Inclusión y virtualidad

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Inclusión y virtualidad
Inclusión y virtualidad

A más de un año de la llegada de la emergencia sanitaria a nuestro país, es tiempo de empezar a hablar sobre las barreras para el aprendizaje y la inclusión en la virtualidad.

Situación más que difícil la que nos ha tocado vivir, como personas, como sociedad, pero más aún como docentes, en estos tiempos de pandemia. Con una inmensa cantidad de barreras y obstáculos que sortear, entre las que destacan la adaptación a nuevos escenarios de aprendizaje, la incorporación de metodologías innovadoras, la brecha digital que evidencia un cuerpo docente carente, en muchas ocasiones, de competencias digitales y, sobre todo, la principal barrera, a la que todos debemos estar más que atentos y debería ser el eje principal de nuestras propuestas de aprendizaje: el aspecto socioemocional de nuestros estudiantes.

En este sentido, ¿qué propone la educación inclusiva?

Enfatizar el derecho a la educación sea en la modalidad que sea y en el entorno de aprendizaje que sea. Una educación que atienda tanto las necesidades de apoyo específicas de cada estudiante como las necesidades de su entorno social. ¿Tienen acceso a la tecnología? ¿Tienen herramientas para acceder a los materiales que les proporcionamos? ¿Tienen un espacio físico apropiado para estudiar? ¿Cómo es su entorno familiar? ¿Cuenta con la ayuda de adultos? Y muchas otras interrogantes más.

Al mismo tiempo, una educación inclusiva debe necesariamente promover el desarrollo profesional del docente que oriente a la capacitación continua del profesorado en la adquisición de herramientas digitales que faciliten el PEA, en planificación para la modalidad en línea, híbrida o presencial, en metodologías activas en entornos virtuales y en estrategias que aborden la contención socioafectiva del estudiante y, por ende, de su familia.

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Los agentes del proceso académico y la comunidad en general son tan responsables de fomentar la inclusión en la virtualidad como los mismos organismos gubernamentales. El ejercicio docente deberá implementar acciones encaminadas a fortalecer los procesos de enseñanza y aprendizaje en la igualdad de la diversidad, en los que la diferencia advierta una oportunidad para la integración, el empoderamiento y el pensamiento crítico de los estudiantes. Para ello, los ambientes virtuales de aprendizaje se convierten en un espacio propicio para el diálogo, la colaboración y la construcción conjunta de conocimientos, pues la posibilidad de adaptación que estos poseen hacen del deber inclusivo de la educación un ejercicio ameno para el docente pero, sobre todo, para el estudiante.

No se puede esperar a que vuelva la «normalidad» para retomar la inclusión porque el tiempo perdido es irremplazable; es tiempo que no vuelve.