artesanías solo conocía las dos agujas, manualidad a la que le dedicaba tiempo en su juventud. Ella es la encargada de tejer la faja o guarda, una labor minuciosa que realiza con mucha destreza a veces desde las 7 de la mañana hasta las 21, y por el trascurso de ocho días para terminar solo este fino sector que llega a tener 8,50 metros.

En otro puesto permanece Jazmín Saucedo, de apenas 16 años. Ella es sobrina de Rosa y aprendió la labor hace un año, con la escuela impulsada por el IPA; ahora se dedica a elaborar el flequillo y cuenta que su mamá Sara Segovia elabora el cuerpo del poncho, y su hermana mayor también se centra en los flecos como ella. Sara relata que ya desde su juventud sabe trabajar el telar del poncho, gracias a su famosa tía Teotista.

Ellas son las encargadas de salvar al poncho de su extinción y disfrutan hacerlo juntas, en su ciudad natal, en familia y en comunidad.

Más info sobre el tema

Instagram: @rosa_csegovia / @institutoparaguayodeartesania

Facebook: Rosa segovia poncho de 60 listas

E-mail: poncho60listas@hotmail.com

Facebook: Instituto Paraguayo de Artesanía

alba.acosta@abc.com.py

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...