El suboficial mayor Catalino Rolón Domínguez se encontraba con el día libre de sus actividades laborales, en su casa de la ciudad de Loreto, distrito situado a unos 40 kilómetros al norte de Concepción.
Su esposa, María de Jesús Vázquez González (42), relató a los investigadores que esa madrugada ambos se habían levantado de la cama a las 03:00 para hacer sus necesidades fisiológicas. Añadió que salieron de su habitación y que, mientras ella ingresó al sanitario, su marido fue hacia el frente de la casa.
En un momento dado escuchó ruidos extraños y trató de salir del baño, pero una persona extraña empujó la puerta y le intimó a que se quedara en el sitio si no quería morir.
Temerosa ante la amenaza del desconocido, la mujer afirmó que se quedó callada y que después escuchó algunos ruidos parecidos a golpes, pero que terminaron de inmediato.
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Posteriormente, el extraño desapareció y tras salir del sanitario fue hasta la habitación, donde halló a su marido en el suelo, totalmente ensangrentado y sin signos de vida.
La mujer pidió auxilio a gritos a los vecinos, quienes tras constatar que ya estaba muerto contactaron de inmediato con la Policía, que envió patrulleros hasta la casa.
El cadáver del malogrado agente policial fue trasladado en horas de la mañana en una móvil a la morgue del Hospital Regional de Concepción, donde fue inspeccionado por el forense Néstor Loreiro. Según datos, Rolón recibió cinco heridas de unos 15 centímetros de profundidad y se sospecha que el arma usada para asesinar al uniformado de manera instantánea pudo haber sido un pico.
Fuerte discusión
El testimonio de la esposa del malogrado uniformado da cuenta que antes del asesinato había escuchado desde el cuarto de baño que su marido mantuvo una fuerte discusión con un desconocido con quien aparentemente forcejeó hasta que el supuesto agresor lo eliminó a golpes. Tras cometer el crimen se dio a la precipitada fuga.
La esposa de la víctima fue la que dio la única versión del crimen del agente, pero su relato al principio no fue muy confiable de acuerdo a las primeras investigaciones del caso. Esto posiblemente pudo haber sido debido al estado de shock en que se encontraba cuando dio su declaración sobre los hechos.
Además, no se tenían datos de que el agente haya sido amenazado ni tampoco se reportó desaparición de objetos de la casa, hecho que descartó el robo como probable causa del asesinato.
La investigación, a cargo en un principio de la fiscala Silvia González, sigue sin ser esclarecida, ya transcurridos cinco años del hecho.
