Abordaje territorial en el desarrollo rural

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Abordaje territorial en el desarrollo rural
Abordaje territorial en el desarrollo ruralArchivo, ABC Color

Los paradigmas de desarrollo rural evolucionan con el tiempo. Algunos de estos fueron el de Desarrollo Rural Integral, de las décadas de 1970 y 1980, donde el objetivo era dotar de condiciones e infraestructuras para que los agricultores campesinos logren mejorar su situación social. Posteriormente apareció el paradigma del desarrollo sostenible, desde mediados de la década de 1990, que insistía en la gestión adecuada de los recursos naturales para generar el tan mentado desarrollo rural.

Aproximadamente a mediados de la década de 2000 se renueva, al menos en parte, el paradigma del desarrollo sustentable, con la figura de la agricultura familiar, que en varios países de la región se denominaba coloquialmente campesina, con un sesgo tácito de retraso y escasa modernidad.

Posteriormente, la discusión sobre el desarrollo rural toma un giro importante con la inclusión de la variable espacial o geográfica. En este sentido, se constata que las zonas rurales, denominadas seguidamente como territorios rurales, no se dedicaban exclusivamente a las actividades agrícolas, sino que presentan nuevas funciones. El aporte del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), la cooperación alemana (GIZ), la cooperación japonesa (JICA), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), así como de la academia, principalmente en México, Colombia y Brasil, alimentó, posibilitó y dio fuerza al enfoque territorial del desarrollo rural o, del desarrollo territorial rural. Surgieron así una serie de nuevas definiciones que, a pesar de la efervescencia teórica, insistían una y otra vez en la dimensión territorial, mostrando que las particularidades de cada uno de los lugares (o zonas rurales) disponían de atributos que podían activarse para integrarse al nuevo contexto nacional y macrorregional, de la mano de una globalización percibida no solo amenazante ni peligrosa, sino que también como oportunidad.

Los aportes del IICA, de la mano de Sepúlveda, con su trabajo central sobre el actor de localización en la competitividad de las cadenas de valor, disponible en http://repiica.iica.int/docs/B0193e/ B0193e.pdf, así como estudio sobre la gestión del desarrollo sostenible en territorios rurales, que puede accederse en http://repiica.iica.int/docs/B0712E/B0712E. pdf, indicaban ya la base teórica y metodológica sobre la cual se construiría buena parte del esquema conceptual del desarrollo territorial rural.

Por su parte, Echeverry, también del IICA, presentaba su trabajo titulado Nueva Ruralidad, Visión del Territorio en América Latina y el Caribe, disponible en http://repiica.iica.int/docs/B0536e/ B0536e.pdf.

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Por el lado del BID y del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, el trabajo de Schejtman y Berdegué, accesible en https://www.rimisp.org/wp-content/ files_mf/1363093392schejtman _y_ berdegue2004_desarrollo_territorial_rural_5_rimisp_CArdumen.pdf, resultó fundacional para afirmar el abordaje territorial en las zonas rurales así como para la instalación del nuevo paradigma de Desarrollo Territorial Rural (DTR). Este tipo de desarrollo fue definido como un proceso de transformación productiva e institucional de un espacio rural determinado, cuyo fin es reducir la pobreza rural.

El DTR reposa sobre dos pilares estrechamente relacionados. El primero de ellos es la transformación productiva, que tiene el propósito de articular competitiva y sustentablemente a la economía del territorio con mercados dinámicos, lo que supone cambios en los patrones de empleo y producción de un espacio rural determinado. En segundo lugar se encuentra el desarrollo institucional, cuyo objetivo es estimular la concertación de los actores locales entre sí y entre ellos y los agentes externos relevantes, así como modificar las reglas formales e informales que reproducen la exclusión de los pobres en los procesos y los beneficios de la transformación productiva.