«Adiós, Roberto», de Enrique Dawi, 1985

Un film de Enrique Dawi protagonizado por Carlos Calvo y Víctor Laplace en 1985 marcó un antes y un después en la memoria de varias generaciones: se trata de «Adiós, Roberto», la primera película del cine argentino que abordó una historia de amor entre dos hombres.

Afiche de Adiós, Roberto (1985)
Afiche de Adiós, Roberto (1985)

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Un hombre se separa (en un contexto en que incluso el divorcio se mantenía ilegal en la Argentina), renunciando así a 6 años de anodino e insípido matrimonio, a un hogar y a un niño de la misma edad.

Sin hogar y sin familia (perdidos por propia voluntad), Roberto termina en el departamento de Marcelo, un escritor poco valorado por la industria editorial por la falta de «polvitos, braguetas y booms literarios del momento» en su obra.

El contrapunto es evidente: uno «macho de barrio», tosco y torpe, acostumbrado a gritar hasta para pedir un mate. El otro, indigno hijo de una indigna burguesía porteña enfrentada a su propia decadencia. Ambos solos y desencajados. Ambos re-encontrados en un imposible y anacrónico lazo de compañerismo.

Contra las muchas observaciones que podrían hacerse a la película de Dawi, rescatamos algunos de sus principales aciertos. Consiguió retratar una relación sexual y afectiva entre dos hombres (con evidentes sugerencias de su homóloga femenina en el desarrollo de la trama) en un marco histórico en el que dichos asuntos continuaban estando tenazmente blindados en los espacios familiares, sindicales, partidarios, y por supuesto, como aprendimos décadas después, en el ordenamiento jurídico del Estado.

En ese sentido, Adiós, Roberto acertó en comenzar a oxidar dicho blindaje. Y lo hizo con una de las herramientas más inteligentemente creadas por el Homo sapiens para procesar asuntos difíciles, angustiantes o indignantes: la comedia.

Risa y llanto son transversales a todo el film, a los personajes y al propio espectador.

Así, el otro acierto se relaciona con el anterior: el juego con el mundo onírico. No recordamos muchos films criollos que se hayan animado a incursionar en ese submundo del deseo humano (y sus pesadillas). Desde ya, debemos destacar la épica escena de Los traidores (Gleyzer, 1973) en la que un evidente burócrata sindical corrupto y criminal sueña su propio funeral, con decenas de sus propios amigos y allegados riendo y celebrando su ansiada muerte.

Bueno, en el caso de Adiós, Roberto, los fantasmas acompañan a nuestro protagonista de principio a fin. A veces será su primera amante, una adolescente radiante vestida casi de colegiala. Otras, una matrona experimentada, de acento tanguero, quien le recuerda a Roberto que «a mí, en tantos años, nunca me enteré de ninguno que se me diera vuelta». El cura de la iglesia parroquial, el padre de la «civilización occidental y cristiana» (como los milicos) y de los «valores nacionales que hay que defender de esos europeos y yanquis degenerados» (del Perón de cualquier década). Y al fin la Madre, la madre sin diálogos, hundida en llantos. Figura cara a la construcción de la identidad y la sexualidad modernas.

No puede olvidarse tampoco aquel memorable encuentro entre Laplace como amante y Ana María Pichio como esposa despechada. Esquirlas y edificios que implosionan.

Una película epocal. ¿Por qué renegar de eso? La vulgar vanidad posmodernista nos ha hecho creer que ellos y sólo ellos fueron capaces de descubrir el fuego y sus enigmas.

Aun así debemos decir que el film de Dawi también consigue trascenderla con notable soltura.

Gracias.

Adiós, Roberto / Ficha técnica

Título original: Adiós, Roberto.

Género: Drama.

Duración: 90 min.

País: Argentina.

Año: 1985.

Dirección: Enrique Dawi.

Guion: Lito Espinosa.

Reparto: Víctor Laplace, Carlos Calvo, Héctor Alterio, Osvaldo Terranova, Ana María Picchio, María Cristina Laurenz, Héctor Pellegrini, María Vaner, Onofre Lovero.

Música: Pocho Lapouble, Pablo Ziegler.

Fotografía: Luis Vecchione.

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