Gabriel García Márquez

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García Márquez nació de cuerpo entero periodista y narrador. Pero su talento se fue haciendo en la observación, la lectura de los clásicos, un grupo de amigos entrañables y una capacidad interminable para aguantar padecimientos.   

Sus primeros escritos periodísticos anunciaban ya el porvenir venturoso del autor. Algunos de ellos están reunidos en Escritos costeños, cuyo estilo habría de acompañarle siempre: humor, ironía, fecunda imaginación, escritura fascinante. Pero no fueron providenciales. Dasso Saldívar, tal vez su mejor biógrafo, anota en su libro, Viaje a la semilla, que García Márquez "no siempre escribió bien y que su estilo claro, ordenado, musical y sugerente es el producto de una ardua y larga búsqueda".   

Cien años de soledad es la consecuencia de un dilatado proceso que se inicia en sus relatos juveniles. Muchos de los temas de su gran novela están diseminados en sus primeros relatos: La hojarasca, La mala hora, Los funerales de la mamá grande.   

En la versión final de La hojarasca, 1948, se menciona por primera vez a Macondo. En el velatorio de un médico, "misterioso y odiado, al que sus vecinos quieren dejar insepultos", Isabel monologa: "Desde hace veinticinco años, cuando este hombre llegó a nuestra casa, papá debió suponer (al advertir las maneras absurdas del visitante) que hoy no habría en el pueblo una persona dispuesta ni siquiera a echar el cadáver a los gallinazos (…) debe sentir que esto es apenas el cumplimiento de una tarea largamente premeditada, que habría llevado a cabo de todos modos, así hubiera tenido que arrastrar él mismo el cadáver por las calles de Macondo".   

El nombre convencional de este pueblo habría de inmortalizarse en Cien años de soledad, novela publicada por la Editorial Sudamericana, Buenos Aires, en 1967.   

Acerca de Macondo, el autor nos cuenta en sus memorias,  Vivir para contarla, que el pueblo, escenario de La hojarasca, lo había "visualizado en la realidad cuando volví a Aracataca con mi madre, pero este nombre (…) me pareció tan poco convincente como el de Barranquilla, pues también carecía del soplo mítico que buscaba para la novela. Así que decidí llamarlo con el nombre que sin duda conocía de niño, pero cuya carga mágica no se me había revelado hasta entonces: Macondo".   

En su segunda novela, La mala hora, vuelve a aparecer Macondo y con más luminosidad su estilo descomunal. "Escuchamos" al Padre Angel decir a un grupo de señoras: "Por lo pronto, no quiero llegar a viejo al frente de ninguna parroquia. No quiero que me pase lo que al manso Antonio Isabel del Santísimo Sacramento del Altar Castañeda y Montero, quien informó al obispo que en su parroquia estaba cayendo una lluvia de pájaros muertos. El investigador enviado por el obispo lo encontró en la plaza del pueblo, jugando con los niños a bandidos y policías".   

La serie de siete cuentos reunidos en Los funerales de la mamá grande, de 1962, contiene la forma y el fondo definitivos de Cien años de soledad.   

Junto con su actividad periodística, despliega, sin descanso, su creación literaria. En sus "memorias" nos dice: "En una tarde normal en la redacción del periódico podía escribir "La Jirafa" (su leída columna), un editorial, algunas de mis tantas informaciones sin firma, condensar un cuento policíaco y escribir las notas de última hora para el cierre de Crónica".   

Sus artículos periodísticos y reportajes están reunidos en tres voluminosos tomos: Textos costeños (1948-1952); Entre cachacos (1954-1955); De Europa y América (1955-1960); a los que debemos agregar: Notas de prensa (1980-1984); Por la libre (1974-1995).   

Sus reportajes novelados: Crónica de una muerte anunciada, Noticia de un secuestro, Relato de un náufrago.   

En el afán de hacer que otros periodistas, sobre todo de Hispanoamérica, accedan a más y mejores conocimientos, impulsó la Fundación Nuevo Periodismo con sede en Cartagena de Indias, Colombia, donde cotidianamente llegan decenas de periodistas para asistir a las clases dictadas, a veces por el mismo García Márquez, o por otros maestros de reconocida fama. La intención es jerarquizar la profesión mediante una sólida cultura que pueda resumirse en el ejercicio invalorable de la ética.   

En el nombre de Gabriel García Márquez se aúnan el novelista y el periodista. Al leer sus primeros artículos periodísticos y sus primeros relatos, cuesta distinguir cuál de ellos sobresale. Esto es así porque, aun con la más severa división de género, el periodista y el novelista tiene en común el uso milagroso de la palabra. Para García Márquez el periodismo o la novela es el mismo modo para expresar al ser humano en su laberinto de realidad y fantasía.
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