Cartas olvidadas de un clérigo “idiota”

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Un personaje desconocido de la conquista del Paraguay fue el padre Martín González. Tildado como un “clérigo idiota”, tal vez su principal “pecado” haya sido defender a los indios de los maltratos y vejámenes denunciándolos ante la Corona española. Ahora salen a la luz valiosos documentos del siglo XVI que rescatan su legado en el libro Entre la pluma y la cruz, de Guillaume Candela.

“Muy poderosos señores, Martín González clérigo digo por otra petición hice saber a vuestra alteza la gran necesidad y peligro en que están las ánimas de los naturales de las provincias del Río de la Plata (…)”.

Así comienza la carta del clérigo Martín González sobre el Paraguay, fechada en Madrid, el 3 de mayo de 1575, y que el historiador Guillaume Candela, doctor en estudios hispánicos y latinoamericanos por la Universidad de la Sorbonne, París, recoge en el libro Entre la pluma y la cruz, sobre el clérigo Martín González “y la desconocida historia de su defensa de los indios del Paraguay. Documentos inéditos (1543-1575)”, presentado durante la última feria del libro de Asunción.

La misiva es reveladora y en uno de los párrafos detalla cómo los españoles azotaban y torturaban a las indígenas, al punto de perder a sus bebés si estaban embarazadas, o bien cómo castraban a los indígenas por pretender a sus “queridas” o para que no se les ocurriera tener relaciones con ellas.

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Este fragmento es revelador sobre las rancheadas: “Después que prendieron a Cabeza de Vaca, le han quitado por fuerza los españoles a los naturales más de cien mil mujeres e hijas. Y cuando yo salí de allá quedarían vivas bien las cuarenta mil de ellas y las demás han muerto con los malos tratamientos que les han hecho los españoles. Que las pringan y queman con tizones, atando los pies y manos, las meten hierros ardiendo y les hacen otros géneros de crueldades que no es lícito declararlas. Y a otras con muchos azotes y palos que les dan hasta ponerles las carnes muy negras, con salmuera las lavan y les echan ventosas, y se las sajan para sacarles aquella sangre molida. Otras tienen colgadas de los pies y las dan humo a narices. Otras descalabran de tal manera que mueren, a otras les dan estando preñadas porque se han empreñado de otros españoles o mestizos o indios, y les matan las criaturas en el cuerpo y muchas de ellas mueren. A otras que son sus muy queridas porque se empreñan después de haberles dado con aborrecimiento las envían a los campos y heredades a trabajar lo que no hacían antes, y procuran de darles tan excesivos trabajos por vengarse que mueren las criaturas y muchas de ellas mueren [...]. Asimismo, algunos de los españoles como tienen indios en sus casas para servirse de ellos como adelante diré los castran a unos porque han venido a entender que tienen cópula carnal con estas indias y a otros porque no la tengan. Y como los dichos naturales no alcanzan oro ni plata para dar tributos lo dan del sudor de sangre con muy grandes trabajos insoportables. Y para esto los hacen estar los españoles en sus casas apartados de sus mujeres e hijos, y algunos tienen un año y dos y más que no van a sus tierras”.

El extracto corresponde a una de las cartas que el estudioso del siglo XVI paraguayo halló en el Archivo General de Indias en Sevilla, España. Se la ubica en la sección Charcas, que hace referencia a los documentos mandados desde la Audiencia de Charcas (AGI, Charcas, 143).

¿Quién fue Martín González?

Guillaume Candela lo pinta en cuerpo y alma a lo largo del libro, a través de sus misivas y las respuestas que obtuvo. Fue un cura secular, un simple sacerdote que tuvo una actuación e importancia muy grande que todavía no han sido valoradas, no solamente para el Paraguay, sino también para el Imperio. Haciendo un paralelismo con Bartolomé de las Casas, un dominico que formó parte de esa orden, un estudioso, bien formado y con muchos escritos, Martín González no tuvo esa capacidad, no formaba parte de orden alguna y tampoco poseía grandes estudios ni diplomas de prestigiosas universidades de España. Sin embargo, escribía, defendía, y luchaba por los pueblos indígenas y la defensa de los indios del Paraguay.

Nació en la ciudad española de Villarrubia del Campo de Calatrava, hacia 1516, y en 1540 salió del Puerto de Cádiz rumbo a América. Llegó a la Costa Atlántica en 1541 y participó de la expedición de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, con quien pasó por las Cataratas de Yguazú y llegó a Asunción, en 1542.

La investigación

Desde el 2007, primer año de Máster, Guillaume Candela investiga la historia del Paraguay. Escuchó hablar por primera vez de nuestro país en la Universidad de Aix-Marseille, en la que tuvo a un profesor de origen paraguayo: Gérard Gómez, quien presentó rápidamente en la clase de licenciatura el tema de la conquista del Paraguay. Fue tal el apego que sintió el historiador francés hacia el Paraguay que entre 2007 y 2009 escribió dos tesis sobre la figura del conquistador Domingo Martínez de Irala.

Pero la revelación surgió cuando halló unos 300 folios relacionados con el padre Martín González en el Archivo General de Indias de Sevilla, lo cual despertó su curiosidad y encaminó otra de sus investigaciones.

En el Archivo Nacional de Asunción, en sus indagaciones, llegó a un documento revelador del años 1547: el testamento de Martín González, justo antes de ir a la expedición de la sierra del oro y la plata. Esa famosa expedición la hizo con los conquistadores, con Domingo Martínez de Irala y todo el contingente que fue hacia el Perú, que, por entonces, tan siquiera era conocido así. Cada vez que había una expedición peligrosa, los conquistadores escribían un testamento pensando que podían morir en el intento; obviamente, lo mismo hizo el sacerdote. En el documento, que Candela transcribe completamente en ambos lados, se puede leer la firma de Martín González: “Myn, que es una reducción del nombre Martín, y González es Gs con una pequeña o arriba del apellido”.

En su testamento, el religioso pide la realización de una misa a sus compañeros y deja algunos objetos a sus criadas y las hijas de estas, como se acostumbraba en aquella época.

Aparte de este testamento, halló otro documento más antiguo, de 1543: una carta de pago de salario escrita por el contador Felipe de Cáceres. A menos de un año de su llegada, Felipe de Cáceres le remuneró a Martín González por un cargamento de madera que el religioso obtuvo para la construcción de una iglesia. Se trataba de la segunda iglesia de La Encarnación (a la vez antigua Catedral) en la Loma Cavará, pues la primera había sido devorada por el incendio.

Martín González fue el encargado de hacer traer los troncos con la ayuda de los indígenas a menos de un año de su arribo, lo que prueba que rápidamente desarrolló una fuerte vinculación con las comunidades nativas.

Martín Barco de Centenera, en su libro La Argentina o la Conquista del Río de la Plata, publicado en 1602, en Lisboa, es quien califica a Martín González como un “clérigo idiota”, porque –según sostiene– había enseñado mal la Biblia a los indios y esa fue la causa de muchas revueltas indígenas.

Idioteces históricas

El padre Bartomeu Meliá (s. j.), en el prólogo del libro, precisamente, habla de “las sabias enseñanzas de un clérigo idiota”, explicando que la carencia de documentos es la que propicia diferentes versiones sobre los acontecimientos históricos. Detalla que fray Bartolomé de las Casas fue juzgado como “creador de negras leyendas que oscurecían el indiscutible resplandor del oro, y se le tildó de exagerado, malhumorado y antiespañol, incluso por muchos de sus hermanos eclesiásticos”, por defender la causa de los indígenas ante los maltratos desde los primeros tiempos de la conquista.

“Hubo también en el Paraguay un sacerdote que denunció crudamente los horrores del genocidio perpetrado en esta tierra, que por otra parte no ha cedido en virulencia y sinvergüencería hasta nuestros días. Ciertos escritores de la historia del Río de la Plata –¿historiadores?– tachan de exageradas las acusaciones del clérigo Martín González y, para descalificarlo, ya desde Martín Barco de Centenera, lo tratan de clérigo idiota, y el hecho es que por sus intervenciones y escritos se le amenazó y persiguió”.

De hecho, Martín González era un militante a favor de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, lo que lo puso en el bando contrario al gobernador Domingo Martínez de Irala e, incluso, se ganó la enemistad del obispo fray Pedro Fernández de la Torre, el primero que tuvo la Provincia del Paraguay en 1555. Después de la muerte de Irala, en 1557, le sucedió Francisco de Vergara, en 1558, con quien empeoró las relaciones. 

“La idea es poner en el libro toda la documentación que encontré en Sevilla con un estudio histórico sobre ella y darle el relieve, no solamente del sacerdote Martín González, sino también de lo que era el Paraguay en ese entonces. El Paraguay no es –como se decía, como se pensaba, como se escribió en los libros de historia– una provincia totalmente aislada, que no interesaba a la Corona. El Paraguay era una provincia de frontera con el territorio de Portugal, con toda esa costa del actual Brasil. Entonces, en esas cartas del religioso se demuestra la importancia del Paraguay para la Corona española”, afirma el autor.

Martín González fue el único español que vino al Paraguay y tuvo esa trayectoria documentada. “Para volver a España, huyó de la provincia por la enemistad que se generó con el gobernador y el obispo. Entonces, empezó un largo camino desde el Paraguay y pasó a Charcas, Bolivia, lo que sería hoy Sucre; después, Cusco, Lima, Guayaquil (Ecuador), Quito; pasa a Colombia, Popayán, Cartago (cerca de Bogotá). Sigue por Cartagena de Indias y, cada vez que llegaba a esas ciudades, se quedaba trabajando como cura para poder pagarse su alimentación y seguir su viaje”.

De Cartagena, el clérigo pasó a Cuba y, luego, embarcó hacia España, pero tuvo la mala suerte de que su barco naufragara frente a las islas Azores. Los portugueses lo rescataron y allí se nota que el Paraguay también era “un tema realmente importante para los portugueses en cuestiones de frontera”.

Siguiendo el diálogo con Guillaume Candela, en las Azores, el obispo –al darse cuenta de la valiosa información que poseía el religioso– lo llevó ante la Corte del Rey de Portugal, en Lisboa. Pero durante la noche desapareció con su portacartas y escapó hacia Madrid, donde se quedó dos años escribiendo cartas al rey Felipe II y toda su Corte. Igualmente, mandaba cartas y mantenía entrevistas y citas en la metrópoli.

La última carta de Martín González data de 1575, en Madrid, en la que le pide al rey volver al Paraguay, cuando tenía 59 años, una edad que –para aquel entonces– ya era mucho. No se sabe dónde ni cuándo falleció. “El rey no solamente le dio una licencia para volver a los 60 años, sino también le ofreció, en tres cartas para su familia, dinero; le remuneró y recompensó por su labor. En este libro hay todo un proyecto que él presentó de otra colonia para la instalación de una sociedad española católica en el Paraguay, totalmente diferente. Eso es otro gran descubrimiento que ofrece el libro, muy distinta a la historia tradicional, porque –en gran parte– los historiadores no tenían acceso a estos documentos”.

Los documentos del siglo XVI son muy difíciles de leer para el ojo del común, es imposible transcribir sin buen conocimiento de la paleografía. Son, además, frágiles y deben ser manejados con muchísimo cuidado. Hay que tener en cuenta que el papel vino con la expedición de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, al igual que Pedro de Mendoza había traído escribanos con sus cajas de papel desde España. Luego de siglos permanecen intactos, por así decirlo, en los Archivos de España y Asunción, aunque lejos del acceso de la población.

Entre la pluma y la cruz tiene el mérito de traer esos documentos del siglo XVI y traducirlos a nuestra realidad. La obra es parte de la tesis doctoral de Candela, presentada en el 2016, en la Universidad de la Sorbona, París. Tanto afecto le tomó el ciudadano francés al Paraguay que se especializó en su historia del siglo XVI, publicó varios libros y se quedó a vivir en Asunción.

pgomez@abc.com.py

Fotos: ABC Color/Javier Cristaldo/Archivo.