Livio Abramo y el grabado en el Paraguay

Hace cincuenta años, un grupo de artistas paraguayos, orientados por Livio Abramo, fundaba, con el auspicio de la Misión Cultural Brasileña, el Taller de Grabado Julián de la Herrería. Para conmemorar este hecho, el Centro Cultural de la Embajada de Brasil presentará, desde el viernes 13 de octubre, una amplia muestra que incluye obras del maestro, de grabadores paraguayos y de otros artistas vinculados al Taller, así como de una extensa selección de trabajos de alumnos que pasaron por el mismo durante el medio siglo transcurrido desde su fundación. El crítico de arte Ticio Escobar y la artista Olga Blinder se refieren en sus respectivas notas a Livio Abramo y su presencia en el arte paraguayo.

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RECORDANDO A LIVIO

Desde hace mucho tiempo Livio Abramo ocupa un lugar importante en mi memoria porque fue quien me enseñó a usar un lenguaje a través del que pude decirme cuando era peligroso usar las palabras con las que cotidianamente nos comunicamos. Gracias a ese lenguaje pude crear, por ejemplo, las series de “Los torturados”, los “Espías” y los “Miedos” para denunciar algo que estaba ocurriendo y de lo que no podíamos hablar. Por eso quiero repetir aquí cosas que escribí hace tiempo, porque sigo pensando lo mismo sobre Livio y sobre lo importante que fue para mí y para quienes optamos por el arte como medio educativo. Livio y el grabado llegaron juntos a mi vida. Era poco o nada lo que conocíamos de esa técnica, la xilografía, los que ya estábamos trabajando en pintura, en 1956, cuando Livio Abramo vino con su exposición y nos enseñó los principios de la técnica.

Fue en la II Bienal de São Paulo donde estuvo expuesta la gran obra, la obra maestra del siglo XX, “Guernica” -y esa fue la única vez que cruzó el Ecuador-. Pero esa segunda Bienal fue para nosotros muy importante, porque fue la primera vez que el Paraguay estuvo invitado a participar y expusimos ahí nuestras obras, además pudimos ver “Guernica” y muchas otras obras de Picasso. Y conocimos a Livio Abramo, conocimos su obra en esa misma Bienal, en 1953, en la que obtuvo el Premio al Mejor Grabador Brasileño y para nosotros, los paraguayos que visitábamos esa extraordinaria exposición, él era como un ser superior al que mirábamos con admiración y no nos animábamos ni a hablarle.

Dos años después, el director del entonces Instituto Paraguay-Brasil, Prof. Albino Peixoto, invitó a Livio a traer una exposición de sus grabados para ser expuestos en Asunción, en agosto de 1956. Los pintores más jóvenes, que en esos años nos estábamos abriendo camino en el arte, no sabíamos casi nada sobre xilografía, no conocíamos los grabados de Cabichuí y El Centinela. En el Taller Julián de la Herrería, que Livio organizó para nosotros, nos prestó sus herramientas, nos enseñó la técnica, la historia y los principios teóricos en que se apoya el grabado. Ahí fue donde practicamos y aprendimos los que durante años elegimos esa técnica gráfica, la xilografía, para crear nuestras obras.

Livio Abramo era especial porque era un ser que daba generosamente lo que sabía y eso fue fundamental para el arte paraguayo y para el Paraguay, país al que llegó a querer entrañablemente y en el que eligió vivir sus últimos años. Aquí encontró no sólo amigos que lo querían y alumnos que lo admiraban sino también un paisaje que él descubrió, y nos enseñó a ver a través de sus dibujos -¡sus hermosas lluvias!- y la estructura de sus xilografías. Por todo eso, la labor de Livio en el Paraguay va más allá de lo artístico porque, además, es una obra educativa y social que, estoy segura, a él le gustaría que le reconozcamos y le recordemos por eso.

La serie “Paraguay” fue -y es y seguirá siendo- una ofrenda a la tierra que él eligió para vivir, para enseñar, para morir, para la tierra que lo acogió y lo sintió como a un hijo que la supo comprender. Ahora su cuerpo nos abandona, pero él nunca estará ausente porque está en cada uno de los cientos de alumnos que no lo podemos olvidar, que lo veremos en los pueblos misioneros, en las lluvias veraniegas, en cualquier trozo de madera que en sus manos se podía convertir en una obra de arte.
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