Y no solo alzar los tributos, sino que imponerlos a los que ellos consideran son los más ricos, es decir, a los de elevado patrimonio. Esta propuesta, desde luego, dicen con absoluta liviandad, debería ser temporal. Alegan la urgencia de ajustar las cuentas públicas que a causa de la pandemia han sufrido una terrible afectación con severas pérdidas en las recaudaciones tributarias.
Semejante desbarajuste por la pandemia ha creado un colapso en las economías y en la actividad estatal. Resulta necesario insistir en los paquetes de estímulo para impedir una catástrofe. Como se notará las expresiones con las que quieren hacernos creer para así causar pánico resultan a todas luces un despropósito adosado de violencia, sin base de sustentación, ni económico ni moral.
¿De dónde creen los amantes de los impuestos y del Estado que tienen derecho a implementar sus medidas con cargo a otros, es decir los contribuyentes, para que sean ellos los que decidan qué hacer y no hacer con nuestro dinero? ¿De dónde sale esa absurda y nefasta idea de que el motor del crecimiento económico es el gobierno? ¿Por qué insisten en solo pensar y hacer desde el Estado y no toman en cuenta a los que en verdad pagan el dinero que ellos utilizan según sus criterios “técnicos”?
Esta furia fiscal que se viene preparando tiene el apoyo de la nueva administración norteamericana del presidente Joe Biden, quien también se ha decidido por lo que ya llaman la “nueva fiscalidad”. Es la extensión de la “nueva normalidad” que pretenden imponer a nivel planetario. Por cierto y no menos importante, la tan mentada “nueva normalidad” no es más que la aceptación de un régimen de vida social adosado de miedo y manipulación por el cual el ser humano debe ir cediendo parte de su libertad por más seguridad.
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Seguridad sobre la libertad
De esto se dio inicio con la puesta en marcha de los cierres, los lockdown económicos, que no solo están haciendo prevalecer la seguridad sobre la libertad sino que por medio de esta manifiesta perversidad se vienen destruyendo millones de empleos sin dejar de mencionar las muertes. El cierre de las economías debilita al sector privado, al empresario, al emprendedor de todas partes del mundo, porque sin recursos propios se vuelve dependiente del poder de los gobiernos que sin duda tienen dinero para ofrecer, ya sea mediante subsidios y diversos planes sociales.
Cuando las personas y las empresas están en este brete hecho para llevarlos al matadero de la dependencia estatal, se busca afanosamente prevalecer la seguridad sobre la libertad. Una persona o empresa sin capacidad de crear, innovar, contratar y pagar sus deudas como contraer préstamos, no solo se vuelve débil como dije más arriba sino también cede su espacio de movilización en el mercado para entregárselo a los políticos populistas y burócratas, todos ellos adeptos al estatismo.
Personalmente me parece asombrosa la manera en que muchas personas toman como un hecho baladí, superficial, intrascendente incluso, el tema de una mayor presencia estatal en la economía. Este es un grave error. Dicha presencia estatal en la economía que significa el avance hacia otros sectores de la sociedad, llámese educación, salud, transporte, energía etc. para terminar con las libertades como la prensa libre, la democracia liberal y el mercado mismo, en ningún modo debe subestimarse.
De hecho, si analizamos lo que ocurrió en la historia, nos damos cuenta que, por ejemplo, los llamados impuestos han determinado la caída de imperios y civilizaciones. Egipto, Grecia, Roma en ocasión del debilitamiento de la República así como sucedió en Inglaterra dando lugar a la Independencia de los Estados Unidos o la misma Revolución Francesa, muestran que las revoluciones y la guerras son provocadas por temas relacionados a los impuestos o mejor dicho, al avance de medidas estatales sobre los individuos y familias.
Poder de destruir
La realidad es que a diferencia de los que están seducidos por la “nueva” fiscalidad que desean imponernos, el poder del avance estatal sobre nuestras vidas mediante su intervención con impuestos es el poder de destruir, y destruirlo todo. Todos los tributos sin excepción alguna, sean directos o indirectos, al consumo, al capital, a la producción que es igual a decir sobre los más ricos o los más pobres, provoca indefectiblemente una merma en los incentivos para producir e intercambiar bienes y servicios.
Ahora bien, si aceptamos la existencia del Estado entendido como un órgano político y jurídico cuyo objetivo es el de preservar el orden y la ley, entendida como la supremacía constitucional de la vida, la libertad y la propiedad, pues los resultados son diferentes y de hecho han sido diferentes. Y estos resultados son el de satisfacer a los individuos su deseo de vivir en ambiente de seguridad personal como jurídica.
Más allá de esto, el Estado se convierte en el más grande enemigo y criminal que se conozca. Sus administradores adquieren tal poder de decisión sobre los demás que como se ufanan de su origen democrático en su sentido restrictivo, fueron electos en compulsas electorales, se creen con la suficiente autoridad de violar nuestros derechos inalienables, derechos superiores al Estado: la vida, libertad y propiedad.
Impuesto al rico es al pobre
De igual importancia en el tema expuesto es que los impuestos no son temporales como creen los sesudos técnicos del FMI y sus adláteres por aquí. Es muy difícil por decir imposible, que un tributo establecido pueda luego ser derogado. La relación costo-beneficio originado en la política llevan a consolidar ese espacio tributario para incluso ir avanzando por más.
De ahí que eso de crear impuestos a los ricos o a los de elevado patrimonio es la puerta de entrada no de la discrecionalidad sino de la arbitrariedad. ¿Qué significa ser rico? ¿Un ingreso superior a qué monto? ¿Y las inversiones, gastos, empleos y hasta obligaciones a pagar que tiene esa persona supuestamente rica? La realidad es que un impuesto al rico es un impuesto al pobre. Al detraer compulsivamente a los que más tienen se está impidiendo que estas personas los dispongan para formar sus ahorros base de toda inversión que igualmente crea oportunidades de empleos para muchas familias que de ese modo se benefician.
Por lo demás y esto es algo que los amantes de la nueva fiscalidad deberían tomar en cuenta, lo que hoy se sabe fuera de toda duda debido a la curva de Laffer es que el aumento de la presión tributaria resulta en mayores costos, evasión y hasta menor recaudación. Pero a los promotores de la nueva normalidad y de la “nueva” fiscalidad todo ello les tiene sin cuidado. Son adoradores de lo ajeno, capaces de sacarles por medio de la fuerza coercitiva del Estado lo que otros logran con su iniciativa y trabajo diario.
Presión
El aumento de la presión tributaria resulta en mayores costos, evasión y hasta menor recaudación, pero a la “nueva” fiscalidad todo ello le tiene sin cuidado.
Ajeno
Los promotores de la “nueva” fiscalidad son adoradores de lo ajeno, capaces de sacarles por la fuerza coercitiva del Estado lo que otros logran con su iniciativa y trabajo diario.
(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.
