La cartera de una mujer siempre fue “un misterio”. Aunque es un tema muy light, no hay quien se resista a dar una ojeadita a cualquier mininota que devele qué lleva una allí. Hoy, la mayoría estamos obligadas a cargar bolsos cada vez más amplios y cómodos, o más pequeños y elegantes. Tras el trabajo siempre hay que hacer: ponernos en forma, ir al súper, una cena familiar o de negocios, con este elemento siempre acompañándonos. Se calcula que una dama usa en promedio cuatro carteras por año, una para cada estación, pero los casos “más graves” muestran que algunas superan la decena. Según el nivel económico y el círculo social, hay un abanico de propuestas tentadoras para elegir la que más nos sirva e identifique.
Rústicos, prácticos y sofisticados
Desde épocas primitivas, los pastores trasladaban bolsos confeccionados con pieles de animales. Los indígenas comenzaron a utilizar hojas y fibras vegetales, logrando útiles cestos y bolsas, algunos de gran resistencia y durabilidad, empleados para recoger frutos, piedras o hierbas medicinales. En la Edad Media, los bolsillos de las damas se podían sacar y poner de un vestido a otro o usaban bolsitos de la misma tela que el vestido, colgando de la cintura. La religión también aportó el uso de la limosnera, que fue dejando atrás su fin para contener más cosas; se agrandó el bolsito original a carteras con la misma forma. Tras la Revolución francesa, el corte imperio se impuso y las telas eran tan transparentes que no daban lugar a bolsillos; así, este accesorio surgió como algo estético de moda. Entonces, las jóvenes generalmente se valían de una bolsa alargada de seda de colores, cerrada con cordones y colgaba del brazo. Más tarde, las cadenitas reemplazarían a los cordones. Cuando las mujeres iban al teatro, de noche, preferían las confeccionadas de terciopelo de Damasco. La convención social implantó los monederos, aunque solo para las casadas; para las solteras, el tarjetero. En el siglo XIX, con la división entre el pueblo y la burguesía bien establecida, las señoras disponían de manguitos de seda con bordados. Los trajes y accesorios eran muy caros, dejando un claro mensaje para el vulgo: no imitar a las señoras de la alta sociedad. Pero con el avance de la industria, los productos se tornaron más accesibles para toda clase social con variados materiales y formas. El siglo XX trae a la mujer moderna, libre del corset y altos peinados, abordando una nueva personalidad; los bolsos no podían quedar afuera. En 1910 llega el automóvil, la profesión de modelo y los diseñadores, que incorporan en la moda femenina las novedades sin olvidar los complementos. Los años 20 fueron marcados a fuego por Coco Chanel, quien desviste a la mujer de adornos superfluos, dándole fina elegancia; nacía la mujer moderna. Su bolso 2.55, negro con piel acolchada y asas de cadena, pasó a ser su sello y es uno de los más vendidos hasta hoy. Muchas de las celebridades del mundo de la farándula tuvieron sus bolsos preferidos: Grace Kelly era una enamorada de los grandes, donde pudiera llevar sus guiones, libros y accesorios. La casa de moda francesa, Hermès, le diseñó uno con su nombre: Kelly Bag (1956); hoy, a más de 40 años de su creación, comprar un Kelly aún exige varios miles de euros y entrar en una lista de espera. Igual suerte y renombre millonario posee el modelo Birkin de la misma firma, inspirado en la actriz francobritánica Jane Birkin. Por su parte, Jacqueline Kennedy, diva del glamour estadounidense, hizo famoso un bolso de Gucci, el Jackie O (1972). El emblema Dior concibió uno exclusivamente bajo el gusto de la “Princesa del pueblo”, Lady Di, al que llamó Lady Dior (1995). Fue uno de los favoritos de Diana de Gales y es uno de los más emblemáticos de la casa Dior.
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La industria de estos accesorios creció enormemente, ofreciéndonos toda forma, color y tamaño. La cartera se volvió para muchísimas un verdadero fetiche, pero para lucirla hay que respetar unos puntos:
- Tamaño: si sos chica, no uses gigantes y viceversa.
- Forma: no debe coincidir con la de tu cuerpo. Si sos curvilínea, elegí aquellas con ángulos; si tu físico es anguloso, las redondeadas son ideales para vos.
- Largo: si sos de caderas anchas, la cartera debe llegarte hasta la cintura, no más; si tus pechos son voluminosos, esta debe pasar la cintura.
- Color: debe ir acorde con tu vestido (de fiesta, casual, formal). Aunque suele ser del tono de la prenda, puede ser opuesto; eso da personalidad y femineidad.
- Combinación: está demodé combinarla con los calzados. Pueden usarse del mismo color, pero en distintos estilos.
VOS, SEGÚN TU CARTERA
La periodista australiana Kathryn Eisman, basada en un estudio, expresa que los hombres pueden conocer tu personalidad de acuerdo con tu cartera. Bolsos con excesos de hebillas y cremalleras: ama las fiestas y las salidas. Maxibolsos: siempre lleva de todo sin importar día ni ocasión. Sobres y carteras: suelen ir con la trabajadora. Mochilas: informal y práctica. Totes (grandes y abiertos): generosa. Bandoleras: poco pretenciosa, solo carga con lo necesario. Aunque muchas no comparten estas asociaciones, Eisman cita al sociólogo francés Jean-Claude Kaufmann y sostiene que “una cartera es una ‘pequeña fábrica de identidad’; poseer un bolso bonito es un arma psicológica que refuerza la confianza en una misma, aunque el material, el modelo y la marca son menos importantes que el contenido”.
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Fuente y fotos internet
