Los suelos productivos - Ing. Agr. Fernando Díaz Shenker (*)

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El suelo es un recurso natural, en parte renovable, que tiene la capacidad de recuperarse siempre y cuando se trabaje en forma adecuada y sostenible. Es, además, un “sistema vivo” en el que habitan gran cantidad de seres, como pequeñas especies animales, insectos, microorganismos (hongos y bacterias) que hacen posible la vida, el crecimiento y desarrollo de las plantas. Estas fueron algunas de las ideas expuestas, en el marco de la Expo Regional Canindeyú 2015.

La recuperación del suelo, en condiciones naturales, es posible gracias a la acción de plantas, animales y microorganismos que viven en el suelo mismo, y que proveen de la materia orgánica necesaria para la nutrición, aireación, circulación del agua y mantenimiento de su estructura. Por eso es clave mantener la fertilidad y estructura natural de los suelos, minimizando la erosión y evitando su agotamiento. Para ello, existen prácticas agronómicas ya probadas, como la rotación de cultivos, siembra directa y de abonos verdes. También están las normativas que establecen las buenas prácticas agrícolas (BPA), que incluyen el análisis de suelos. Esta última es una herramienta imprescindible para una buena producción agrícola, ya que permite determinar las condiciones productivas de los suelos, ajustar o complementar sus necesidades en minerales (nitrógeno, fósforo, potasio, microelementos), corregir la acidez a través del agregado de cal agrícola, o sea, la enmienda, abonado y fertilización, de acuerdo a los requerimientos nutricionales de las especies a cultivar.

INFORME DELA FAO

La Organizaciónde las Naciones Unidas parala Agriculturayla Alimentación(FAO), en un reciente informe, ha destacado la progresiva pérdida de la capacidad productiva de los suelos, sumado a una degradación y escasez del recurso de agua. “Una extensa degradación y la escasez, cada vez más agudas de recursos de tierras y agua, ponen en peligro a varios sistemas clave de producción de alimentos, planteando un profundo desafío a la tarea de alimentar a una población mundial que para el 2050 habrá llegado a 9000 millones de personas”.

ABONOS VERDES

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La cobertura del suelo con abonos verdes es una opción agronómica válida y accesible, por cuanto ayuda a mantener y mejorar la estructura, fertilidad y actividad microbiológica de los suelos. El empleo de abonos verdes consiste en sembrar y establecer franjas de vegetación entre las hileras de los cultivos o frutales y árboles, las que se cortan antes de que empiecen a competir con los cultivos, dejándose los rastrojos sobre el suelo. La cobertura vegetal conserva la humedad del suelo y lo protege de la erosión. Aparte, la infiltración del agua es más fácil, debido a la textura más porosa del suelo, a la vez, la materia orgánica se descompone mejor por la acción de los microorganismos que encuentran condiciones más favorables para su actividad. Los abonos verdes de invierno se pueden cultivar a partir de marzo hasta junio, entre ellos: lupino, nabo forrajero, avena negra y la vicia. A partir de agosto hasta diciembre se pueden cultivar los abonos verdes de verano: mucuna, poroto común, crotalaria, kumanda yvyra’i y leucaena, entre otros.

CONCLUSIÓN

Hoy en día, urge la necesidad de una mayor sensibilidad ambiental para producir más, preservando el ambiente y sus recursos, así como la calidad de los suelos y del agua, los bosques y, también, la biodiversidad que allí vive. Las tecnologías existen, pero es cuestión de difundirlas y demostrar sus beneficios, principalmente en el ámbito de la agricultura familiar. Así se podrá contribuir a la seguridad alimentaria de este segmento poblacional que vive del campo, y fortalecer un modelo familiar y competitivo de producción sustentable de alimentos inocuos, para beneficio de futuras generaciones.

(*) Especialista en Comunicación Rural