¿Cuánto vale tu vida?

La hipocresía social es algo que se manifiesta palpablemente en aquellas personas que lloran de indignación e impotencia, cada vez que se amputa la pierna de un joven o cuando con una sábana blanca se cubre el cuerpo inerte de una madre. Estas macabras escenas son la realidad de un pueblo que llora a sus víctimas al mismo tiempo que bombea sangre a las calles.

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¿Por qué roban los motochorros? Porque alguien compra el celular que ellos roban, porque es un negocio que funciona y con ese dinero pueden comprar drogas, alcohol o prostitución. En algunos casos, quizás porque así obtienen dinero fácil y sin duda porque es más rentable que trabajar dignamente.

Profunda raíz

Nada es tan fácil como parece ni tan superficial como se ve. Queremos simplificar la situación, planteamos que es un haragán que no quiere trabajar, pero quizás tenga sus propios dramas y una realidad de vida que lo ha convertido en incapaz e inmoral. Incapaz porque no está capacitado para ganarse la vida honradamente con sus conocimientos y habilidades, e inmoral porque ha crecido viendo la miseria como su hábitat natural.

Pero lo cierto y concreto, es que ni vos ni yo comprendemos su mundo, desde que nacimos hay una brecha gigante que nos divide, la inequidad social se alimenta de la desigualdad de oportunidades para estudiar y para amar, para crecer y para sabernos valorados, para soñar y para respetar al otro.

No se trata solo de una división de clases económicas, es mucho más profundo, se trata del derecho básico de cada ser humano, de tener identidad y sentirnos parte integrante de un todo. Tengo identidad, tengo familia, tengo barrio, tengo vecinos, tengo comunidad, tengo país. Pero si no tengo identidad, no existo, soy invisible, si no tengo amor estoy lleno de temor, si no tengo valor entrego desprecio.

¡Hay trabajo, pero no quieren trabajar! Probablemente una frase reiterada con la que quizás coincidas, de hecho la he escuchado miles de veces. Quizás sea cierta, pero tengo mis dudas, no sé qué de bueno podría producir quien está lleno de odio y resentimiento social.

No encuentro otra explicación para tanta violencia, para tanto desinterés por la vida humana y por la falta absoluta de respeto hacia las personas que con tanto sacrificio se ganan la vida honradamente. Este mundo de terror que se ha instalado en las calles de nuestras ciudades tiene espectadores pasivos, quienes estoy segura de que repugnan y se asquean tanto como vos y yo, pero nada hacen para detener la situación o lo que realizan simplemente es insuficiente.

Tres poderes y tres protagonistas

Recuerdo haber estudiado en el colegio que el Estado está constituido por tres Poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. En el ámbito del Ejecutivo están quienes gerencian, operan, ejecutan como bien indica su nombre, lo dispuesto en las legislaciones y normas para que el Gobierno de turno pueda cumplir sus metas y objetivos. El Legislativo es el encargado de monitorear la realidad del país y su entorno, de forma a disponer legislar las leyes que permitan gobernar la república. Será el Poder Judicial el que impondrá la justicia en la aplicación de las leyes.

Entonces, no comprendo qué es lo que está sucediendo porque esa teoría de cómo debería funcionar nuestro país no es lo que siento diariamente al escuchar en las noticias que la policía (cuando por fin hace su trabajo) arresta a un ladrón y la fiscalía lo libera en un par de horas. Entonces, si me pongo en los zapatos de ese policía… no sé con qué ganas volverá a arrestar a alguien para exponer mi vida (e incluso la de mi familia ante la posibilidad de una represalia).

Por otro lado, hay personas idóneas que podrían analizar el cuerpo de leyes vigentes, porque estoy segura de que hay miles de leyes que no se aplican (como muestra vale un botón: motos sin chapas, más de dos personas en una moto, bebés que viajan en el biciclo colgados al costado entre bultos de la madre y ni qué decir de la excepción que representa quienes usan casco) pero hay otras que están desfasadas y deben ser revisadas para que quienes deben aplicar la ley tengan herramientas válidas de gestión (policía y fiscalía).

Sé que en toda sociedad existen criminales, no estoy planteando un cuento de hadas, pero estoy convencida de que el principal inconveniente no es la criminalidad sino la impunidad. Impunidad para los padres irresponsables, impunidad para los policías corruptos, impunidad para el ladrón de gallinas, impunidad para el político que roba a las arcas del Estado o utiliza influencias para ganar licitaciones o nombrar a sus parientes o amantes en planillas ministeriales, impunidad para los motochorros, impunidad para abusadores.

De esa impunidad asquerosa, producto de la desidia y de la corrupción, es de la que estoy cansada; pero no quiero plaguearme por las redes sociales o en este espacio de opinión, lo que quiero es “hacer algo concreto” que impacte y transforme. Pero, ¿qué puedo hacer si solo soy un ciudadano común?, estoy segura de que puedo hacer algo, aunque no sea mucho, pero si te sumas ya somos dos y algo más lograremos, luego se unirán más y entre todos el cambio deberá llegar.

Mi propuesta es que logremos entre el Estado (los tres poderes), el sector social (las personas y familias, las ONG y las instituciones de enseñanza) y el sector privado (las empresas), desarrollar una estrategia de seguridad nacional. ¿Cómo lograr algo tan grande? la presión social es mágica, si hacemos una cohesión ciudadana seremos nota de tapa en la prensa e inmediatamente se convierte en un tema importante para el sector político.

La creación de riqueza solo puede existir en una sociedad que premie el trabajo honesto, para lo cual se requiere de personas que circulen libremente para trabajar y para estudiar. Por ello la seguridad es un bien público que debe ser creado, apreciado y defendido por todos los ciudadanos de bien, independiente a su condición económica y social, sin importar roles ni jerarquías.

Solucionar esta epidemia de crisis moral que produce inseguridad requiere de mucho más que solo colocar en nuestras casas espiras o alarmas, no sirve circular encerrados en nuestros vehículos viendo por la ventanilla cómo asaltan o matan a un prójimo, peor aún me parece la propuesta de portar armas para defender nuestras propiedades y nuestras vidas. La violencia produce inevitablemente más violencia.

Desarrollemos valores sociales, las buenas personas somos muchas más que los pandilleros o criminales, tengamos coraje para enfrentar unidos esta urgente transformación social con una meta en común. Incluyamos a los ciudadanos desde que nacen, cuidemos nuestra cuadra, nuestro barrio, nuestra ciudad y nuestro país. Es la única manera de crear riqueza y que su distribución no permita la exclusión, es esa no inclusión la que nos ha llevado a esta situación donde nuestra vida vale menos que un celular. Sigamos Hablando de Dinero, porque así aprendemos a manejarlo mejor.

gloria@ayalaperson.com.py

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