En ese contexto, podría decirse que estamos enfrentados a un nuevo paradigma, como individuos y como sociedad. Debemos entender y aprender una nueva forma de vivir y convivir; de resolver nuestras necesidades individuales y personales con los recursos disponibles, que en definitiva, (amö hapope, diríase en guaraní), es la cuestión fundamental a resolver, y que es objeto del estudio de las ciencias económicas.
Así las cosas, las prioridades que tenemos como personas de hecho también están sometidas a revisión y a la conformación de un nuevo orden o marco de referencia, al menos de manera provisoria; de corto y mediano plazo, y lo más probable es que en el largo plazo se den nuevas condiciones que configuren este emergente paradigma social.
En estas circunstancias, resurgen conceptos muy pocas veces esgrimidos en los últimos tiempos, que ya fueron abordados a profundidad en tiempos anteriores; por ejemplo, en la conocida Pirámide de Maslow, que hace referencia a los niveles de necesidades que como ser humano tenemos, y que se ha venido rememorando con mayor fuerza en estos días.
Pirámide de Maslow
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Maslow, en esa Pirámide de Necesidades a satisfacer por el ser humano, discrimina a las Necesidades Fisiológicas como la de primer grado o de primer nivel, consideradas básicas; aquellas que tienen que ver con la vida misma o, mejor dicho, con la preservación de la vida; la supervivencia.
Entre estas necesidades están la de respirar, la de reproducirse y, la de alimentarse, entre otras cosas.
Es allí donde renace con fuerza la conciencia de poder y tener que producir alimentos, no solo con el fin de satisfacer una necesidad básica, sino incluso pensando en el siguiente nivel de satisfacción de necesidades, planteada por Maslow, que es necesidad de seguridad, en la que se incluye a la preservación de la salud, de garantizar la calidad de vida, que sin lugar a dudas está en relación directa, aunque no única, con la alimentación y la calidad de la alimentación.
En términos generales, podríamos asociar a la idea de seguridad alimentaria, no solamente en términos de cantidad de alimentos disponibles, sino también en la calidad de los mismos; y, esa es actividad que incumbe a la producción agraria como tal y a las actividades conexas a las mismas, tanto de producción o generación de bienes valiosos por ser necesarios y útiles, como en la prestación de servicios agrarios, todos ellos concebidos como los agronegocios en su conjunto.
Satisfacer necesidades
La producción agraria y las actividades conexas que hacen a los agronegocios no solamente generan bienes y servicios útiles (y por tanto valiosos) para la alimentación, sino para satisfacer otras necesidades como las de la medicina, la vivienda o el vestido, como mínimo; debe y tiene que ajustarse cuanto antes a las nuevas condiciones emergentes, y seguir cumpliendo con el rol que ha venido cumpliendo previamente; es decir, la de generar productos y servicios que satisfagan estas necesidades y las que vayan a identificarse oportunamente, de manera más eficiente.
Crisis y oportunidades
El nuevo paradigma genera crisis y a la vez emergen oportunidades que deben ser identificadas y atendidas por el productor agrario y los agentes del agronegocio, en su afán de satisfacer las necesidades del consumidor (demanda) con las características nuevas que este paradigma sugiere y/o impone para los bienes y servicios que busca, desea y valora, y está en condiciones de adquirir o consumir.
Es por ello que es clave informarse, prepararse, capacitarse para identificar las necesidades emergentes y peculiares y, conforme a ella, generar la adecuada propuesta de valor en términos de responder satisfactoriamente a las necesidades del demandante y, que debe ser respondida por el productor o prestador de servicio del agente de los agronegocios.
Más, esta nueva relación no puede ni debe prescindir de la necesidad impostergable de atender a ambas partes de la relación; es decir, debe atender a oferentes (productores agrarios y agentes de los agronegocios) y demandantes (consumidores) en el marco de una vinculación de “ganar-ganar”, entendiéndose por esta una relación de negocio que permita a las partes satisfacer plenamente sus necesidades.
Ser eficientes
La producción de bienes agrarios, más aún con las ventajas comparativas innegables que nuestro país tiene para ello; entiéndase por la calidad y cantidad de recursos naturales disponibles, por la cultura y la calificación técnica de su capital humano (que dicho sea de paso, puede y debe mejorar la competencia y competitividad en término de capacidades adquiridas para producir y prestar servicio), más la revalorización o el reconocimiento renovado del valor de la producción agraria nos impone trabajar cada vez más y de manera más eficiente, producir cada vez mejor, con criterios de rentabilidad, de productividad y de sostenibilidad, con el fin de cumplir con nuestro compromiso social como agentes del agronegocio, de contribuir con la sociedad a satisfacer estas necesidades y, de poder satisfacer las necesidades propias del productor o de la gente que activa en el sector de los agronegocios.
