Nuestro país no es la excepción. Están siendo afectados hábitos de conducta personal y empresarial. Al filo de la navaja, miles de empresas se juegan su permanencia y futuros inmediatos. En el sector privado, inversiones y empleos; en el sector estatal, la sostenibilidad fiscal y monetaria.
Las ventas en general; autos y motos, accesorios, repuestos y herramientas, los gastos en las tiendas de ropas, tecnología, celulares, puestos de comida, shoppings, servicios públicos y así hasta en la educación y otros muestran la caída del consumo. La economía privada necesita volver a movilizase y cuanto antes.
Una manera de lograr el impulso del consumo es lo que de alguna manera se está haciendo. El crédito al sector privado vía el mercado financiero así como las transferencias económicas y sociales por parte del gobierno a los sectores de bajos recursos como también la postergación de pago de impuestos son medidas correctas.
El ministro de Hacienda, Benigno López, tenía razón cuando semanas atrás dijo que las políticas monetarias y fiscales que se tomaron para enfrentar la pandemia de coronavirus no tiene que envidiar a lo que se hizo en otros países, incluso más grandes que el nuestro.
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No obstante, estas medidas resultan insuficientes. La mirada gubernamental vuelve a estacionarse en el mismo lugar.
No salen del viejo paradigma
Como no pudiendo salir del viejo paradigma del intervencionismo, coloca todas sus fichas para la recuperación y el consecuente aumento del consumo en el gasto público.
Y es a partir de aquí que resulta necesario y urgente que los miembros del ejecutivo nacional se despabilen de cierta línea de pensamiento a la que se adscriben y de la que no pueden por lo visto deshacerse. No se nota suficiente ambición de mirar más lejos del presente período de gobierno. No pretenden poner en práctica políticas firmes y consistentes con la libertad económica.
Y no estoy contra las obras de infraestructura en carácter de mega proyectos anunciadas por el gobierno. Soy un convencido que los atrasos en rutas, caminos, puentes, alcantarillados etc. afectan a la producción, el comercio, los servicios y la radicación de inversiones.
En lo que estoy en desacuerdo es en la mentalidad unívoca puesta en práctica que no pretende sacar los obstáculos al sector privado que como lastres impiden al Paraguay lograr el gran salto hacia el desarrollo.
El presidente Mario Abdo Benítez tiene la brillante oportunidad de pasar a la historia como el reformador de la economía e iniciar una era de prosperidad nunca antes lograda en el país.
Cantos de sirena
Pero si se deja convencer por los cantos de sirena de la literatura estatista keynesiana por el cual la demanda agregada por medio del intervencionismo estatal conseguirá revertir la caída del consumo y reactivar la economía, entonces llevará al país a un círculo vicioso del cual ni los colorados, ni los liberales ni al parecer otros partidos pueden escapar hasta ahora.
Y tampoco estoy diciendo que el consumo no sea importante. Una merma en el consumo –como ahora sucede– hace que las ventas bajen y que las empresas no vendan, lo que implica ir reduciendo costos que llegan al sector trabajador.
Lo que llama la atención –quizás se deba a que las ideas tardan en ponerse a tono con la política y hasta en los medios de comunicación– es que se siga creyendo como un acto de fe de que cuando el consumo cae lo primero que se busca es que sea el Estado, mediante el gobierno, el que ponga en orden las cosas, esto es, dinamice la economía, como si el sector estatal fuera un creador y eficiente administrador del capital y que asume riesgos a su cuenta.
O que se siga creyendo que si el sector privado no hace tal cosa, es decir, si los individuos y las empresas no gastan como antes, entonces es necesario que el Estado lo haga.
Ocurre que a los apóstoles del intervencionismo estatal no toman en cuenta algo muy elemental que se da en las familias en cuanto a los ingresos e inversión. Lo correcto en tiempos difíciles es la austeridad, la eficiencia en el uso de los recursos.
Defensores del intervencionismo
Los defensores del intervencionismo creen que la conducta prudente de una familia en cuanto a la austeridad y buen uso de los escasos recursos es diferente cuando se trata del Estado. Si una empresa o una familia desean recuperar su solvencia económica lo que hace es reducir sus déficits y tratar de no endeudarse más... pero no se alega que ¡si lo hacen los gobiernos está bien!
Dicho de otro modo, si seguimos apelando en Paraguay al vetusto y erróneo concepto del Estado dinamizador del consumo, ya sea con el gasto público que termina inexorablemente en deudas y déficit, se estará descuidando y dejando de lado la creación de nuevos bienes de capital.
Más gastos no es la respuesta
Si la solución fuera más gasto, entonces nunca se tendrían crisis económicas porque si de erogaciones y endeudamientos se trata, pues los estados son los campeones.
De hecho, los mismos keynesianos saben y reconocen que sólo mediante más gastos desde el Estado se podrá mantener con vida su teoría: “el endeudamiento para efectuar gastos ruinosos puede enriquecer a la comunidad”, decía J.M. Keynes.
Persiste la vetusta concepción de que si cae el consumo y como no puede ser revertida esta tendencia por el sector privado, entonces lo debe hacer el gobierno, lo que da lugar a que el sector estatal se vaya volviendo omnipresente; una presencia en todas las situaciones de la vida humana. Al respecto, es cuestión de saber cuánto le cuesta a los contribuyentes y al pueblo en general el endeudamiento, el déficit, las malas leyes y regulaciones, los monopolios, el presupuesto, los impuestos y demás “presencias” estatales.
John Stuart Mill en su momento tuvo y sigue teniendo toda la razón cuando dijo: “La demanda de mercancías determina en qué rama productiva concreta se utilizará el capital y el trabajo; determina la dirección del trabajo; pero ni el mayor o menor uso del trabajo en sí mismo ni el mantenimiento de los pagos al trabajo. Esto depende únicamente de la cantidad de capital”.
Futuro
Miles de empresas se juegan su permanencia y futuros inmediatos. En sector privado, empleo e inversiones; y en el estatal, sostenibilidad fiscal y la monetaria.
Historia
El Presidente tiene la brillante oportunidad de pasar a la historia como el reformador de la economía e iniciar una era de prosperidad nunca antes lograda.
(*) Decano de Currículum UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.
