Para el recuerdo

Así se veía cuatro años atrás, una de las importantes joyas artísticas con que contó el patrimonio cultural paraguayo: el retablo de la iglesia de Piribebuy, templo dedicado a la advocación de Ñandejára guasu.

Cargando...

El histórico retablo fue construido en la segunda mitad del siglo XVIII y, según presunciones, habría sido realizado según diseño y directiva del maestro Souza Cavadas, constructor del retablo y demás muebles de las iglesias de Yaguarón, Piribebuy y Valenzuela.
Este monumento sobrevivió siglos a la acción del tiempo, a la terrible y única batalla urbana de la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, hasta que, a mediados de 1999, por medio de un remedo de restauración, las manos criminales de un embaucador, que haciéndose pasar por restaurador, lo dañaron irreversiblemente, como también lo hicieron con la iglesia de Caraguatay, infringiendo un grave perjuicio al patrimonio histórico y cultural paraguayo.
Desde entonces, las autoridades eclesiales de la diócesis cordillerana, advertidas del grave atentado de lesa cultura, sacaron el retablo de la vista de la feligresía piribebuyense, tapándolo con placas de madera terciada, sin atinar a cómo reparar el daño infligido que, encima, costó una buena cantidad de dinero, tanto a la curia diocesana como a la Municipalidad de la ciudad.


Reclamo norteño

Hace casi ochenta años, un suelto publicado en un periódico concepcionero reclamaba mayor atención a la región por parte de las autoridades.
En efecto, decía el periódico que "Lo que quieren los pueblos del Norte:
"Concepción: Terminación de las obras del puerto; terminación del local de la escuela; terminación del edificio del hospital, construcción de caminos a la frontera y establecimiento de zonas francas en el Alto Paraguay, Pedro Juan Caballero y el Salto del Guairá.
"Bella Vista: Telégrafo, telégrafo y telégrafo.
"Pedro Juan Caballero: Instalación de una estación radiotelegráfica y arreglo del Chirigüelo.
"Tacuatí: Cambio de nombre, refacción del local de la escuela, terminación de la iglesia y construcción de un puente sobre el Ypané.
"Belén, Horqueta y Loreto: Arreglo de caminos y locales para la policía y escuela".
Varias de estas inquietudes fueron satisfechas recién en nuestros días.


"Cositas del Paraguay"

Seguimos hoy con algunas apostillas escritas hace unos cuarenta años por don Alfredo Luis Jaeggli, bajo el seudónimo de Luis del Campo, sobre diversos aspectos de nuestra realidad cotidiana.
Bajo el título de "Impavidez", comenta que al paraguayo "no hay nada que le sorprenda ni que excite su admiración. Uno que por primera vez había ido a Buenos Aires y a quien un compatriota le estaba enseñando el edificio Cavanagh (entonces el más alto de Sudamérica) lo miró con indiferencia y le espetó: -¿Ha coante pico? (¿Y esto es todo?) A otro que volvía de París, un amigo le pregunta: -¿Y qué tal, qué hay por París?... -Silencio...".

De vuelo y boga

Mucha gente, con cincuenta años y monedas encima o frisando los sesenta, recuerdan de un vehículo muy popular en los cielos y los ríos de nuestro país: los hidroaviones de transporte de pasajeros.
Mucha gente viajó en los aparatos de Aerolíneas Argentinas y Pluna, que tenían su "pista" de acuatizaje -un pontón- en las aguas de la bahía asunceña; y su terminal, en un sector del puerto capitalino.
El servicio de transporte aéreo de pasajeros en hidroaviones fue establecido por decreto del gobierno del 22 de marzo de 1941, y la concesionaria fue la Corporación Sudamericana de Servicios Aéreos, que estaba autorizada a transportar, además de pasajeros, carga y correspondencia, entre Buenos Aires y Asunción, haciendo escala en varios puntos intermedios, como Santa Fe, Formosa, etc.
Algunos años después, la concesión pasó a manos de otra empresa, la Aviación del Litoral Fluvial Argentino (A.L.F.A.), que en 1949 pasó a operar bajo el nombre de Aerolíneas Argentinas, extendiendo sus servicios a la ciudad norteña de Concepción.
En 1955 entraron en servicio otros aparatos similares a los hidroaviones, los aviones anfibios. Uno de ellos, pilotado por el mayor Herbert Leo Nowack, condujo ese año al derrocado presidente argentino Juan Domingo Perón. Años después, aquel piloto falleció en uno de estos aviones.
Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...