¡Es la economía, Santiago! No te olvides ni equivoques

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Debo referirme como introducción acerca de un hecho que sucedió un poco antes del año 1993 en Estados Unidos.

El entonces presidente de ese país, George Bush padre, tenía las de ganar nuevamente las elecciones presidenciales. Había terminado con la Guerra Fría y la Guerra del Golfo. Parecía que nada le impediría llegar nuevamente a la Casa Blanca.

Sin embargo, el jefe de campaña del candidato opositor, Bill Clinton, se había percatado de algo que nadie había notado. Que el problema de los Estados Unidos estaba en el interior mismo del país en los temas de la vida diaria a los que se enfrentaba el estadounidense común, los que más interesa a la gente: sus ingresos, su trabajo, el futuro de sus familias.

Surgió entonces un eslogan en la campaña electoral. Hasta hoy se recuerda lo que luego se volvió una frase famosa: “Es la economía, estúpido”.

Aquí en nuestro país y en razón a su formación en economía, el electo y proclamado presidente de la República Santiago Peña tiene una gran oportunidad de lograr uno de los mejores gobiernos de nuestra historia. Si utiliza sus conocimientos en la tendencia correcta de la economía habrá de lograr lo que aún no se logró para bien del país.

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No trato de insistir sobre el valor trascendental de la economía en una sociedad que de suyo la tiene y mucho. La economía tiene notable influencia sobre la política, la educación y la misma cultura. Pasa que si analizamos los procesos políticos e incluso los de carácter cultural y educativo nos percataremos de que todo avance o retroceso en la calidad de vida de la gente está directamente relacionado al tipo de economía que se practique.

Los más grandes desvaríos en materia económica finalmente terminaron en revoluciones. Muchos son los hechos para corroborar esta afirmación. Por ejemplo, en Estados Unidos 1776 (Declaración de la Independencia); París 1789 (Revolución Francesa); San Petersburgo 1917 (la revolución rusa); Berlín 1933 (el ascenso de Hitler); Muro de Berlín 1989 (caída); Moscú 1991 (disolución de la Unión Soviética) muestran con notoria claridad lo expresado.

En todos esos momentos la economía fue el detonante pero no de modo indirecto o circunstancial, sino de modo directo y explicativo en sus verdaderas causas.

Ocurre que cuando los gobiernos caen en la tentación de financiar los gastos públicos a través de la emisión de moneda como también con políticas de endeudamiento público, se termina ocasionando graves inconvenientes no solo al estado de las finanzas públicas sino en especial a la gente. La inestabilidad monetaria como fiscal no es más que el resultado de ideas equivocadas puestos al servicio de objetivos políticos por lo general motivados a corto plazo por el deseo de lograr éxitos en poco tiempo.

En el mediano y largo plazo, sin embargo, los resultados de aquel financiamiento del intervencionismo estatal terminan por ralentizar la economía y luego por crear desincentivo para la inversión nacional como extranjera. Pronto caen la inversión, los empleos, los salarios y las ganancias empresariales.

Un “poco” de inyección de dinero

A los gobernantes y en particular el poder administrador del Estado en connivencia con el Congreso les agrada aumentar los gastos y emitir un “poco” de dinero para de ese modo equilibrar los déficits y bajar las tasas de interés. Consideran que la economía estará mejor de esa manera. Es el “impulso” artificial del consumo y de la cadena de pagos. El remedio resulta peor que la enfermedad.

En Paraguay no estamos a salvo del desorden monetario como fiscal. De hecho, en estos últimos meses hubo una tendencia que por fortuna se fue corrigiendo pero apenas sigue siendo un placebo momentáneo para una enfermedad mayor que requiere otro tratamiento. La enfermedad es el Estado desorbitado de trámites, coimas, excesos de funcionarios y otros. El antídoto: ideas de libertad y reformas para fortalecer el estado de derecho y la economía de mercado.

Esto no es fácil de hacer, más todavía si casi todos nuestros políticos y burócratas están cortados por la misma tijera. La tentación de seguir endeudando al país así como de financiar el gasto público sin un financiamiento genuino puede provocarnos una pérdida irreparable.

Este es uno de los motivos por el cual me preocupa y mucho la creación de un futuro Ministerio de Economía en reemplazo del Ministerio de Hacienda. Infelizmente parece ser que esto se viene como una iniciativa del Ejecutivo o del sector oficialista del presidente electo. Será lamentable y peligroso si llegara a prosperar dicha pretensión.

Ocurre que en el pensamiento mainstream tal como hoy se practica adornado del mote de “economía moderna”, un ministerio con tal nombre tendrá atribuciones que irán más allá de la Hacienda, de los ingresos y gastos.

Lo que se pretendería es la intervención de los mercados para evitar la recesión (que ya estamos ingresando) y el desempleo (que está incrementándose) motivos por los cuales la adopción de políticas cíclicas y contracíclicas propias del pensamiento neokeynesiano estarán a la orden del día a través de ese ministerio de Economía, trabajado en paralelo con el propio Banco Central.

Desajuste entre el ahorro y la inversión

Cuando se está persuadido de los desajustes entre el ahorro y la inversión en el mercado de capitales debido a que la economía se encuentra ralentizada y se ponen en práctica políticas de expansión del crédito y de la moneda, pues el color del problema se vuelve de castaño a obscuro.

Se cree lamentablemente que las expansiones del crédito y de la moneda provocados por el Estado son beneficiosas. No es así. Es cierto que al comienzo las expansiones bajan las tasas de interés, pero lo hacen por debajo de su nivel natural. Esto a su vez ciertamente ocasiona un aumento de las inversiones.

Sin embargo y no muy tarde, aquel crecimiento promocionado por medios artificiales debido al intervencionismo estatal se vuelve lento hasta que desaparece. La explicación está en que la cantidad real de ahorro es la que determina las tasas de interés y como nuevamente vuelven a subir a su nivel natural de acuerdo a las influencias políticas y económicas reinantes, pues se vuelve al mismo lugar. Un círculo vicioso.

El resultado no es más que el “enfriamiento” de la economía, a los que los neokeynesianos culpan al mercado y a la ausencia del “animal spirits”. Este término fue acuñado por John Maynard Keynes, el afamado gurú del intervencionismo estatal, para explicar el comportamiento del ser humano, refiriéndose a las fuerzas que empujan a las personas a actuar.

Cuando no hay “animal spirits” entonces nuevamente se tiene el justificativo para el intervencionismo estatal. Hay que corregir al capitalismo salvaje, dicen algunos, cuando que en realidad están destruyendo la acción humana en libertad.

Aprendimos mucho

En efecto, y creo que el electo presidente Santiago Peña sabe que las variables macroeconómicas y microeconómicas no son compartimientos estancos. Así, por ejemplo, una mayor expansión del Estado en su política fiscal y/o monetaria tiene directa influencia sobre la calidad de vida de la gente.

Deseo que el presidente y su equipo económico, en particular el futuro ministro de Hacienda, Carlos Fernández Valdovinos, consideren que un mayor intervencionismo estatal, aunque sea supuestamente poco, termina por ser cada vez más grande, haciendo que el gobierno como tal empiece a tornarse en un fuerte jugador para beneficiarse de una cancha inclinada hacia los privilegios y la corrupción.

Lo expresado se puede entender mejor, por ejemplo, cuando se eleva el salario mínimo legal debido a ese intervencionismo estatal pues lo que se está fomentando es más desempleo e informalidad. Al final y al cabo el Estado mediante su respectivo gobierno es el único responsable del alza general de los precios.

Más importante aún es de esperarse que la economía a llevarse a cabo bajo el liderazgo del próximo presidente en ejercicio Santiago Peña no se convierta en una forma de “ingeniería social” que termina por dirigir la vida de los demás. La “ingeniería social” necesita de recursos, requiere que el Leviatán se sacie con el dinero de los contribuyentes. ¡Es la economía, Santiago! No te olvides ni equivoques.

Avance

Todo avance o retroceso en la calidad de vida de la gente está relacionado al tipo de economía que se practique.

Desvaríos

Los más grandes desvaríos en materia económica finalmente terminaron en revoluciones. Muchos son los hechos para corroborar esta afirmación.

(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.